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Asistencia clínica en entornos

especiales: bajas y altas

presiones y el espacio

Richard E. Moon y Enrico M. Camporesi

Puntos clave

2251

1.

La exposición a OHB (respiración de oxígeno a una

presión ambiental elevada, por lo general de 2 a 3 ATA)

aumenta la P

o

2

arterial y tisular, sin producir cambios

significativos del pH o la P

co

2

arteriales.

2.

Durante el tratamiento con OHB disminuye el gasto

cardíaco, aumenta la resistencia vascular periférica

y se reduce la resistencia vascular pulmonar.

3.

Las enfermedades agudas para las que está indicado el

OHB incluyen la intoxicación por monóxido de carbono

(basada en estudios controlados aleatorizados), la

enfermedad por burbujas de gas (embolia gaseosa

y enfermedad por descompresión) y las infecciones

necrosantes de los tejidos blandos (las últimas dos

basadas en la experiencia clínica y en metaanálisis).

4.

La decisión de emplear OHB para tratar a un paciente

con embolia gaseosa arterial o con enfermedad por

descompresión debería basarse en criterios clínicos,

incluida la presencia de síntomas, una exploración física

anómala o una historia de embolia gaseosa arterial hace

pocas horas, incluso en ausencia de síntomas. Ni las

pruebas neurofisiológicas ni los estudios radiográficos

de imagen son útiles, excepto en casos infrecuentes

para excluir otros trastornos.

5.

La decisión de utilizar OHB para tratar a un paciente con

intoxicación por monóxido de carbono debería basarse en

criterios clínicos, incluida una historia de deterioro de la

conciencia u otras manifestaciones neurológicas,

embarazo o exposición intensa (p. ej., carboxihemoglobina

[HbCO] máxima

>

25%). El nivel de HbCO suele ser útil sólo

para hacer el diagnóstico y presenta una escasa

correlación con la gravedad de la enfermedad.

6.

Las convulsiones inducidas por oxígeno son infrecuentes

y autolimitadas. El tratamiento adecuado consiste en la

interrupción de la inhalación de oxígeno. La presión de

la cámara no debería modificarse durante la convulsión.

La descompresión puede provocar un barotraumatismo

pulmonar.

7.

Los principios del tratamiento del mal de altura agudo

(MAA) son el descenso y el oxígeno suplementario.

Si no se dispone de estas opciones, se recomienda

administrar dexametasona y acetazolamida para dicha

alteración y para el edema cerebral de las grandes

alturas (ECGA). En el edema pulmonar de las grandes

alturas se recomiendan fármacos que disminuyan la

presión arterial pulmonar, como el nifedipino.

8.

Cuando se administra anestesia en altitud a pacientes

aclimatados y por lo demás sanos, sólo debería utilizarse

oxígeno suplementario para mantener la saturación

arterial de dicho gas al nivel basal (no a niveles

normales). La administración abundante de oxígeno

puede revertir la aclimatación.

9.

A medida que la presión ambiental se altera, los

vaporizadores anestésicos proporcionan una

concentración variable, pero una presión parcial fija.

Por tanto, no es necesario ajustar los parámetros del

vaporizador cuando se administra la anestesia en una

cámara hiperbárica o en altitud.

10.

Se han observado complicaciones imprevistas después

del uso de anestesia para procedimientos menores en

primates después de vuelos espaciales. Los efectos

fisiológicos y farmacológicos de la anestesia neuroaxial

o general durante o después de un vuelo espacial se

comprenden mal, pero pueden consistir en hipotensión,

resistencia a los relajantes musculares no

despolarizantes e hiperpotasemia exagerada debida al

suxametonio.

© 2010. Elsevier España, S.L. Reservados todos los derechos

La medicina hiperbárica comenzó en el siglo xix, al observarse que

la recompresión de los buzos y de los trabajadores sometidos a aire

comprimido lograba la mejoría clínica de su enfermedad por des-

compresión. El tratamiento con aire hiperbárico se usó después

para varias enfermedades como la tuberculosis, la insuficiencia

cardíaca, el enfisema, la bronquitis, el asma, el crup, la tos ferina, la

anemia, la anorexia, la dispepsia, la leucorrea, la menorragia, el

dolor neurálgico y la depresión, sin ninguna base científica. Una

excepción fue el uso por Fontaine, en 1879, de una cámara hiper-

bárica móvil para anestesia y cirugí

a 1

, en la que el paciente recibía

una mezcla de óxido nitroso y oxígeno, comprimida a 1,25-1,33 at­

mósferas absolutas (ATA)

( fig. 70-1

). Al respirar aire en la cámara

de Fontaine, se habría obtenido una Po

2

inspirada equivalente a O

2

al 26-28% a 1 ATA, lo cual supone, quizá, el primer uso de una Po

2

elevada durante la anestesia y, sin duda, la primera administración

de óxido nitroso hiperbárico.

El empleo de O

2

a alta presión para el tratamiento de la

enfermedad por descompresión ya se había sugerido ante

s 2

y se