57
Anestesia en el trasplante
de órganos abdominales
C. Spencer Yost y Claus U. Niemann
Puntos clave
1921
Trasplante de órganos sólidos
1.
El trasplante de órganos sólidos es un tratamiento
aceptado de la insuficiencia terminal de distintos órganos.
2.
Cada vez hay mayor discrepancia entre el número de
donantes y el de receptores potenciales.
3.
Para incrementar las donaciones se están usando órganos
de donantes vivos y unos criterios más amplios para los
donantes.
4.
La evaluación preoperatoria de los órganos debe tomar
en consideración los cambios que ocurren en el intervalo.
Trasplante de riñón
1.
Los pacientes con nefropatía terminal experimentan una
aterosclerosis acelerada, por lo que debe considerarse
que corren un riesgo cardíaco perioperatorio significativo.
2.
Para conseguir la función inicial del injerto es
imprescindible mantener una presión de perfusión
adecuada en el riñón recién trasplantado.
3.
Los fármacos anestésicos que dependen de la excreción
renal, sobre todo los relajantes musculares o sus
metabolitos, deben utilizarse con precaución.
Trasplante de páncreas
1.
El trasplante de páncreas puede realizarse de forma
aislada, combinarse con el de riñón o efectuarse después
de un trasplante renal.
2.
Debe hacerse una estricta vigilancia de la glucemia
durante todo el procedimiento.
3.
Durante la operación es preferible el uso de coloides.
4.
El fármaco inmunosupresor OKT3 puede producir una
inestabilidad hemodinámica significativa y edema
pulmonar no cardiogénico.
Trasplante de hígado
1.
El modelo para la enfermedad hepática terminal calcula la
gravedad de la hepatopatía.
2.
Es imprescindible estar preparado para un uso masivo de
la transfusión y una inestabilidad hemodinámica
significativa.
3.
En pacientes seleccionados la extubación puede hacerse
con seguridad en el propio quirófano.
©
2010. Elsevier España, S.L. Reservados todos los derechos
En las últimas décadas se han logrado progresos notables y bien
documentados en los resultados de trasplantes de órganos sólidos.
El perfeccionamiento del tratamiento perioperatorio y los avances
del tratamiento postrasplante de los últimos años han conseguido
una mejoría espectacular de la supervivencia de los injertos a 1 y
5 años. Estas modificaciones han traído consigo un aumento sig-
nificativo del número de centros médicos que practican trasplantes
de órganos sólidos y, por tanto, también del conocimiento que
sobre ello tiene la opinión pública. Además, las indicaciones de este
tipo de trasplantes son hoy más numerosas y algunas de las supues-
tas contraindicaciones, como la infección concomitante por el
virus de la inmunodeficiencia humana (VIH) o la edad avanzada,
se están considerando de nuevo en casos seleccionados
1,2
. De igual
forma, los pacientes que reciben un tratamiento de mantenimiento
con metadona son ahora candidatos al trasplante
3,4
.
A finales de 2004, había 153.245 personas que vivían con un
órgano trasplantado funcional en Estados Unidos. El número de
pacientes en lista de espera para un trasplante de órgano sólido está
aumentando de forma constante y en la actualidad asciende a
90.000. Los órganos más trasplantados son el riñón y el hígado, que
juntos supusieron más del 70% de todos los casos.
En 2001 sólo se utilizaron realmente el 54% de los órganos
procedentes de cadáver donados. Este hecho, junto con la percep-
ción por parte de la opinión pública de la donación de órganos, la
muerte cerebral y la limitada concienciación de los profesionales
sanitarios, contribuyó a que se produjera una considerable escasez
de las donaciones de órganos de cadáveres. Para aumentar el
número de donantes se ha recurrido a diversas estrategias, entre
ellas la ampliación de los criterios de aceptación y el uso de donan-
tes vivos y de donantes no familiares, sobre todo para los trasplan-
tes de riñón e hígado. Sin embargo, es poco probable que estos
esfuerzos consigan por sí solos corregir la escasez a largo plazo.
Para ayudar a resolver el problema de aumentar el número de
órganos disponibles para el trasplante, la Health Resources and
Services Administration lanzó la campaña Organ Donation
Breakthrough Collaborative en 2005. Como se resumía en la expo-
sición de la misión, esta colaboración pretende identificar y poten-
ciar las mejores prácticas en la donación de órganos para que sean
adoptadas en los hospitales y las organizaciones que se encargan
de conseguir órganos, en última instancia con el objetivo de incre-
mentar los órganos trasplantados de donantes cadáver. Una nece-
sidad reconocida es la identificación de las intervenciones que son