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merular. La renina cataliza la liberación de la angiotensina I a partir

del angiotensinógeno. A continuación, la angiotensina I se trans-

forma en angiotensina II en los pulmones, reacción catalizada por

la enzima convertidora de angiotensina. La angiotensina II esti-

mula la producción de aldosterona.

La hormona antidiurética (ADH, vasopresina) actúa sobre

todo en los tubos colectores para aumentar la reabsorción de agua.

La ADH se libera en la neurohipófisis en respuesta al aumento de

la osmolaridad sanguínea, que estimula los osmorreceptores en

el hipotálamo. La liberación de ADH también está influida por el

estrés y el aumento de la presión parcial de dióxido de carbono

arteria

l 52

. Una concentración elevada de ADH da lugar a la excre-

ción de pequeños volúmenes de orina concentrada. La ADH se

inhibe por la estimulación de los barorreceptores auriculares o el

aumento del volumen auricula

r 53

.

El péptido natriurético auricular provoca vasodilatación sis-

témica y estimula la excreción renal de sodio y agua al aumentar

la filtración glomerula

r 54 .

Dicho péptido se segrega en las aurículas

cardíacas y en otros órganos en respuesta a un aumento del

volumen intravascular. Reduce la presión arterial sistémica al

relajar el músculo liso vascular, reducir la estimulación simpática

e inhibir el sistema renina-angiotensina-aldosterona. El riñón

también sintetiza prostaglandinas, que regulan la influencia de

otras hormonas. Durante la inestabilidad hemodinámica y el

aumento de la estimulación adrenérgica, por ejemplo, la prosta-

glandina E

2

disminuye el efecto vasoconstrictor de la angiotensina

II sobre las arteriolas aferentes y conserva el FSR. La inhibición

de la síntesis de prostaglandinas durante los estados normales

de hidratación, perfusión renal y balance de sodio no afecta a la

función renal. Sin embargo, cuando el riñón se enfrenta a un

estado de vasoconstricción, como la hipotensión y la hipovolemia,

la presencia de prostaglandinas renales es esencial para conservar

un FSR adecuado. Los pacientes que toman AINE presentan un

riesgo durante las situaciones de alteración del estado circulatorio,

porque estos fármacos inhiben la actividad de la ciclooxigenasa,

una enzima esencial en la vía de la síntesis de prostaglandinas, lo

que hace que el riñón (arteriola aferente) sea susceptible al efecto

vasoconstrictor sistémico de la angiotensina II y de otras catecola-

minas segregadas normalmente para conservar el volumen intra-

vascular y la presión de perfusión.

La interacción entre la vejiga urinaria, el riñón y los uréteres

influye en la producción de orin

a 55 .

La anestesia general disminuye

la tasa de contractilidad uretera

l 56

. El sistema nervioso autónomo

también desempeña una función destacada en la función ureteral

y, por consiguiente, en la formación de orin

a 55 .

Los agonistas coli-

nérgicos suelen incrementar la frecuencia y la fuerza de la contrac-

ción ureteral. Los fármacos que actúan sobre todo en los receptores

a

2

-adrenérgicos tienden a estimular la actividad ureteral, mientras

que los que sobre todo activan los receptores

b

2

-adrenérgicos

tienden a inhibir la actividad ureteral. La histamina estimula la

actividad ureteral. En diversas preparaciones, la morfina incre-

menta el tono ureteral. En el ser humano, la inflamación retrope-

ritoneal secundaria a un cuadro de apendicitis, enteritis regional,

colitis ulcerosa y peritoniti

s 57

provoca contracciones peristálticas

irregulares.

A grandes rasgos, el procesado del plasma por los riñones

consiste en la filtración glomerular (

120ml/min); después,

hasta dos tercios del agua y los electrólitos vuelven enseguida a

la circulación, a través de procesos de transporte activo por el

túbulo contorneado proximal. Dos tercios del contenido tubular

restante se reabsorben más despacio en el asa de Henle y el

túbulo contorneado distal. Por último, se reabsorbe más agua del

efluente restante en los tubos colectores (5-10ml/h) a medida

que pasa a las estructuras colectoras de orina de mayor calibre

(1-2ml/min).

Fisiopatología de la lesión renal

aguda isquémica

Las causas de las agresiones perioperatorias al riñón se revisan en

profundidad en otras fuente

s 37

. Dos mecanismos que contribuyen

de forma destacada son la isquemia-reperfusión y los efectos

nefrotóxicos, con tres factores destacados de agresión comunes a

muchos procedimientos quirúrgicos, donde la LRA es prevalente:

hipoperfusión, inflamación y ateroembolia. Hay otras causas

menos frecuentes de agresión renal que pueden contribuir en

pacientes concretos (p. ej., rabdomiólisis, relacionadas con

fármacos).

La insuficiencia renal isquémica relacionada con el shock o

la deshidratación grave siempre se precede de una fase compensa-

dora precoz de adaptación renal normal (p. ej., preinsuficiencia

prerrenal), seguida de un trastorno denominado

azoemia prerre-

nal

, en el que el riñón maximiza las actividades a expensas de la

retención de productos terminales nitrogenados para conservar el

ambiente interno mediante una retención extrema de solutos y

agua

( fig. 35-5

). La azoemia prerrenal precede al 70% de los casos de

IRA extrahospitalario

s 19,20

. Aunque la azoemia prerrenal tiene un

pronóstico sombrío y suele acompañarse de oliguria (

<

0,5ml/kg/h),

es reversible y en ocasiones se denomina en tono jocoso «éxito

renal agudo» (es decir, el riñón mantiene la homeostasis de forma

satisfactoria). Llegados a un punto de inflexión crítico, cuando las

alteraciones superan a los mecanismos compensadores que man-

tienen la perfusión renal, la isquemia causa una necrosis irreversi-

ble de las células renale

s 58,59

. Esto se denomina

necrosis tubular

aguda

(NTA) y constituye la forma «pura» de nefropatía isqué-

mica. Los términos

necrosis tubular aguda, nefropatía vasomotora

y

lesión tubular isquémica

suelen utilizarse de forma indistinta en

la bibliografía. Hay que señalar que existen otras nefropatías

«puras» que pueden causar IRA por sí mismas, como las fisiopa-

tologías relacionadas con la inflamación, los pigmentos (hemoglo-

bina, mioglobina) y los contrastes. Otros tipos de nefropatía «pura»

no implican en patrón típico de azoemia prerrenal y oliguria.

Como dato relevante, la mayoría de los casos de IRA perioperatoria

se deben a la suma de muchas agresiones renales, en lugar de ser

secundarios a una causa «pura»

( fig. 35-6 )

.

La interrupción del flujo sanguíneo renal durante más de

30-60 minutos provoca IRA y una lesión celular irreversible. Los

riñones reciben 1.000-1.250ml/min de sangre, o 3-5ml/min/g de

tejido en un adulto promedio, y esta cantidad supera con creces las

necesidades para satisfacer los requisitos intrínsecos de oxígeno

por parte del riñón. Puede incluso que el flujo intracortical de

sangre no tenga una distribución homogénea (v.

fig. 35-4 ) 60

. Debido

a que la corteza renal contiene la mayor parte de los glomérulos y

depende del metabolismo oxidativo para obtener energía, la hipoxia

isquémica lesiona las estructuras corticales renales, sobre todo la

porción recta de los túbulos proximales. Si la isquemia persiste, el

aporte de glucosa y sustratos sigue disminuyendo; el glucógeno se

consume y la médula, que depende en mayor medida de la glucó-

lisis para obtener su energía, se afecta de un modo más intenso.

Los cambios celulares iniciales son reversibles, como el edema de

los orgánulos celulares, sobre todo de las mitocondrias. A medida

que la isquemia progresa, la carencia de adenosintrifosfato inter-

fiere con el mecanismo de la bomba de sodio, el agua y el sodio se

acumulan en el retículo endoplásmico de las células tubulares, y

las células comienzan a hincharse. El edema de las células epitelia-

les tubulares da lugar a la formación de ampollas, que protruyen

en la luz tubular distal a la célula, la necrosis de las células tubulares

causa anomalías de la permeabilidad de la membrana, los cambios

estructurales del epitelio glomerular pueden disminuir la filtración

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Control de la anestesia

III