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la ecocardiografía con y sin dobutamina, la gammagrafía con isóto-

pos radiactivos y la angiografía cardíaca constituyen el espectro

completo de pruebas que pueden estar indicadas.

A principios de la década de 1990 se sugirió que la intuba-

ción traqueal podría ser más difícil en los pacientes diabéticos

considerados como grupo, debido a las modificaciones de los

tejidos de las vías respiratorias altas secundarias a la exposición a

glucemias elevadas. En un estudio se observó que la incidencia de

intubaciones difíciles afectaba al 31% de esta población de pacien-

tes. En una investigación posterior más amplia realizada en la

Clínica Mayo, en la que se revisaron los informes anestésicos de

150 pacientes diabéticos sometidos a anestesia general e intubación

traqueal, sólo se halló un ligero aumento de la incidencia de «visua-

lización más difícil» de las estructuras respiratoria

s 139 .

Halpern y

cols

. 140

describieronsólounaintubacióndifícilenunaseriede130pa­

cientes sometidos a trasplante de páncreas. Parece que la DM de

larga evolución no predispone, por sí sola, a dificultades de la vía

respiratoria, pero puede considerarse como un factor adicional de

riesgo en los pacientes que presentan otras características poten-

cialmente problemáticas de la vía respiratoria.

Tratamiento intraoperatorio

Como estas intervenciones son largas y quirúrgicamente tediosas,

además de implicar una gran exposición abdominal, la mejor elec-

ción es la anestesia endotraqueal general con relajación muscular.

El dolor postoperatorio puede ser considerable debido a la amplia

disección abdominal, por lo que la colocación de un catéter epidu-

ral para controlar el dolor estaría justificada. Sin embargo, la per-

fusión esplácnica de los órganos trasplantados es un motivo de

preocupación significativo, por lo que en algunos centros se opta

por aplazar la instalación del catéter epidural.

Como parece que el páncreas es un órgano muy inmunó-

geno, es necesario establecer una inmunosupresión intensiva para

evitar el rechazo del injerto. La administración de la dosis inicial

de inmunosupresor corre a cargo del equipo de anestesia, por lo

que es esencial que los fármacos en cuestión estén disponibles y se

administren de manera correcta en el quirófano.

Es necesario disponer de los monitores estándar (ECG de

cinco derivaciones, medición no invasiva de la presión arterial,

pulsioximetría, concentraciones teleespiratorias de los gases) y

establecer vías arterial y venosa central. La vía arterial permite

seguir cuidadosamente la presión arterial y extraer muestras de

sangre para determinaciones de gases, glucemia y electrólitos. La

colocación de un catéter venoso central permite controlar la presión

de llenado cardíaco y la administración central de fármacos.

Debido a la elevada incidencia de disfunción autónoma, es

posible que los pacientes diabéticos desarrollen gastroparesia, con

grandes volúmenes gástricos residuales. Este riesgo es aún mayor

cuando el paciente tiene una NT con uremia. Por tanto, es impres-

cindible administrar antiácidos sin partículas y mantener la presión

sobre el cricoides durante la inducción de secuencia rápida.

Podría pensarse que los pacientes con neuropatía autónoma

corren un riesgo mayor de depresión cardiovascular intensa durante

la inducción de la anestesia. Sin embargo, en un estudio sobre pacien-

tes urémicos sometidos a trasplante renal se observó que las respues-

tas hemodinámicas a la inducción eran similares en los diabéticos con

neuropatía autónoma preexistente conocida y en los pacientes uré-

micos no diabético

s 141

. Es probable que la mejor forma de lograr la

estabilidad hemodinámica durante períodos prolongados sea utilizar

una técnica anestésica equilibrada. Como sucede en el trasplante renal

aislado, para proporcionar una buena irrigación al páncreas recién

injertado es deseable que la presión de perfusión sea adecuada.

Uno de los aspectos más difíciles de estos casos es la deter-

minación de la cantidad y el tipo de líquidos que se deben admi-

nistrar. Si se emplean líquidos, la mejor forma de hacerlo desde el

punto de vista quirúrgico sería probablemente el uso de soluciones

de coloides, y no de grandes volúmenes de soluciones cristaloides

solas. Aunque no se han efectuado estudios controlados, parece que

el edema del injerto pancreático es menor con los coloides que con

los cristaloides.

En estas intervenciones, la relajación de la musculatura

abdominal es esencial. Los mismos aspectos antes señalados sobre

la elección del relajante muscular en los pacientes sometidos a

trasplante renal se aplican también a los pacientes con SPR. Debido

a la larga duración de estas intervenciones, la infusión continua de

cisatracurio permite ajustar el grado del bloqueo, manteniendo

una reversibilidad fiable. Otra posibilidad es la administración

intermitente de vecuronio, siempre que se ajuste mediante una

monitorización en tren de cuatr

o 105 ,

con la que se consigue una

excelente relajación. En los pacientes sometidos a TSP o a PDR y

que tienen una función renal adecuada, el uso de cualquiera de los

relajantes musculares no despolarizantes de acción intermedia no

debería plantear problemas.

Para evitar el desarrollo de cetoacidosis en los pacientes con

secreción de hormonas contrarreguladoras sin oposición se debe

mantener un control de la glucemia durante la intervención, lo que

además permite valorar la función del páncreas trasplantado. Antes

de retirar el pinzamiento pancreático debe hacerse un control

horario de la glucemia. La hiperglucemia puede deprimir la función

inmunitaria y dificultar la cicatrización de la herida y coloca a los

pacientes en una situación de mayor riesgo de empeoramiento de

la lesión neurológica en caso de isquemia cerebra

l 142 .

Tras la reti-

rada del pinzamiento, la glucemia debe medirse cada 30 minutos.

Por lo general, su valor disminuye alrededor de 50mg/dl/h al quitar

el pinzamiento del páncreas.

En un estudio aleatorizado sobre la administración de insu-

lina a pacientes diabéticos de tipo 2 dependientes de insulina, se

comparó un sistema de infusión continua de glucosa-insulina con

la inyección intravenosa intermitente de la hormona en interven-

ciones tanto mayores como menores. Las diferencias de la capaci-

dad para controlar la concentración y el metabolismo de glucosa

intraoperatorios y postoperatorios fueronmuy escasa

s 143 .

Por tanto,

no parece que el método utilizado para reducir la glucemia sea tan

relevante como la propia glucemia.

Tratamiento postoperatorio

En general, si el trasplante es satisfactorio, las necesidades de insu-

lina disminuirán con rapidez. Es necesario controlar estrechamente

la glucemia en la sala de reanimación o en la UCI para evitar la

hipoglucemia

(v. cap. 82)

. Si se ha realizado un trasplante renal

simultáneo, deberá vigilarse también la diuresis para detectar si

existe una compresión reversible del injerto.

Anestesia para los pacientes después

de un trasplante de páncreas

Las complicaciones quirúrgicas son frecuentes tras estas complejas

intervenciones y suelen requerir una o varias reexploraciones

durante el período perioperatorio. Si la función del injerto pancreá-

tico es buena, la glucemia se corregirá durante los días siguientes

al trasplante. En el período perioperatorio siguen vigentes los

mismos problemas cardíacos presentes antes de la intervención.

Trasplante de hígado

En 2007, el número de trasplantes de hígado realizados en Estados

Unidos disminuyó ligeramente a 6.494 de los 6.650 que se realiza-

ron en 2006. En 2007, la organización Eurotransplant, que engloba

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Anestesia por subespecialidades en el adulto

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