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mantenimiento de la vigilia o el control del ciclo sueño-despertar

no depende de forma exclusiva e inalterable de una única región

del encéfal

o 26

. En la muerte encefálica se cree que el paciente no

tiene consciencia ni actividad intelectual, y, por tanto, no tiene una

auténtica esencia humana. Este estado se denomina coma profundo

y es la base para el concepto de muerte troncoencefálica.

Hockaday y cols

. 27 ,

por un lado, y Schwab y cols

. 28

, por otro,

estudiaron los EEG de 550 pacientes comatosos, analizaron 26

casos de parada cardíaca súbita y 13 de parada respiratoria, y cla-

sificaron las anomalías de los EEG en cinco grados, según la evo-

lución final. El pronóstico de los pacientes incluidos en el grado I

era favorable. La determinación del pronóstico de aquellos clasifi-

cados como grados II y III requirió que se repitieran los registros

EEG. Cuando éstos mostraban mejoría al segundo día o tercera

sesión de registro, el pronóstico era favorable. Cuando el EEG

tendía a empeorar, el pronóstico era malo. En este sistema, el grado

Vb, en el que no hay ninguna actividad EEG, representa el EEG de

muerte encefálica. Cuando el flujo sanguíneo cae por debajo de

18ml/100g/min, se producen cambios significativos en el EEG, que

es isoeléctrico cuando dicho flujo está entre 12-15ml/100g/mi

n 29 .

Sin embargo, Paolin y cols

. 30

demostraron que 7 de 15 pacientes

con diagnóstico clínico de muerte encefálica presentaban actividad

eléctrica persistente, aunque las mediciones del flujo sanguíneo

cerebral con xenon-133 y angiografía cerebral selectiva mostraban

una parada circulatoria intracraneal.

Respiración

El centro respiratorio principal, formado por las neuronas inspira-

torias y espiratorias, se localiza en el centro reticular del bulbo

raquídeo. En animales de laboratorio y pacientes con lesiones tron-

coencefálicas se observan varios patrones respiratorios anómalos

(p. ej., jadeo, apnea, y respiraciones superficiales irregulares). En

pacientes con muerte encefálica no se produce respiración espon-

tánea aunque la presión parcial de dióxido de carbono alcance

55-60 mmHg. La estimulación mecánica de la carina para inducir

el reflejo tusígeno puede ser útil para detectar el funcionamiento

residual de las neuronas respiratorias del bulbo.

Funciones cardiovasculares

Las neuronas centrales que controlan el sistema circulatorio se

distribuyen de manera difusa en los núcleos reticulares de la pro-

tuberancia y el bulbo. De estas neuronas, las vasomotoras y las

cardioaceleradoras presentan un control de retroalimentación

negativa a través de los nervios carotídeos y del seno aórtico, que

hacen relevo en el núcleo del tracto solitario. La activación de estas

células induce una liberación nerviosa simpática, que aumenta la

frecuencia cardíaca y la presión arterial. A continuación, la hiper-

tensión inhibe estas células a través de un mecanismo de retroali-

mentación, y la circulación vuelve a los niveles de preactivación.

Durante el proceso de muerte encefálica tras un trauma-

tismo craneoencefálico o una hemorragia intracraneal, la presión

intracraneal aumenta, y la compresión troncoencefálica produce

una intensa hipertensión y bradicardia (es decir, el fenómeno de

Cushing). En un modelo animal de muerte encefálica, se estudió el

mecanismo preciso de las respuestas cardiovasculares debidas a la

progresión de la isquemia del SNC como resultado de una masa

supratentorial en expansión. Cuando todo el cerebro estaba isqué-

mico, se observaba una activación vagal con resultado de descenso

de la frecuencia cardíaca, descenso de la presión arterial media, y

descenso del gasto cardíaco. A medida que la isquemia progresaba

en sentido rostral para llegar a la protuberancia, la estimulación

simpática se añadía a la vagal, y se producía bradicardia e hiper-

tensión (fenómeno de Cushing). Cuando todo el tronco del encé-

falo presenta isquemia, el núcleo cardiomotor vagal también sufre

isquemia, y se produce una estimulación simpática sin oposición,

que origina taquicardia, hipertensión y niveles elevados de cateco-

laminas en sangre (es decir, una tormenta neurovegetativa

) 31,32

.

Algunos expertos creen que en esta fase de tormenta neurovegeta-

tiva se puede producir una lesión miocárdica, que puede contribuir

al fracaso precoz de algunos transplantes y ocultar o complicar las

manifestaciones histológicas del rechazo en otro

s 31 .

Sin embargo,

en el ser humano, este estado de taquicardia e hipertensión puede

ser breve, y puede que no sean necesarios, e incluso que no sean

recomendables, los intentos para reducir la presión arteria

l 32 .

Cuando la presión intracraneal es alta, la presión arterial

disminuye de forma brusca

( fig. 88-1 )

. Este descenso súbito es la

manifestación de la herniación amigdalar (es decir, la herniación

de las amígdalas cerebelosas) a través del agujero magno hacia la

médula espinal cervical, donde la salida de las neuronas vasomo-

toras y cardioaceleradoras hacia la médula espinal se interrumpe

de forma brusca. Este es un comienzo típico de muerte encefálica.

Estos cambios tan drásticos de la presión arterial no se observan

en otros tipos de muerte encefálica, como en las inducidas por

hipoxia o por otros factores complejos. Se requiere una reposición

de volumen adecuada con solución salina equilibrada o con coloi-

des y, en algunos casos, es necesario transfundir sangre. A veces se

necesitan agentes inotrópicos, como dopamina, adrenalina o nora-

drenalina, para mantener una presión arterial adecuada. Las neu-

ronas cardioaceleradoras y vasomotoras de la médula espinal (que

se localizan en el asta lateral) adquieren automatismo tras varios

días de desconexión de las estructuras supraespinales, por lo que

la presión arterial se normaliza sin necesidad de administrar sus-

tancias vasopresora

s 33 .

Los anestesiólogos están familiarizados con

esta situación, ya que la presión arterial de fondo suele ser normal

en pacientes tetrapléjicos.

Después de producirse la muerte encefálica, se desarrollan

diferentes tipos de reflejos neurovegetativos medulares, como la

elevación de la presión arterial por distensión de la vejiga urinaria.

La estimulación quirúrgica induce hipertensión y taquicardia en

pacientes tetrapléjicos, fenómeno que los anestesiólogos conocen

bien. Un proceso similar se ha observado en pacientes con muerte

encefálic

a 34

. Durante la extracción de órganos deben utilizarse

vasodilatadores, anestesia general o ambo

s 35 .

Aunque las neuronas

cardioaceleradoras y vasomotoras se localizan en el tronco del

encéfalo, los cambios de la presión arterial no se utilizan como

indicador funcional de esta estructura.

Regulación de la temperatura corporal

Rodbar

d 36

sugirió que los mecanismos neurológicos que dirigen el

control homeostático de la temperatura se han desarrollado en el

hipotálamo a partir de neuronas de control circulatorio a lo largo

de todo el proceso evolutivo desde los reptiles hasta los mamíferos.

La temperatura corporal se regula cuando cambios en la tempera-

tura sanguínea estimulan receptores sensibles al calor en el hipo-

tálamo. Los impulsos nerviosos de los receptores cutáneos del frío

también pueden activar las neuronas productoras de calor. Los

principales productores de calor son los músculos esqueléticos, el

cerebro, el hígado y el corazón. El principal radiador de calor es la

piel, sobre todo la de las manos. La estimulación eléctrica local del

centro productor de calor induce escalofríos y vasoconstricción

cutánea, activación de los nervios vasomotores y descenso del flujo

sanguíneo. El calentamiento del centro de pérdida de calor suprime

la actividad nerviosa vasomotora y, de esta manera, incrementa el

flujo sanguíneo cutáneo.

En la muerte encefálica se pierde la conexión neurológica

entre el centro termorregulador y los tejidos periféricos, por lo que

Muerte encefálica

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Sección VII

Cuidados críticos

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