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si se sospecha o se sabe que existe hipertensión pulmonar, antes de

la inducción y la incisión deberá colocarse un catéter pulmonar

para determinar la PAP. Hay que considerar que una hipertensión

moderada o grave de diagnóstico reciente es un motivo para sus-

pender la intervención. Estos pacientes pueden volver a la lista de

espera para trasplante una vez iniciado un tratamiento médico

satisfactorio. El diagnóstico no significa, por sí solo, que se niegue

al paciente un trasplante que necesita.

Para descomprimir el estómago y mejorar la exposición qui-

rúrgica, se coloca una sonda orogástrica o nasogástrica. Esta

maniobra es esencial durante la fase de disección e incluso aún más

durante la fase anhepática, cuando se realizan las anastomosis vas-

culares. No hay que olvidar que estos pacientes suelen tener una

coagulopatía grave y que la colocación de la sonda nasogástrica

puede provocar una hemorragia significativa. De forma excepcio-

nal, los pacientes sometidos a un trasplante hepático sufren una

hemorragia digestiva alta no controlada durante la intervención

que obliga a la colocación de una sonda de Minnesota o de Sengs-

taken-Blakemore.

Antes de proceder a la incisión, debe asegurarse una cober-

tura antibiótica e inmunosupresora adecuada (p. ej., con esteroi-

des). Los protocolos de inmunosupresión varían de unos centros a

otros y es esencial que exista una comunicación clara.

El enfermo debe mantenerse en normotermia durante toda

la intervención. Un gran campo quirúrgico, combinado con una

exposición prolongada, grandes desplazamientos de líquidos y la

implantación de un órgano frío contribuyen a que el paciente sea

muy susceptible a una hipotermia significativa, que puede empeorar

la coagulopatía y el metabolismo de los fármacos, así como impedir

la extubación al final de la intervención. Por tanto, todos los líquidos

deben administrarse a través de un calentador y han de aplicarse

sábanas de calentamiento de aire forzado a todos los pacientes.

No se ha establecido la técnica óptima de la anestesia de

mantenimiento. Una técnica equilibrada con anestésicos volátiles

en una mezcla de aire/oxígeno y opioides proporcionará una

hemodinámica intraoperatoria estable. También se han usado la

combinación de opioides y benzodiazepinas, así como la anestesia

intravenosa total con propofol para el trasplante hepático. No debe

emplearse el óxido nitroso, para evitar la distensión intestinal y

porque en algunos casos seleccionados (no siempre previsibles)

hay que hacer una coledocoyeyunostomía en Y de Roux al final de

la intervención.

Una coagulopatía marcada, la pérdida de sangre y las altera-

ciones metabólicas y electrolíticas requieren frecuentes análisis

intraoperatorios. Las mediciones de los gases en sangre arterial, de

la glucemia y de los electrólitos (sodio, potasio y calcio iónico), así

como el hematocrito, forman parte del protocolo de la mayoría de

los centros de trasplante. La monitorización de la gasometría arte-

rial permite valorar la oxigenación y los déficits de base, así como

probablemente la concentración de lactato. La corrección del déficit

de base y la reducción de la concentración de lactato es un indica-

dor indirecto de que la función del injerto es buena.

En los pacientes con hepatopatía terminal es frecuente la

alteración de la vía glucosa-insulina. A diferencia de los enfermos

con insuficiencia hepática aguda, que pueden presentar hipogluce-

mia, los que tienen hepatopatía terminal crónica muestran una

alteración de la captación de glucosa mediada por insulina. El

metabolismo de la glucosa puede empeorar durante el trasplante

con producción de hiperglucemia progresiva, sobre todo en la

fase de reperfusión. Ello se debe a varios mecanismos, entre los

cuales se encuentran el aumento de la glucogenólisis por el hígado

donado, una disminución del uso de la glucosa y la resistencia a

la insulin

a 163,212

.

Es esencial mantener una estrecha observación de los elec-

trólitos. La disfunción renal, las transfusiones masivas y la diuresis

agresiva pueden dar lugar a hipo o hiperpotasemi

a 213

. En las hepato-

patías terminales es frecuente la hiponatremia, pero debe evitarse

una corrección excesivamente entusiasta en la fase perioperatoria,

debido al riesgo asociado de mielinólisis pontina central. Suele

observarse una disminución considerable de la concentración de

calcio iónico durante el trasplante hepático, sobre todo en las fases

de disección y anhepátic

a 163

. Parece que la responsabilidad de esta

disminución significativa de la concentración de calcio iónico radica

en la administración exógena de citrato en los hemoderivados

transfundidos y de la menor capacidad del hígado enfermo para

metabolizarlo. La consecuencia es que, a menudo, se requiere la

infusión de calcio. La hipocalcemia puede tratarse también con

cloruro o con gluconato cálcico

s 214 .

Tras la reperfusión y con el

inicio de la función del injerto, suele corregirse la homeostasis del

calcio y los suplementos de este ion dejan de ser necesarios.

El tipo de monitorización de los parámetros de la coagula-

ción es menos constante entre los distintos centros. Casi todos los

protocolos requieren la medición del tiempo de protrombina, el

INR, el tiempo de tromboplastina parcial, el fibrinógeno y las pla-

quetas. En alrededor del 33% de los centros de trasplante hepático

se usa la tromboelastografía, y en el 18% el tiempo de coagulación

activad

o 205 .

Las coagulopatías y hemorragias intraoperatorias

graves siguen siendo los problemas más significativos de los pacien-

tes sometidos a trasplantes hepáticos. La alteración de la hemosta-

sia, sobre todo cuando la donación se realiza con criterios

ampliados, suele ser multifactorial, con hiperfibrinólisis, agota-

miento de los factores de la coagulación, trombocitopenia y dis-

función plaquetari

a 215 .

Las formas de corregir la hemostasia varían

mucho de unas instituciones a otras y dependen en parte de las

preferencias sobre las transfusiones y del método usado para moni-

torizar la coagulació

n 216,217

.

La administración de plasma fresco congelado, concentra-

dos de hematíes, plaquetas y crioprecipitado sigue siendo la clave

del tratamiento de la hemorragia y la coagulopatía durante el tras-

plante de hígado. Globalmente, el uso de hemoderivados se ha

reducido de forma significativa en los últimos años, gracias a las

mejoras de la técnica quirúrgica, el tratamiento intraoperatorio y

la selección de los pacientes. Esto supone un logro significativo,

porque la trasfusión de sangre causa una inmunomodulación y

parece tener consecuencias adversas para el pronóstico a largo

plaz

o 218 .

También se han probado como tratamiento complemen-

tario en este contexto los fármacos que modifican la hemostasia,

como son la aprotinina, el ácido aminocaproico, el ácido tranexá-

mico y los estrógenos conjugado

s 219-225 ;

en un estudio se demostró

una mejoría hemodinámica tras la administración de aprotinin

a 227 .

En un metaanálisis realizado con 1.043 pacientes, Warnaar y cols

. 228

mostraron que la aprotinina parece ser segura y sólo provoca una

insuficiencia renal transitoria. No obstante, la aprotinina se retiró

del mercado a finales de 2007, debido a las tasas de complicaciones

en los pacientes de cirugía cardíaca.

La verdadera eficacia de un fármaco sólo puede determi-

narse cuando se administra en la dosis óptima (establecida

mediante rigurosos estudios de determinación de la dosis)

229 .

Para

comparar la eficacia de los distintos medicamentos, es necesario

conocer la posología óptima de cada uno de ellos. También hay que

tener en cuenta el perfil de seguridad de cada fármaco. La dosis

que produce la máxima reducción de la hemorragia y de las nece-

sidades de transfusión durante el trasplante hepático también

puede aumentar el riesgo de trombosis de la arteria hepática o de

la vena porta. Por tanto, no debe sorprender que no se haya alcan-

zado un consenso sobre el uso de ninguno de los fármacos hemos-

táticos entre los centros de trasplante del mundo, pese a la

publicación de estudios prometedore

s 229 .

Recientemente se ha prestado atención a otro fármaco, el

factor VIIa recombinante, para mejorar la coagulopatía y reducir

Anestesia en el trasplante de órganos abdominales

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Sección IV

Anestesia por subespecialidades en el adulto

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