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El sistema nervioso autónomo

David B. Glick

Puntos clave

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1.

El sistema nervioso autónomo actúa de forma concertada

con la renina, la cortisona y otras hormonas para

responder al estrés externo e interno.

2.

La función más significativa del sistema nervioso

simpático es la amplificación; la del sistema nervioso

parasimpático es la respuesta refleja específica.

3.

Los anestésicos inhalados e intravenosos pueden alterar

la hemodinámica influyendo en la función autónoma.

4.

El bloqueo

b

-adrenérgico se ha manifestado como

importante medio de profilaxis contra la isquemia y de

tratamiento de la hipertensión, el infarto de miocardio

y la insuficiencia cardíaca congestiva.

5.

El sistema nervioso simpático muestra adaptación aguda

y crónica al estrés, tanto presinápticamente como

postsinápticamente (p. ej., en la biosíntesis y la regulación

de receptores).

6.

Los

a

-receptores presinápticos desempeñan un

importante papel en la regulación de la actividad

simpática.

7.

Numerosos tratamientos de la hipertensión se basan en

los efectos directos e indirectos de la función simpática.

8.

El nervio vago es la vía principal del sistema

parasimpático, ya que regula el 75% de los impulsos

de este sistema.

9.

El envejecimiento y numerosas enfermedades (p. ej.,

la diabetes o las lesiones de la médula espinal) van

acompañados de importantes cambios de la función

autónoma.

El sistema nervioso autónomo (SNA) controla las actividades

involuntarias del cuerpo (es decir, las no conscientes). Es, de hecho,

el más primitivo y uno de los más esenciales sistemas del orga-

nismo. Es primitivo en tanto que sus características son amplia-

mente preservadas en el conjunto de las especies de mamíferos, y

es esencial en la medida en que supervisa las respuestas del cuerpo

a los estímulos que pueden constituir una potencial amenaza para

la vida y las necesidades de mantenimiento vital del organismo

(incluidas las cardiovasculares, las gastrointestinales y la homeos-

tasis térmica). El SNA se diferencia en dos subsistemas, el sistema

nervioso simpático y el sistema nervioso parasimpático.Un tercero,

el sistema nervioso entérico, se ha venido a añadir a la caracteri-

zación original del SNA. La activación del sistema nervioso sim-

pático desencadena lo que tradicionalmente se conoce como

respuesta de estrés agudo, o reflejo de lucha o huida, que incluye

la redistribución del flujo sanguíneo de las vísceras al músculo

esquelético, el incremento de la función cardíaca, la sudoración o

la dilatación pupilar. El sistema parasimpático rige las actividades

del cuerpo más estrechamente asociadas al mantenimiento de la

funcionalidad, como la función digestiva o la genitourinaria. Uno

de los objetivos básicos de la administración de anestésicos es el

mantenimiento de una homeostasis óptima en los pacientes, con

independencia de los factores de agresión a sistemas que en oca-

siones presentan un equilibrio débil. Una administración inteli-

gente de anestésicos requiere el adecuado conocimiento de la

farmacología del SNA, para lograr las interacciones deseadas de

dichos anestésicos con el sistema de control involuntario y para

evitar respuestas o interacciones que generen efectos perjudiciales.

Los estados patológicos pueden empeorar la función del SNA

de manera significativa y, en consecuencia, modificar las respues-

tas a la cirugía y a la anestesia. Por otra parte, se han detectado

con profusión potenciales efectos nocivos inducidos por la res-

puesta humana al estrés, y se han realizado considerables esfuerzos

para estudiar la posibilidad de que la alteración o la anulación de

dicha respuesta pueda mejorar los resultados perioperatorios.

Historia y definiciones

Inicialmente se pensaba que los nervios estaban conectados for-

mando una gran estructura sincitial. Claude Bernard, alumno de

Magendie, postuló la teoría de la transmisión a través de sinapsis

mediante la liberación de mediadores químicos. Más tarde, She-

rrington inició un estudio sistemático de los reflejos y describió

algunas de las características de las funciones reflejas. Un químico,

J. J. Abel, fue el primero en sintetizar la adrenalina, en 1899, y uno

de sus alumnos, Langley, demostró que la sustancia producía

efectos similares a los causados por la estimulación de las neuro-

nas simpáticas posganglionares. Langley también observó que,

cuando se cortaba un nervio y se le inyectaba adrenalina, se

obtenía un efecto más pronunciado, con lo que se demostraba la

hipersensibilidad por denervación.A partir de tales observaciones,

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