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a 7 países de Europa centra

l *

, notificó 1.559 trasplantes hepáticos.

Hasta principios de 2008, alrededor de 17.200 pacientes estaban en

lista de espera para un trasplante hepático en Estados Unidos;

alrededor de 1.600-1.800 pacientes fallecen anualmente en lista de

espera para un trasplante de hígado. En Estados Unidos, la tasa de

supervivencia a los 3 años tras un trasplante es mayor del 75

% 144 .

Esta cifra subraya el hecho de que el trasplante hepático no debería

considerarse experimental y es el tratamiento de elección para los

pacientes candidatos con hepatopatía terminal.

La creciente discrepancia entre el suministro de órganos y el

número de receptores en lista de espera ha hecho que la búsqueda

de alternativas al trasplante de hígado de cadáveres haya adquirido

una relevancia fundamental. A la vista de que el 25-30% de los más

de 4 millones de estadounidenses con hepatitis C desarrollarán

cirrosi

s 145,146

, esta discrepancia no cesará de crecer. Las recidivas de

la enfermedad, sobre todo en el caso de la hepatitis C, obligarán a

repetir el trasplante pasados los años, lo que agravará aún más el

serio problema de la escasez de órgano

s 147

. Según los datos de la

UNOS, no ha habido mejorías de la supervivencia a largo plazo del

injerto en el trasplante hepático en la última década. Este hallazgo

podría explicarse por un aumento de los pacientes con hepatitis C y

por el aumento de los pacientes con anticuerpos frente a dicho

viru

s 148

. Las dificultades que conlleva esta escasez podrán superarse

si se optimiza la asignación de los hígados donados y se logra aumen-

tar el número de donaciones con nuevas estrategias, tales como el

uso de donantes vivos o de donantes con criterios ampliados.

El trasplante combinado de hígado y riñón es infrecuente,

de modo que constituye sólo una fracción muy pequeña del

volumen de trasplantes abdominales. En los pacientes con cirrosis,

la nefropatía puede deberse a una nefropatía primaria, a un sín-

drome hepatorrenal o a una necrosis tubular agud

a 149 .

La selección

de los candidatos a esta intervención está inmersa en una contro-

versia considerable, debido a la escasez de órganos y a la posibilidad

de que la supervivencia del paciente y del injerto sean menores que

cuando se trasplanta un solo órgano. Por tanto, se recomienda que

la selección de los pacientes sea muy estricta, y que se dé preferen-

cia a los que presentan una situación hemodinámica estable y una

enfermedad primaria en los dos órgano

s 149

.

Compatibilidad y asignación del órgano

La barrera inmunológica fundamental para el trasplante es el

sistema del grupo sanguíneo AB

O 150

, que es el principal para el

trasplante hepático. La distribución de los cuatro grupos ABO no

es proporcional entre los donantes cadavéricos y los posibles recep-

tores. Por tanto, la estrategia de compatibilidad entre los donantes

y los posibles receptores resulta esencial para la asignación de los

órganos. La compatibilidad del tipo sanguíneo ABO entre los

donantes y los posibles receptores puede clasificarse de la siguiente

forma: idéntica (p. ej., A a A), compatible (p. ej., O a A) e incompa-

tible (p. ej., A a O

) 151

. En general, se prefiere una compatibilidad

idéntica, porque las supervivencias del paciente y del injerto son

mayores cuando los órganos son compatibles. Sin embargo, en casos

seleccionados, por ejemplo, una insuficiencia hepática aguda o un

deterioro agudo de una hepatopatía crónica, se trasplantan incluso

órganos incompatibles. La supervivencia del injerto es menor en los

pacientes que reciben estos órganos incompatibles que cuando el

injerto es compatible. No obstante, la repetición del trasplante puede

proporcionar una supervivencia aceptable al paciente.

La política de asignación de órganos varía de unos países a

otros. En Estados Unidos, los hígados de cadáveres se asignan a los

pacientes registrados en un censo nacional. Por el contrario, en

varios países europeos la asignación de los hígados donados se lleva

a cabo sobre todo en función de los centros de trasplante, que son

los que identifican posteriormente al candidato adecuado para

recibir el órgano. Con independencia de la política de asignación de

los órganos que se aplique, los candidatos a receptores deben estar

bien estudiados en cuanto a su elegibilidad para el trasplante.

El número de enfermedades susceptibles de tratamiento con

un trasplante hepático ha crecido sin cesar en los últimos años.

A pesar de las variaciones regionales, la causa fundamental de hepa­

topatía terminal es la hepatitis crónica C, responsable de cerca del

40% de todos los trasplantes hepáticos, sobre todo en Estados

Unidos. Los motivos de hepatopatía crónica en el adulto pueden

clasificarse de la siguiente forma: 1) no colestásicas (p. ej., alcohol,

hepatitis A, B y C), 2) colestásicas (p. ej., cirrosis biliar primaria,

colangitis esclerosante primaria), 3) enfermedades metabólicas (p.

ej., enfermedad de Wilson) y 4) casos seleccionados de carcinoma

hepatocelular, a menudo asociado con hepatitis B o C. La razón del

fracaso hepático fulminante puede ser un fármaco (p. ej., sobredo-

sis de paracetamol, idiosincrásica), la ingestión de setas o plantas

venenosas, o secundaria a una hepatitis vírica agud

a 152,153 .

Las causas para negar el trasplante pueden variar de unos

centros a otros. El trasplante hepático constituye un procedimiento

muy estresante para los pacientes y se considera que una CI impor-

tante, la disfunción cardíaca y la hipertensión pulmonar moderada

o grave son contraindicaciones a esta intervención. La infección no

controlada o la sepsis son, asimismo, motivos de exclusión. Sin

embargo, la serología positiva al VIH sin otros signos de síndrome

de inmunodeficiencia adquirida ha dejado de ser una contraindi-

cación. En series recientes se han descrito buenos resultados en

pacientes infectados por el VIH y sometidos a trasplante hepático

o rena

l 1

. En general, se considera que las neoplasias malignas hepá-

ticas avanzadas o las enfermedades metastásicas representan una

contraindicación, al igual que una presión intracraneal no contro-

lada y notablemente elevada en el contexto de una insuficiencia

hepática fulminante. Los factores psicosociales, tales como el al­

coholismo activo o la ausencia de un buen sistema de apoyo social,

pueden impedir que el paciente sea candidato al trasplante. La edad

avanzada no es, por sí misma, una razón para negar un trasplante

hepático y, de hecho, está creciendo el número de pacientes mayores

de 65 años que se someten a esta intervención.

En el pasado se utilizó ampliamente la clasificación Child-

Turcotte-Pugh (CTP) como índice de gravedad de la enfermedad

en los pacientes con hepatopatía terminal. Esta clasificación, junto

con el estado funcional según la United Network for Organ

Sharing (UNOS), fue el factor determinante para la asignación de

órganos en Estados Unidos hasta principios de 2002. Sin embargo,

debido a los inconvenientes de la puntuación CTP y a las poste-

riores limitaciones de la asignación de los órganos, recientemente

se introdujo en ese país el modelo para la enfermedad hepática

terminal (MELD, por sus siglas en inglés) del adulto

154,155 .

Este

modelo es consecuencia de la creciente consciencia de que el

anterior sistema UNOS, basado en la puntuación CTP de la gra-

vedad de la hepatopatía más el tiempo que el paciente llevara en

la lista de espera, no siempre aseguraba que los órganos fueran

asignados a los pacientes más enfermos y con mayor riesgo de

mortalidad.

La escala del riesgo MELD constituye una fórmula matemá-

tica que se sustenta en los siguientes factores:

1. Creatinina (en los pacientes adultos con dos sesiones sema-

nales de diálisis en la última semana, se asigna automática-

mente un valor de creatinina de 4mg/dl).

2. Bilirrubina (mg/dl).

3. INR

.

*Alemania, Austria, Bélgica, Croacia, Eslovenia, Holanda,

Luxemburgo.

Anestesia en el trasplante de órganos abdominales

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Sección IV

Anestesia por subespecialidades en el adulto

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