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miento médico adicional, o bien que será necesario administrar un

tratamiento (p. ej., de una hipertensión pulmonar moderada) antes

de proceder al trasplante. Es fundamental conocer y documentar

las pruebas preoperatorias, porque sus resultados son los que

dirigen el tratamiento perioperatorio del paciente. Por ejemplo, los

signos de hipertensión pulmonar moderada en la ecocardiografía

de un paciente sin cateterismo cardíaco pueden justificar la colo-

cación perioperatoria de un catéter en la arteria pulmonar para

medir la presión antes de comenzar la incisión. Lo ideal es que la

colocación del catéter de arteria pulmonar se realice en la UCI

antes de llevar al paciente al quirófano. Por el contrario, un catete-

rismo cardíaco derecho realizado inmediatamente antes de la

intervención, en el que no se observen signos de hipertensión

pulmonar, hará innecesaria la colocación de un catéter en la arte­

ria pulmonar para vigilar la presión.

Se ha demostrado que la alteración de la función renal preo-

peratoria es un factor de riesgo independiente para la morbilidad

y la mortalidad postoperatorias de los pacientes con trasplante

hepátic

o 191 .

La valoración longitudinal resulta esencial porque un

diagnóstico previo de función renal límite puede haber dado lugar

a una insuficiencia renal que requiera una intervención intraope-

ratoria del tipo de hemofiltración venovenosa continua o diálisi

s 203 ,

o incluso a un trasplante combinado de hígado y riñón. También

es crucial investigar la presencia de nuevas infecciones el día de la

intervención, pues las infecciones que evolucionan de forma no

controlada o las de nueva aparición pueden obligar a posponer la

intervenció

n 204 .

Tratamiento intraoperatorio

La magnitud de los recursos intraoperatorios y de la utilización de

personal varía ampliamente de unos centros de trasplante a otros

y depende de la práctica institucional, del número de casos y de la

experiencia del personal. No existe un estándar de la práctica

clínica para el trasplante hepático, a diferencia de lo que sucede en

otros procedimientos. La vigilancia hemodinámica puede consistir

en un catéter de la arteria pulmonar, la ETE o la simple monitori-

zación de la PVC. El tipo del equipo de infusión de gran volumen

difiere entre los centros de trasplante, y lo mismo sucede con el

uso de la derivación venovenosa (DVV) durante la fase anhepática.

En una reciente revisión de 62 centros de trasplante de Estados

Unidos realizada por Schumann, se observó que el catéter de la

arteria pulmonar se utilizó en alrededor del 30%, la ETE en el

11,3% y la DVV en aproximadamente la mitad de los trasplantes

de adultos. También se detectó una tendencia a la disminución del

uso de los catéteres de la arteria pulmonar y de la DVV a medida

que aumentaba el número de caso

s 205 .

Es evidente que resulta

difícil establecer recomendaciones sobre la utilización de los diver-

sos recursos, pues éstas dependen de varios factores. En los últimos

tiempos, la ETE se utiliza cada vez más para el control de la flui-

doterapia, la monitorización de la función cardíaca y la identifica-

ción de las complicaciones intraoperatorias (p. ej., embolia

pulmonar).

Resulta esencial mantener una comunicación estrecha con

el banco de sangre antes de la cirugía. Deben establecerse protoco-

los normalizados, con una recomendación sobre la organización

de los hemoderivados. Éstos pueden consistir en 10 U de concen-

trado de hematíes y 10 U de plasma fresco congelado, que deben

encontrarse en el quirófano, así como 4 U de plaquetas de donante

único disponibles a petición. Dada la magnitud de los líquidos que

pueden administrarse, la disponibilidad de gráficas separadas para

los líquidos y el laboratorio mejorará la exactitud del registro y

ayudará a identificar las tendencias. La frecuencia con la que deben

remitirse las muestras de sangre al laboratorio depende del estado

clínico del paciente, del progreso de la intervención y de la expe-

riencia del equipo de trasplante.

En la mayoría de los pacientes existen ya vías intravenosas

cuando llegan al quirófano que pueden usarse durante la induc-

ción. Se desaconsejan los catéteres epidurales en estas intervencio-

nes, debido a la persistencia de una coagulopatía perioperatoria

prolongada. No es imprescindible colocar una vía arterial para

vigilar la presión arterial ni un catéter central o pulmonar antes de

la inducción. Muchos pacientes en quienes va a realizarse un tras-

plante hepático pueden recibir

b

-bloqueantes inespecíficos como

profilaxis secundaria de una hemorragia digestiva alta (p. ej., varices

esofágicas). Estos pacientes tienden a estar estables durante la

inducción.

La mayoría de los pacientes tienen una función cardíaca bien

conservada, sin hipertensión arterial ni pulmonar significativa. La

inducción puede hacerse con un anestésico intravenoso como pro-

pofol, tiopental o etomidato, con o sin opioides y bloqueantes neu-

romusculares de acción corta o intermedia.

La hepatopatía terminal produce cambios del flujo sanguí-

neo hepático, con disminución de la capacidad de biotransforma-

ción de determinados fármacos, hipoalbuminemia y alteración del

volumen de distribució

n 174 .

En estos pacientes, varios estudios

demostraron modificaciones de la farmacocinética y la farmacodi-

námica (FC/FD) de las sustancias utilizadas habitualmente para la

anestesia, entre ellos los relajantes musculares no despolarizantes y

las benzodiazepinas. Sin embargo, la extrapolación de esta infor-

mación al tratamiento intraoperatorio resulta difícil, debido a la

naturaleza muy dinámica del procedimiento (fase anhepática,

pérdida de sangre considerable, hipotermia). Lo más relevante es

que en un momento determinado se implanta un hígado funcio-

nante, lo que dificulta mucho la interpretación de los estudios

longitudinales de FC/FD. La mayoría de estos estudios se han cen-

trado en un aspecto concreto del trasplante hepático, por ejemplo

en el impacto que la fase anhepática o la conservación hipotérmica

ejercen sobre el metabolismo de los fármacos. Los resultados

indican que sustancias como el sufentanilo y el propofol tienen

cierto grado de metabolismo extrahepático

206 .

Los conocimientos existentes justifican la elección de cisatra-

curio o de atracurio, en vez de vecuronio, como relajantes muscu-

lares en el trasplante hepático. Se ha demostrado que la relación

FC/FD del vecuronio sufría una alteración considerable en las

hepatopatías, mientras que la eliminación del cisatracurio y del

atracurio es independiente de la función hepátic

a 207 .

Por otra parte,

los relajantes musculares se han usado como sondas para valorar

la función del hígado recién implantad

o 208-211 .

No obstante, todos

los fármacos no despolarizantes son satisfactorios en el trasplante

hepático, siempre que la monitorización neuromuscular sea

adecuada.

También se han usado varios opioides, entre ellos fentanilo,

sufentanilo, alfentanilo y remifentanilo durante estos trasplantes.

A menudo está justificada la inducción de secuencia rápida o de

secuencia rápida modificada, porque los pacientes suelen tener una

ascitis significativa o un retraso del vaciamiento gástrico. La hipo-

tensión postinducción puede ser consecuencia de una resistencia

vascular sistémica muy baja con una hipovolemia relativa, que en

general puede tratarse con pequeñas cantidades de vasoconstricto-

res (p. ej., fenilefrina). A excepción del halotano, todos los anesté-

sicos volátiles son adecuados para el trasplante hepático, y los más

utilizados son el isoflurano y el desflurano.

Puede considerarse la conveniencia de corregir una coagu-

lopatía grave antes de colocar las vías y la ecografía puede facilitar

la canulación venosa central, aunque no hay unas directrices con-

sensuadas. Entre las vías usadas debe colocarse una en la arteria

radial para la monitorización invasiva de la presión arterial y dos

o tres catéteres intravenosos de gran calibre. Lo ideal es que uno

de ellos sea para infusión rápida. La elección de la monitorización

hemodinámica depende de la práctica de cada centro. Sin embargo,

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Anestesia por subespecialidades en el adulto

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