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Monitorización de la función renal

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Sección III

Control de la anestesia

© ELSEVIER. Fotocopiar sin autorización es un delito

incluso suponer un mayor riesgo para otro tipo; por ejemplo, el

aumento del flujo sanguíneo renal (FSR) puede atenuar la lesión

por isquemia-reperfusión aunque lleguen más ateroémbolos y

mediadores de la inflamación. Cada vez sigue habiendo más evi-

dencias que respaldan la idea de que la LRA postoperatoria es un

mosaico de varias nefropatías «puras», cada una de ellas de una

relevancia variable para cada paciente y procedimiento concretos,

lo que sugiere que sólo unas estrategias de nefroprotección indivi-

dualizadas, guiadas por una monitorización de la función renal

oportuna en el lugar de asistencia del paciente, serán útiles para

desarrollar unas estrategias de nefroprotección eficaces. Por tanto,

en la actualidad, los avances en la monitorización de la función

renal son un elemento central en la búsqueda de mejores estrategias

de protección renal y estratificación del riesgo de LRA (v. cap. 8).

Fisiología renal

Los riñones son órganos retroperitoneales derivados del meso-

dermo, con una forma de alubia y un peso de alrededor de 150

gramos cada uno. Son los órganos principales más perfundidos del

organismo y, aunque sólo representan un 0,4% del peso corporal,

reciben un 25% del gasto cardíaco; como comparación, el flujo

renal «en reposo» de los riñones es ocho veces mayor por gramo

de tejido que el flujo sanguíneo muscular durante el ejercicio

intenso. Resulta notable señalar que el flujo sanguíneo de la arteria

renal no se relaciona de forma primaria con la demanda metabó-

lica. Este flujo renal «excesivo» permite la filtración plasmática a

velocidades tan rápidas de 125-140ml/min en los adultos. Sin

embargo, existen reflejos autorreguladores que controlan la perfu-

sión renal; se trata de reflejos miogénico y tubular-glomerular que

existen para «proteger» los glomérulos de la lesión debida a una

sobrecarga de presión restringiendo el FSR a presiones más altas

(p. ej.,

>

80 mmHg

) 38,39

. Sin embargo, puede que los riñones no

reciban un aporte muy abundante de nutrientes y oxígeno, porque

las diferencias regionales marcadas del flujo sanguíneo que existen

en el interior del riñón hacen que, de forma paradójica, algunas

áreas (la médula) sean muy vulnerables a la lesión isquémica. El

flujo sanguíneo cortical supera a la perfusión medular externa e

interna en 3 y 20 veces por gramo de tejido, respectivamente

40 .

Aunque hay evidencias sólidas de la relevancia de la regulación

paracrina del aporte de oxígeno en la médula, se sabe poco sobre

los aspectos específicos de este proces

o 41 .

Figura 35-3

 Factores del procedimiento y del paciente relacionados con la cirugía que contribuyen al riesgo de lesión renal aguda (LRA) perioperatoria y de

morbimortalidad postoperatoria. Hay que destacar que, aunque la LRA contribuye a este riesgo, una parte significativa de esta asociación también debe

atribuirse a otras afecciones muy graves que pueden causar lesión, como la sepsis, que por sí mismas son causas destacadas de un pronóstico adverso.

(Modificada con autorización de Stafford-Smith M, Patel U, Phillips-Bute B, Shaw A, Swaminathan M: Acute kidney injury and chronic kidney disease after

cardiac surgery

. Adv Chr Kid Dis

15:157-177, 2008.)