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cadáver. A diferencia de estos últimos, el estado hemodinámico de

los donantes vivos es siempre estable y la intervención puede pro-

gramarse. Además, el tiempo de isquemia fría del órgano puede

reducirse de forma sustancial en relación con el de los órganos de

donante cadáver. Quizá la ventaja principal del trasplante proce-

dente de donantes vivos sea la notable reducción del tiempo de

espera para recibir el órgano de un donante cadáver.

Donante vivo de riñón

En los últimos años, el trasplante renal con órganos procedentes de

donantes vivos ha experimentado un rápido crecimiento. En el

pasado, la nefrectomía del donante se hacía mediante el abordaje

tradicional a través de una incisión lateral subcostal, con una incisión

mínima de nefrectomía, o mediante una técnica laparoscópica. Sin

embargo, la nefrectomía laparoscópica del donante vivo ha sustituido

casi por completo al abordaje tradicional a través de la incisión lateral

subcostal en el flanco. Melcher y cols

. 42

han publicado 500 nefrecto-

mías laparoscópicas consecutivas en donante sin la necesidad de

realizar una técnica abierta ni de reintervenir por dificultades técni-

cas. Se ha demostrado que el abordaje laparoscópico ofrece ventajas,

comomenos dolor postoperatorio, menor tiempo de hospitalización,

una recuperación más rápida y mejores resultados estético

s 43,44 .

Tras la donación de un riñón, la morbilidad es baja y el tipo

de complicaciones (p. ej., reintervención, íleo, reingreso en el hos-

pital) depende de la técnica quirúrgica empleada. Matas y cols.

registraron 2 muertes de donantes y un donante que quedó en

estado vegetativo en una serie de 10.828 donaciones renales corres-

pondiente al período 1999-200

1 45 .

Shokei

r 46

realizó un metaanálisis

de 69 estudios en los que comparó la nefrectomía en donante

abierta frente a la laparoscópica y descubrió ocho fallecimientos

perioperatorios tras la nefrectomía laparoscópica. En estudios más

recientes se ha confirmado que la donación laparoscópica es un

procedimiento más seguro, ofrece una convalecencia más rápida y

un menor consumo de opioides en comparación con la donación

abierta. La colocación de un catéter epidural no está indicad

a 46-48 .

Sin embargo, Ellison y cols. advierten que los riesgos a largo plazo

pueden no ser aún evidentes y que es necesario disponer de datos

de seguimiento a largo plaz

o 49 .

Cualquiera de los dos riñones puede utilizarse para la dona-

ción, pero en general suele preferirse el izquierdo, debido a su

mejor exposición quirúrgica y a que su pedículo vascular es más

largo. El donante se coloca en posición lateral derecha o izquierda,

con la mesa doblada y el apoyo renal elevado. No se precisa una

monitorización invasiva y bastan una o dos vías intravenosas peri-

féricas de gran calibre. En algunos centros se tienen a mano en el

quirófano 2 unidades de sangre (a menudo autóloga), por si se

producen lesiones de estructuras vasculares importantes, lo que

obligaría a una laparotomía exploradora de urgencia. Para mante-

ner una buena diuresis, se administran líquidos con generosidad

(10-20ml/kg/h) a pesar de que, la mayoría de las veces, la pérdida

de sangre es mínima. En estos casos no se ha establecido el tipo

preferible de líquido, ya que no se ha efectuado ningún estudio

humano a este respecto. A falta de datos científicos, la mayor parte

de los centros optan por las soluciones isotónicas de cristaloides.

En estas personas sanas, la técnica anestésica es similar o idéntica

a la que se usa en otras intervenciones laparoscópicas. El óxido

nitroso está contraindicado porque produce distensión intestinal y

empeora la exposición quirúrgic

a 50 .

De forma similar, las posibles

complicaciones son iguales a las de cualquier otra intervención

laparoscópica (p. ej., neumotórax, enfisema subcutáneo).

La primera fase de la intervención consiste en la moviliza-

ción del colon, seguida de la porción superior del riñón. Se procede

entonces a la identificación y disección del uréter, la vena y la

arteria renales. También se liga la vena suprarrena

l 51

. El cirujano

puede solicitar la administración de furosemida o manitol (o

ambos) durante la intervención para mantener una diuresis ade-

cuada. Inmediatamente antes de pinzar los vasos renales se admi-

nistran 3.000-5.000 UI de heparina intravenosa. Los protocolos

varían de unos centros a otros y es esencial mantener una estrecha

comunicación con el cirujano que lleva a cabo el trasplante. Tras la

movilización completa del riñón y el pinzamiento de las estructuras

vasculares, se extrae el órgano mediante una técnica asistida con la

mano o no asistida con la man

o 52

, a través de una pequeña incisión

periumbilical o infraumbilical y visión laparoscópica directa. Si se

ha administrado heparina, podrá inyectarse ahora protamina para

normalizar la coagulación. Una vez extraído el riñón, se inspec-

ciona de nuevo el campo quirúrgico para descartar posibles hemo-

rragias. Como sucede en todas las intervenciones laparoscópicas, el

cierre es rápido y hay que procurar mantener la reversibilidad de

los fármacos bloqueantes neuromusculares al acabar la interven-

ción. El dolor tras la intervención suele ser leve o moderado y, en

la mayoría de los casos, fácil de tratar con opioides intravenosos

suplementarios durante el postoperatorio inmediato.

Donante vivo de hígado

El trasplante hepático de donante vivo (THDV) se inició a princi-

pios de la década de 1990 y enseguida pasó a ser una técnica

ampliamente aceptada en los niño

s 37,53

. Desde hace mucho tiempo

se conoce y se ha aprovechado la capacidad de regeneración del

hígado, por lo que, tras la donación de una parte del mismo es de

esperar una recuperación completa de la función hepática tanto en

el donante como en el receptor. La primera consideración prequi-

rúrgica consiste en determinar la cantidad de hígado que se ha de

trasplantar para mantener la vida de un paciente concreto, al

tiempo que se deja una cantidad suficiente en el donante. Para

garantizar la presencia de una masa hepática suficiente tanto en el

donante como en el receptor se utilizan varias fórmulas, entre las

cuales se encuentran la relación de peso entre el injerto y el peso

corporal del receptor, así como el peso del injerto como porcentaje

de la masa normal del hígad

o 33,54

.

El THDV infantil suele requerir la extirpación sólo del seg-

mento lateral izquierdo (segmentos II y III) o una lobectomía

hepática izquierda total (segmentos II, III y IV) para lograr una

masa hepática suficiente. Es de esperar que este tipo de injertos

crezca con el paciente a medida que éste madure. Desde un punto

de vista quirúrgico, la hepatectomía izquierda es menos compleja

y, por tanto, la duración de la intervención es meno

r 55,56

.

Esta técnica se extendió también a los pacientes adultos. El

número de THDV efectuados cada año en Estados Unidos creció

lentamente durante la década de 1990 (en la que supuso alrededor

del 1% de los trasplantes hepáticos), pero experimentó un aumento

espectacular desde comienzos de 1998 (pasando de 56 en 1996 a

515 en 2001). El número ha alcanzado ahora una meseta de 200-

300. Este gran incremento se debe, sobre todo, al mayor número

de lobectomías hepáticas derechas para el THDV entre adultos. La

técnica quirúrgica de la hepatectomía derecha implica la separa-

ción de los lóbulos hepáticos derechos (segmentos V, VI, VII y VIII)

de los izquierdos

( fig. 57-1

), con lo que se consigue un injerto de

500-1.000 g de peso, lo que deja en el donante alrededor de un

tercio de la masa hepática original. En casos seleccionados, el

lóbulo izquierdo de un donante de gran tamaño puede bastar para

un receptor pequeño, con o sin derivación portal.

Los estudios volumétricos demuestran que el hígado del

donante recupera su tamaño original en un tiempo sorprendente-

mente breve, a menudo de semanas o mese

s 57,58

. Sin embargo, la

recuperación funcional puede ser mucho más larg

a 59,60

.

La mayoría de los THDV se realizan en pacientes con insu-

ficiencia hepática crónica y, por tanto, suelen hacerse de forma

Anestesia en el trasplante de órganos abdominales

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57

Sección IV

Anestesia por subespecialidades en el adulto

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