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Fisiología cerebral y efectos

de los anestésicos

Piyush M. Patel y John C. Drummond

Puntos clave

71

1.

El cerebro posee una tasa metabólica alta y recibe en

torno al 15% del gasto cardíaco. En circunstancias

normales el flujo sanguíneo cerebral (FSC) es de unos

50ml/100g/min. La sustancia gris recibe el 80% y la

sustancia blanca el 20% de este flujo.

2.

Aproximadamente el 60% del consumo energético

cerebral se emplea para el mantenimiento de la función

electrofisiológica. El resto de la energía consumida por el

cerebro se utiliza para las actividades homeostáticas

celulares.

3.

El FSC está estrechamente ligado al metabolismo local

cerebral. Cuando aumenta la actividad cerebral de una

región concreta del cerebro, se produce un aumento

correspondiente en el flujo sanguíneo de esa región. A la

inversa, la supresión del metabolismo cerebral conduce a

una reducción en el flujo sanguíneo.

4.

El FSC está autorregulado y se mantiene constante sobre

un rango de presión arterial media que, de una manera

conservadora, se ha estimado entre 65 y 150 mmHg, dada

una presión venosa normal. Probablemente existe

una apreciable variabilidad interindividual. El FSC tiene una

dependencia pasiva de la presión cuando la presión

arterial media está por debajo del límite inferior o bien por

encima de límite superior de la autorregulación.

5.

El FSC se encuentra también bajo regulación química.

Varía de forma directa con la presión arterial de dióxido

de carbono en el rango de una Pa

co

2

de 25 a 70 mmHg.

Si se produce una reducción de la Pa

o

2

por debajo de

60 mmHg, el FSC aumenta de forma espectacular. Los

cambios en la temperatura afectan al FSC, sobre todo por

la supresión del metabolismo cerebral.

6.

Los vasodilatadores sistémicos (nitroglicerina, nitroprusiato,

hidralazina y antagonistas de los canales de calcio)

producen vasodilatación de la circulación cerebral y pueden

aumentar el FSC en función de la presión arterial media.

Los vasoconstrictores, como la adrenalina, noradrenalina,

efedrina y dopamina, no tienen efectos directos

significativos sobre la circulación cerebral. Su efecto

sobre el FSC depende de sus efectos sobre la presión

sanguínea sistémica. Cuando la presión arterial media

está por debajo del límite inferior de la autorregulación,

los vasopresores aumentan la presión sistémica y, por

tanto, aumentan el FSC. Si la presión sistémica está dentro

de los límites de la autorregulación, los incrementos en la

presión sistémica inducidos por los vasopresores tienen un

efecto escaso sobre el FSC.

7.

Todos los anestésicos volátiles modernos suprimen la tasa

metabólica cerebral (TMC) y, con la excepción del

halotano, pueden producir un trazado

electroencefalográfico de salvas-supresión. A ese nivel, la

TMC se reduce en un 60% aproximadamente. Los

anestésicos inhalatorios poseen efectos sobre el FSC que

son dosis-dependientes. A dosis inferiores a la

concentración alveolar mínima (CAM), el FSC no se altera

de forma significativa. A dosis superiores a 1 CAM, una

vasodilatación cerebral directa se traduce en un

incremento del FSC y del volumen sanguíneo cerebral.

8.

Los barbitúricos, el etomidato y el propofol disminuyen la

TMC y pueden provocar un trazado de salvas-supresión

en el electroencefalograma. A ese nivel, la TMC se

reduce en un 60% aproximadamente. El acoplamiento del

flujo y del metabolismo está preservado y, por consiguiente,

el FSC está disminuido. El efecto menor de los opiáceos

y de las benzodiazepinas disminuye en el FSC y la TMC,

mientras que la ketamina puede aumentar

significativamente la TMC (con un incremento

correspondiente en el flujo sanguíneo).

9.

Los depósitos cerebrales de oxígeno y de sustratos son

limitados y el cerebro tiene una sensibilidad exquisita a

las reducciones del FSC. Las reducciones graves (por

debajo de 10ml/100g/min) conducen a una muerte

neuronal rápida. El daño isquémico se caracteriza por una

excitotoxicidad precoz y por una apoptosis diferida.

10.

Los barbitúricos, el propofol, la ketamina, los anestésicos

volátiles y el xenón poseen eficacia neuroprotectora y

pueden reducir el daño cerebral isquémico. La

neuroprotección anestésica sólo se mantiene cuando la

intensidad de la lesión isquémica es leve; en lesiones

moderadas a graves, no se consigue una neuroprotección

a largo plazo. La administración de etomidato está

asociada a reducciones regionales en el flujo sanguíneo,

y esto puede exacerbar el daño isquémico cerebral.

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2010. Elsevier España, S.L. Reservados todos los derechos