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Más del 60% de los trasplantes intestinales se hicieron por un

síndrome de intestino corto y la mitad de los receptores tenían

menos de 6 año

s 144 .

La supervivencia global de los injertos fue del 66% al año y

del 20% a los 5 años, resultados mucho mejores que los de años

precedentes, en los que era muy frecuente el fracaso precoz general

de los mismos. Parece que esta mejoría se debe a las modificaciones

del tratamiento inmunosupreso

r 270 .

Este tipo de trasplantes, tanto

los de intestino aislado como los combinados de hígado e intestino,

sólo se llevan a cabo en unos pocos centros, tanto en la forma

aislada como en la combinada con un trasplante hepático e intes-

tinal. La dependencia de la nutrición parenteral total puede dar

lugar a una esteatosis hepática con insuficiencia de este órgano que

obliga a la realización de un trasplante combinado de hígado e

intestino. En estos casos, es esencial la optimización de la irrigación

sanguínea hepatoesplácnica. El aporte de líquidos y el apoyo ino-

tropo pueden resultar beneficioso

s 271 .

No obstante, no se han rea-

lizado estudios sobre el tratamiento anestésico perioperatorio ni

sobre la evolución a largo plazo de los pacientes y los injertos.

Infección después del trasplante

de órganos sólidos abdominales

Después del trasplante, los receptores de órganos tienen un riesgo

significativo de sufrir varias complicaciones, como infecciones bac-

terianas, fúngicas y virales. Las infecciones en esta población de

pacientes se asocian a una mayor morbimortalidad, porque los

receptores de trasplantes presentan unos riesgos infecciosos espe-

cíficos en comparación con los pacientes inmunocompetentes de

UCI. Los estudios realizados con pacientes que han recibido dis-

tintos órganos abdominales trasplantados muestran la relevancia

de la infección postoperatoria en los receptores de trasplantes. En

el primer mes después del trasplante, las causas de infección son

sobre todo nosocomiales, secundarias a la técnica quirúrgica o a

complicaciones técnicas. Después del trasplante de cualquier

órgano abdominal, existe un riesgo de infecciones del sitio quirúr-

gico, abscesos abdominales y hematomas infectados. En esta pobla-

ción de pacientes cada vez se encuentran con más frecuencia

microorganismos mutirresistentes a fármacos y es probable que

planteen dificultades significativas en el futuro.

En el trasplante hepático, las complicaciones quirúrgicas

como las fugas biliares pueden causar infecciones con posteriori-

dad, como peritonitis, colangitis y abscesos hepático

s 272 .

El riesgo

de infecciones fúngicas tras un trasplante hepático ortotópico

aumenta con la insuficiencia renal, transfusiones, retrasplante,

laparotomías repetidas y con la creación de una anastomosis en Y

de Roux del conducto colédoco.

Las infecciones del sitio quirúrgico de los tejidos blandos

suelen diagnosticarse por los signos clínicos cuando aparecen

eritema, hipersensibilidad, exudados purulentos y crepitación alre-

dedor de la herida

9 .

Amenudo, las infecciones superficiales del sitio

quirúrgico pueden tratarse sólo con antibióticos, aunque cualquier

infección rápidamente progresiva de los tejidos blandos requiere

un tratamiento quirúrgico precoz. Los microorganismos grampo-

sitivos suelen provocar infecciones superficiales del sitio quirúr-

gico, pero las infecciones necrosantes suelen ser polimicrobianas.

Una infección del sitio quirúrgico que afecte a las estructuras tisu-

lares más profundas puede ser más difícil de identificar. Los pro-

cedimientos diagnósticos que se realizan son, entre otros, el cultivo

y tinción de Gram de cualquier líquido obtenido de la herida o de

los drenajes, ecografía o TC para localizar las posibles colecciones

de líquidos y la posible repetición de la laparotomía. Las laparoto-

mías se asocian a una mayor mortalidad, pero suelen ser necesarias

en los pacientes trasplantados en estado crítico, sobre todo en

aquellos con sepsis e insuficiencia multiorgánic

a 273 .

El drenaje

guiado por TC permite el tratamiento satisfactorio del 80% de los

abscesos abdominales en los pacientes de cirugía genera

l 274 .

Los

abscesos intraabdominales en el trasplante hepático ortotópico

suelen estar cerca del tracto biliar, sobre todo si la reconstrucción

biliar se realizó con una coledocoyeyunostomía en Y de Roux.

Los receptores de aloinjertos renales con una concentración

elevada de creatinina sérica, fístulas o fugas urinarias y un sondaje

vesical prolongado tienen un mayor riesgo de infección de la

herid

a 275 .

Después de un trasplante simultáneo de páncreas y riñón,

el riesgo de infección del sitio quirúrgico puede estar ligeramente

aumentado si las secreciones exocrinas del páncreas se drenan a

nivel intestinal, en lugar de hacerlo a través de la anastomosis del

conducto pancreático a la vejig

a 276 .

Además, los receptores de tras-

plante hepático que tienen un catéter de diálisis peritoneal desde

antes del trasplante pueden presentar un mayor riesgo de infeccio-

nes intraabdominales, sanguíneas y de la herid

a 275 .

Es frecuente que los receptores de trasplantes requieran una

estancia prolongada en la UCI, con un período largo de intubación

y de inserción de un catéter venoso central y de una sonda urinaria

permanentes. Estos dispositivos son factores de riesgo significativo

para presentar una neumonía asociada al ventilador, infecciones

del tracto urinario e infecciones sanguíneas relacionadas con el

catéter en una población de pacientes que presentan un compro-

miso inmunitario significativo.

Las enfermedades concurrentes, como la diabetes y la insu-

ficiencia renal persistente, pueden contribuir a la susceptibilidad a

las infecciones. La insuficiencia renal provoca un aumento de 15-21 ve-

ces del riesgo de infección fúngica invasiva. La neumonía supone

el 41% de los episodios febriles en la UCI en los primeros 7 días

del postoperatorio; el riesgo de infecciones sanguíneas relacionadas

con el catéter se multiplica por 3 después de la primera semana.

Los pacientes suelen tomar varios fármacos inmunosupresores que

actúan a través de mecanismos inhibidores múltiples, lo que puede

favorecer la infección.

Inmunosupresión

El reconocimiento de un aloantígeno extraño tras el trasplante de

un órgano desencadena una respuesta inmunitaria en el huésped.

El objetivo inmediato del tratamiento inmunosupresor es evitar el

rechazo de los injertos procedentes de donantes genéticamente no

idénticos. Para reducir el ataque inmunológico de los injertos y la

activación de los linfocitos T, que a su vez ponen en marcha la

forma predominante de rechazo agudo, se han desarrollado varios

fármacos inmunosupresores. Cada uno de ellos inhibe distintos

pasos de la activación de los linfocitos T, un proceso muy complejo

que puede dividirse en dos fases: una fase de sensibilización y una

fase efectora. La primera fase de la activación de los linfocitos T

comprende la interacción entre las células presentadoras de antí-

genos del injerto y los linfocitos T CD3 del huésped. En la segunda

fase participan los receptores coestimuladores del tipo de B7, CD28

y CD40, proceso que también activa la respuesta de los linfocitos

T y la secreción posterior de citocinas por parte de éstos una vez

activados. La interacción entre las moléculas de adhesión interce-

lular y las citocinas (p. ej., interleucina-2, interferón

g

y factor de

necrosis tumoral

b

) activa la cascada de transcripción, con mayor

amplificación de la activación de los linfocitos T a través de la

síntesis de ADN y la proliferación de dichos linfocitos, y desem-

peña un papel esencial en el rechazo del injerto. La evolución de

las reacciones de rechazo es variable: el rechazo hiperagudo tiene

Anestesia en el trasplante de órganos abdominales

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Sección IV

Anestesia por subespecialidades en el adulto

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