que han sufrido traumatismos, una lesión renal o del tracto urina-
rio inferior. Un resultado positivo en una prueba de orina para
sangre en ausencia de eritrocitos sugiere la presencia de hemoglo-
bina o mioglobina libre en la orina. La piuria (es decir, más de
4 leucocitos por campo de gran aumento) sugiere una infección
del tracto urinario.Aunque la orina puede contener en condiciones
normales cilindros hialinos y granulosos, los cilindros celulares
constituyen una situación patológica. Los cilindros de eritrocitos
sugieren una nefritis intersticial, incluida una pielonefritis. El pH
urinario, aunque es difícil de interpretar en una muestra puntual
de orina, puede ayudar en el diagnóstico de algunos trastornos
acidobásicos. El pH de la orina tiende a ser más ácido cuando los
factores que inician la insuficiencia son prerrenales en lugar de
posrenales. La presencia de proteinuria en un análisis rutinario con
tira reactiva puede ser normal o puede sugerir una enfermedad
renal grave. En una muestra de orina concentrada, la presencia de
proteinuria en valores traza o 1+ es un hallazgo inespecífico, mien-
tras que la presencia de valores 3+ o 4+ de proteinuria sugiere una
enfermedad glomerular. La existencia de glucosuria sin hiperglu-
cemia indica una lesión tubular proximal.
La concentración sérica de creatinina ofrece una estimación
rápida pero inexacta del aclaramiento de creatinina. Las elevacio-
nes agudas de la concentración sérica de creatinina se producen en
alrededor del 5% de todos los pacientes hospitalizados y hasta en
el 20% de los pacientes de UC
I 32 .La incidencia aumenta directa-
mente con la gravedad del traumatismo y el grado de lesión o
enfermedad. La incidencia y gravedad de la IRA suelen ser mayores
cuando la concentración sérica de creatinina es mayor de 2mg/
d
l 332 ;sin embargo, una medición aislada de creatinina sérica es un
indicador poco fiable del FG cuando la función renal está cam-
biando. Existe una relación logarítmica inversa entre el FG y la
concentración sérica de creatinina (v.
fig. 35-10). La disminución
del FG a la mitad produce una duplicación de la concentración de
creatinina. Por ejemplo, un paciente con una concentración basal
de creatinina de 0,6mg/dl que desarrolle una nefropatía por con-
traste suficiente para reducir el número de glomérulos y el FG a la
mitad tendrá una concentración sérica de creatinina de 1,2mg/dl,
lo que aún está en el rango normal. Por tanto, la tendencia de la
concentración sérica de creatinina siempre es más útil que una
determinación única de dicha sustancia para evaluar la reserva de
la función renal, sobre todo cuando se prevén cambios. La medi-
ción del aclaramiento de creatinina puede ser el mejor indicador
global del FG, aunque este índice también tiene limitaciones. En
un estudio, más de la mitad de 131 pacientes en estado crítico
tenían concentraciones normales de diuresis, BUN y creatinina
sérica, pero presentaban una reducción del aclaramiento de crea-
tinina. El aclaramiento de creatinina era el mejor factor predictivo
de mortalidad en estos pacientes en comparación con los otros
parámetros de función rena
l 333 .Aunque la concentración sérica de
creatinina puede ser un parámetro más fiable de la función glo-
merular que el nivel de BUN, la determinación simultánea de la
concentración de ambas sustancias ofrece una evaluación más
completa de la función renal que cualquiera de ellas por separado.
Normalmente, la relación BUN/creatinina es de alrededor de 10 y,
si el BUN es alrededor de 10 veces mayor que la concentración
sérica de creatinina, se puede concluir que las mediciones pueden
ser correctas. Por el contrario, si la proporción muestra una des-
viación significativa de 10, se debería considerar que hay factores
no renales influyendo en la concentración de BUN, de creatinina
sérica o de ambos. Las tres determinaciones (es decir, BUN, con-
centración sérica de creatinina y aclaramiento de creatinina)
requieren una interpretación cuidadosa.
Resumen
En los pacientes con LRA, o que están en situación de riesgo de
desarrollarla, el tratamiento perioperatorio sigue siendo difícil.
Hay muchos factores que contribuyen al trastorno heterogéneo que
se denomina LRA perioperatoria, pero las agresiones se combinan
colectivamente mediante los mecanismos isquémico y tóxico. Es
probable que la reciente revisión de la misión de la comunidad de
investigadores respecto al análisis de la LRA dé lugar a rápidos
avances en el campo de la monitorización de la función renal,
como las pruebas de «biomarcadores precoces» o baterías de
pruebas que ayuden en la predicción del riesgo, la identificación
de pacientes con afecciones que preceden a la LRA (como la
azoemia prerrenal) y el diagnóstico y pronóstico de la LRA.
La mayor esperanza es que las mejoras de la monitorización se
traduzcan en una prevención, tratamiento y pronóstico mejores de
la LRA, algo cuya falta ha sido desalentadora en el último medio
siglo, desde que se describió por primera vez el problema de la IRA
perioperatoria. A medida que la comprensión de la función renal
y la LRA evoluciona, las pruebas tradicionales, como la creatinina
sérica, se están poniendo en duda en cuanto a su capacidad para
permitir una intervención lo suficientemente precoz que mejore el
tratamiento de los pacientes con LRA. La introducción de nuevas
pruebas con «biomarcadores precoces» e incluso las pruebas gené-
ticas preoperatorias pueden aportar avances significativos a la
monitorización de la función renal. Es de esperar que esta infor-
mación mejore el pronóstico de la LRA, aunque no se sabe con
certeza. Mientras tanto, la creatinina sérica sigue siendo el pilar
fundamental de la mayoría de las estrategias de monitorización de
la función renal.
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Monitorización de la función renal
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Sección III
Control de la anestesia
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