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Muerte encefálica

Kenjiro Mori, Koh Shingu y Shinichi Nakao

Puntos clave

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 1.

En 1959 se utilizó por primera vez para describir lo que era

el cese de las funciones encefálicas un concepto similar a

lo que es la definición moderna de muerte encefálica,

aunque el tema se volvió más controvertido con el

desarrollo de los transplantes de órganos. Los criterios

para poder hablar de muerte encefálica se publicaron en

1968, un año después de que se realizara el primer

transplante de corazón. A pesar de que la diversidad

cultural y religiosa puede originar grandes diferencias en

cuanto a la actitud hacia la muerte encefálica y de que no

existe un consenso global en cuanto a los criterios

diagnósticos, el uso del concepto de muerte encefálica

para definir la muerte de un individuo está ampliamente

extendido. Muchos países han publicado

recomendaciones y requisitos legales para poder hacer el

diagnóstico de muerte encefálica, siendo éste un

prerrequisito necesario para la donación de órganos.

 2.

El concepto tradicional de muerte estaba basado en la

interrupción de las funciones cardíaca y respiratoria

debido a la aceptación de unos conceptos sencillos y no

médicos: que la vida comienza con la primera inspiración

tras el nacimiento, que la muerte sobreviene con la

última espiración, y que la actividad cardíaca cesa unos

minutos después de la última espiración. Por el contrario,

el concepto moderno de muerte encefálica adopta las

conclusiones de la biología moderna (teoría del cerebro

como integrador central): que el SNC, incluido el tronco

del encéfalo, es el centro de control del organismo vivo,

que el cese de las funciones del SNC representa la

interrupción de la armonía de la vida, y que sin el control

del SNC, el organismo vivo no es más que un conjunto de

células vivas. Sin embargo, esta teoría resulta

controvertida porque no todos los pacientes en situación

de muerte encefálica sufren inevitablemente un colapso

cardiovascular en un corto período de tiempo, y pueden

ser capaces de asimilar nutrientes, combatir infecciones,

cicatrizar heridas y sacar adelante una gestación.

 3.

Los traumatismos encefálicos o las lesiones

cerebrovasculares provocan edema cerebral. Como

el cerebro está cubierto por un cráneo óseo rígido, el edema

se acompaña de un aumento de la presión intracraneal,

que, si es lo suficientemente alta, supera la presión arterial.

Cuando se detiene la circulación cerebral, se produce la

necrosis aséptica del encéfalo, que en un plazo de 3-5 días

se convierte en una masa licuada. Este aumento de la

presión intracraneal comprime todo el encéfalo, incluido el

tronco del encéfalo, y se produce un infarto encefálico total.

 4.

Los estudios clínicos indican que, tras el inicio de la muerte

encefálica, se conserva durante un período de tiempo

cierto grado de las funciones hipotalámica y

adenohipofisaria. La respuesta del sistema inmunitario a la

estimulación se modifica de forma considerable tras la

pérdida total e irreversible de las funciones del SNC. La

terapia hormonal para la estabilización hemodinámica de

los donantes en muerte encefálica encuentra su base

teórica y científica en los cambios hormonales y en la

respuesta inflamatoria observada tras la muerte encefálica.

 5.

Durante el proceso de muerte encefálica tras una lesión

craneal o una hemorragia intracraneal, aumenta la

presión intracraneal y la compresión troncoencefálica

produce una hipertensión y bradicardia marcadas (es

decir, fenómeno de Cushing). Al principio de la muerte

encefálica por la herniación amigdalar, los valores de la

presión arterial caen de forma brusca y se recuperan

gradualmente con el restablecimiento de la

automaticidad de la médula espinal.

 6.

La determinación de la muerte encefálica confirma la

interrupción irreversible de todas las funciones

encefálicas, incluido el tronco del encéfalo. La

irreversibilidad significa que no es de esperar de forma

razonable que algún tratamiento modifique esta

condición. Aunque desde el punto de vista conceptual es

imposible analizar todas las funciones encefálicas, el cese

de todas ellas se determina prácticamente por la pérdida

de la consciencia, la pérdida de las respuestas

troncoencefálicas, la apnea y las pruebas de confirmación.

 7.

La muerte cerebral, también llamada estado vegetativo

persistente, se refiere al cese de las funciones de la

corteza cerebral. No es equivalente a la muerte.

 8.

A las diferencias culturales y religiosas que existen en

torno a la muerte se suma la gran variabilidad de políticas

y prácticas para determinar la muerte encefálica a escala

internacional, e incluso entre estados y hospitales.

 9.

Las pruebas que se utilizan para la confirmación de

muerte encefálica son el electroencefalograma (EEG), las

respuestas evocadas y la medición del flujo sanguíneo.

10.

Como los pacientes con muerte encefálica tienen una

médula espinal intacta y presentan reflejos viscerales y

somáticos, requieren un control anestésico especial, que

incluye el uso de relajantes musculares, vasodilatadores

y, quizá, sedación y analgesia. El anestesiólogo debe

comprender las definiciones médicas y legales de

muerte, así como los conceptos éticos subyacentes.

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