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Cuidados críticos

VII

Los avances médicos han cambiado el concepto y definición de

muerte, y la legislación también debe cambiar en consecuencia.

Esto se debe a los progresos conseguidos en el transplante de

órganos y en el creciente número de pacientes cuyo cuerpo vive,

pero sin función encefálica; lo que es una consecuencia de los

descubrimientos en las técnicas de reanimación y soporte vital.

Estas mejoras en la medicina de cuidados intensivos implican que

tanto los neurólogos como los neurocirujanos o los anestesiólogos

deben ser capaces de hacer un diagnóstico adecuado de muerte.

Aunque la diversidad cultural y religiosa puede originar grandes

diferencias en cuanto a la actitud hacia la muerte encefálica y de

que no existe un consenso en los criterios diagnósticos, el concepto

de muerte encefálica como definición de muerte de la persona está

aceptado de forma generalizad

a 1,2 .

Muchos países han publicado

las recomendaciones y los requisitos legales para el diagnóstico de

muerte encefálica como un requisito previo necesario para la dona-

ción de órgano

s 3,4

.

Antecedentes históricos

En 1902, Cushin

g 5

fue el primero que dijo que, en los monos, se

producía una interrupción del flujo cerebral cuando la presión intra-

craneal superaba la presión arterial. También describió el uso de la

ventilación mecánica para prolongar la función cardíaca durante 23

horas, tras la interrupciónde la respiración espontánea enunpaciente

con un tumor cerebral. En 1959, Bertrand y cols

. 6

publicaron que

utilizando medios mecánicos habían conseguido mantener la respi-

ración durante 3 días después de la muerte de un paciente con otitis

media que sufrió un colapso respiratorio. El coma profundo fue

precedido de repetidas convulsiones. La autopsia reveló una extensa

necrosis de las cortezas cerebral y cerebelosa, los ganglios basales, y

los núcleos troncoencefálicos, lo que se atribuyó a la interrupción del

flujo cerebral durante la ventilación artificial. También en 1959,

Mollaret y cols. describieron por primera vez el cese de las funciones

encefálicas utilizando un concepto similar a la definición actual de

muerte encefálica (es decir, coma sobrepasado

) 7

.

Estos informes históricos apoyan el argumento de que el

concepto de muerte encefálica es independiente de los transplantes

de órganos procedentes de pacientes en ese estado y que se esta-

bleció antes del inicio de esta práctica. Sin embargo, aún no está

claro si la muerte encefálica está o no directamente relacionada con

el transplante de órganos. Las acaloradas disputas sobre la muerte

encefálica comenzaron después de que el doctor Barnard llevara a

cabo el primer transplante de corazón en 1967. Un año después, el

Committee of the Harvard Medical School to Examine the Defini-

tion of Brain Death que se creó ad hoc publicó sus criterios de

muerte encefálica y definió «el coma irreversible como un nuevo

criterio de muerte

» 8 .

Las deliberaciones de este comité se basaron

en la fórmula que entiende al cerebro como un todo. En 1981 la

President’s Commission for the Study of Ethical Problems in Medi-

cine and Biomedical and Behavioral Researc

h 9

definió al encéfalo

como «el órgano principal» y justificó la aplicación de la definición

del encéfalo como un todo para la muerte encefálica en Estados

Unidos. Esta fórmula fue asumida por la Uniform Determination

of Death Act (UDDA

) 10

al afirmar que «un individuo que presenta

1) un cese irreversible de la función circulatoria y respiratoria, o

bien 2) un cese irreversible de todas las funciones del cerebro en

su conjunto, incluido el tronco del encéfalo, está muerto». Esta

descripción es la que más se utiliza a escala mundial y constituye

la base de la codificación legal en muchos países de Occidente. Las

instituciones, las agencias estatales, los grupos de expertos y los

gobiernos han ofrecido múltiples criterios de muerte encefálica

( tablas 88-1 y 88-2 ) 1,3,4,11,12 .

Por el contrario, en 1976 la Conferencia de los Medical Royal

Colleges y sus Facultades en el Reino Unido habló por primera vez

de muerte troncoencefálica aislada para definir la muerte encefá-

lic

a 13

. El documento de 1995 titulado «Criterios para el diagnóstico

de muerte troncoencefálica

» 14

promovía la sustitución del término

muerte encefálica

por el de

muerte troncoencefálica

y daba una

definición de muerte en la que afirmaba que «la muerte se define

como la pérdida irreversible de la capacidad de consciencia, com-

binada con la pérdida irreversible de la capacidad de respirar».

Concepto tradicional de muerte

de un organismo

En la Antigua Grecia existían dos conceptos relacionados con el

cuerpo, lugar en el que se almacenaba «el principio de la vida»,

actualmente conocido como «la función del cerebro». Uno de estos

conceptos se lo debemos a Platón y el otro a Aristóteles. Platón

postuló primero el alma tripartita en la

República

y

Timeo

. La

primera parte es la razón; la segunda, la emoción; y la tercera, el

apetito o el deseo. La razón, a la que hoy en día debemos llamar

«consciencia», es la reaparición del alma de Dios (lo divino), con-

tenida idealmente en un navío donde todas las distancias desde el

centro son las mismas (es decir, la cabeza). La segunda, el alma, la

emoción, se encuentra ubicada en el corazón. Afecta a la circulación,

y sus manifestaciones, como el pulso; son funciones que se correla-

cionan con lo que hoy entendemos como sistema nervioso autó-

nomo. El cuello constituye una especie de istmo entre la cabeza y

el tronco, asegurándose así que la razón no se ve afectada por la

emoción. La tercera parte del alma, es decir, el apetito por la comida,

la bebida y el deseo sexual, conforma la parte menos noble. Se ubica

en el estómago, separada del corazón por el diafragma, y estaba

pensada para ser castigada por el amargor de la bilis. No obstante,

no podemos hacer una interpretación demasiado literal de todo

ello, ya que se propuso como una especie de analogía para el

consumo del ciudadano de a pie. Para Platón la «muerte» era la

separación de la razón del cuerpo mortal, mientras que Sócrates en

su

Apología,

confesaba que desconocía el destino de la razón después

de la muerte. Siguiendo la idea de Platón, el concepto neurofisioló-

gico actual de «estado vegetativo persistente» equivale a muerte.

A diferencia de Platón, Aristóteles, a quien se conoce como el

padre fundador de la genética, puso el énfasis en la experiencia o en

el conocimiento empírico, en lugar de en el pensamiento abstracto.

Mantenía que todas las funciones del cerebro se albergaban en el

corazón, al que consideraba el órgano más importante del cuerpo

–la sede de la inteligencia y el origen del movimiento de las sensa-

ciones–. Los órganos que lo rodean, como el cerebro o los pulmones,

existen simplemente para enfriar el corazón. Aristóteles disecó

perros, caballos, saltamontes, grillos y otras criaturas para entender

las razones por las que, por ejemplo, un perro no puede dar vida a

un caballo. Pensaba que los animales «cocinan» los alimentos en su

tracto digestivo y que la sangre transporta los nutrientes desde el

corazón hasta cada órgano. Este transporte se correspondería con

las señales eléctricas de los nervios según la neurofisiología actual.

De acuerdo con Aristóteles, los pulmones enfrían el corazón, y el

cráneo sería como un aparato de aire acondicionado que licúa al

transmisor, una especie de «pneuma» (espíritu).

En el sistema aristotélico, se suponía que el vehículo que

transporta las órdenes desde el centro de control hacia los órganos

y los tejidos, que equivaldría casi a las señales eléctricas del sistema

nervioso en términos de la neurofisiología actual, era algo parecido

al vapor o al gas. Este concepto es la base de la idea de «pneuma»

(soplo o espíritu). Dios creó al hombre (Adán) a partir del polvo