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(dilución/consumo de factores de coagulación, atrapamiento pla-

quetario, sustancias heparinoides endógenas, fibrinólisis primaria)

y a la consiguiente hemorragia en la fase de reperfusión. El trata-

miento de la coagulopatía depende de los resultados analíticos

(teniendo en cuenta sus limitaciones) y de las evidencias clínicas

de hemorragia quirúrgica.

La función inmediata del hígado recién trasplantado puede

valorarse monitorizando ciertos valores de fácil obtención en el

quirófano. Los parámetros intraoperatorios que permiten predecir

el resultado final del trasplante son las necesidades de transfusión,

la producción de bilis y orina durante la intervención, las compli-

caciones técnicas y el tiempo operatorio total. La falta de produc-

ción de bilis, la necesidad de transfundir plaquetas y una diuresis

baja parecen asociarse a un aumento significativo de la estancia en

la unidad de cuidados intensivos y en el hospital

258 .

Cuando se logra una hemostasia adecuada, se cierra el

abdomen. Al final de la intervención, algunos pacientes desarrollan

una hipertensión cuyo tratamiento debe iniciarse antes de que

abandonen el quirófano.

Tratamiento postoperatorio

La intubación traqueal postoperatoria ha dejado de ser obligada,

siempre que no haya un compromiso respiratorio significativo ni

temores sobre la protección de la vía respiratoria y que se cumplan

los criterios establecidos para la extubación. La extubación post­

operatoria inmediata de los receptores de trasplantes hepáticos

mientras aún permanecían en el quirófano fue descrita en 1997, en

un estudio cooperativo entre la Universidad de Colorado y la de

California en San Francisc

o 259 .

El estudio se refería a un pequeño

grupo de pacientes con pocas complicaciones postoperatorias. Los

buenos resultados presentados impulsaron la publicación de

nuevos informes sobre la extubación inmediata o precoz en otros

centros estadounidenses y europeo

s 260-264 .

En estudios más recien-

tes se ha descrito que hasta el 75% de los receptores de un primer

trasplante hepático de cadáver que no tenían insuficiencia fulmi-

nante pueden ser extubados en el quirófano, cuando el equipo tiene

experiencia con los protocolos de extubación preco

z 263,265

. En un

estudio multicéntrico prospectivo se confirmó que la extubación

precoz en pacientes de trasplante hepático es segura cuando se

siguen unas directrices estricta

s 266 .

Los desplazamientos de los líquidos o las hemorragias no

deben ser considerados en sí mismas como una indicación para la

intubación postoperatoria. Los criterios habituales para la extuba-

ción, junto con algunas consideraciones específicas de cada paciente

(p. ej., encefalopatía hepática preoperatoria marcada, insuficiencia

hepática fulminante) bastan para ayudar a determinar si el paciente

es candidato a la extubación. Sin embargo, con independencia de

si ésta se lleva a cabo en el quirófano o no, en la mayoría de los

centros el paciente pasa a la UCI, donde puede mantenerse una

estrecha monitorización. No obstante, existen publicaciones más

recientes sobre casos no complicados en los que los pacientes

pasaron a la sala de reanimación postanestésica y de allí a la

habitación.

El control del dolor postoperatorio no suele ser difícil y

varios trabajos han constatado que las necesidades de analgésicos

en pacientes con hepatopatía terminal tras el trasplante hepático

parecen ser significativamente menores que en otras intervencio-

nes abdominales mayore

s 267-269 .

En un estudio se observó que el

neuropéptido metencefalina, que interviene en la modulación del

dolor, estaba muy elevado en los receptores de trasplantes hepáticos

en comparación con la población de control. No se conoce el meca-

nismo exacto que justifica esta observación clínica, aunque la

administración preoperatoria de grandes dosis de esteroides podría

estar implicada. No se sabe si esto se aplica a los pacientes trasplan-

tados con carcinoma hepatocelular y conservación de la función

sintética del hígado. La evolución postoperatoria de los pacientes

sometidos a un trasplante hepático depende en primer lugar del

grado de función hepática inmediata y de la recuperación de los

órganos que estaban alterados antes del trasplante (p. ej., síndrome

hepatorrenal, síndrome hepatopulmonar).

La recuperación puede ser muy compleja o transcurrir sin

incidentes, con todas las posibilidades intermedias. Es fundamental

realizar una valoración frecuente de las funciones cardíaca y pul-

monar, la glucosa y los electrólitos séricos, la función renal y hepá-

tica, así como la coagulación y el hemograma. En la mayoría de los

casos, el tratamiento comprende medidas de soporte que siguen las

normas establecidas para todos los pacientes de la UCI. No obs-

tante, hay algunos aspectos que requieren una atención especial.

A veces, los pacientes necesitan plasma fresco congelado en el post­

operatorio para compensar una función hepática inicialmente redu­

cida. La necesidad de plasma fresco congelado se considera también

como una medida indirecta de la función hepática postoperatoria.

La necesidad de administrar plaquetas o crioprecipitado es baja en

el postoperatorio y se reserva para casos seleccionados. Ante la

mínima duda, se debe realizar una reintervención. También debe

considerarse siempre la posibilidad de pérdidas por las anastomo-

sis vasculares, la disminución del flujo y la trombosis de la arteria

hepática o de la vena porta. Los pacientes con una función hepática

postoperatoria adecuada y que reciben esteroides tienden a desa-

rrollar hiperglucemia y ello justifica a veces el uso de insulina.

Anestesia para los pacientes después

de un trasplante hepático

Los receptores de un trasplante hepático vuelven a veces al quiró-

fano para una laparotomía exploradora poco después de la inter-

vención inicial. Las razones para la reexploración son las

hemorragias, la extravasación de bilis, la obstrucción intestinal y la

formación de abscesos. Es posible que la función hepática no haya

vuelto a la situación basal en el período postrasplante inmediato y

que un nuevo estrés quirúrgico provoque un empeoramiento

marcado de aquélla. Por tanto, durante todo el tiempo es necesario

monitorizar cuidadosamente los estudios de coagulación y tener

fácilmente accesible el plasma fresco congelado.

El motivo más frecuente de reintervención tras un trasplante

hepático es la reconstrucción biliar. En estos casos, la función hepá-

tica suele ser normal y las consideraciones anestésicas (incluso las

relativas a las técnicas regionales, como los catéteres epidurales)

son similares a las de cualquier otro procedimiento abdominal. Sin

embargo, estos pacientes están recibiendo fármacos inmunosupre-

sores potentes, lo que incrementa su riesgo de complicaciones

infecciosas, toxicidad medicamentosa e interacciones farmacológi-

cas adversas. Por tanto, los catéteres intravenosos y epidurales

deben colocarse en condiciones de asepsia absoluta, con proteccio-

nes de barrera máximas. Hay que revisar el protocolo farmacoló-

gico del paciente para detectar las posibles interacciones conocidas

con los agentes que se vayan a utilizar en el período perioperatorio.

La anamnesis y la exploración física que se hagan en ese momento

deberán abarcar la detección de los efectos adversos de los fárma-

cos inmunosupresores, tanto en lo que se refiere a la neurotoxici-

dad como a la toxicidad renal, entre otras.

Trasplante de intestino

El trasplante de intestino es mucho menos frecuente que el de otras

vísceras sólidas, de manera que en 2007 se hicieron en Estados

Unidos 198, con una lista de espera de alrededor de 222 pacientes.

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Anestesia por subespecialidades en el adulto

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