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masa corporal magra, aproximada habitualmente al 120% del IMC.

La masa corporal magra es una buena aproximación al peso a

considerar para establecer la dosificación de los fármacos hidrófi-

los. Como cabría esperar, el volumen de distribución se ve modifi-

cado en pacientes obesos en lo que respecta a los fármacos lipófilos.

Entre los anestésicos habituales, ello resulta especialmente signifi-

cativo en el caso de las benzodiazepinas y los barbitúricos. Tres

excepciones a esta pauta son la digoxin

a 97

, la procainamid

a 98

y el

remifentanil

o 99 ,

que, aun siendo altamente lipófilos, no mantienen

relación entre propiedades farmacológicas y volumen de distribu-

ció

n 100 .

En consecuencia, la dosificación de los anestésicos más

empleados, como el propofol, el vecuronio, el rocuronio y el remi-

fentanilo, se basa en el IMC. Por el contrario, el tiopental, el mida-

zolam, la succinilcolina, el atracurio, el cisatracurio, el fentanilo y

el sufentanilo son dosificados en función del PCT. Otra advertencia

puntual a este respecto es que las dosis de mantenimiento de pro-

pofol deben basarse en el PCT y, a la inversa, las de sufentanilo han

de establecerse a partir del IM

C 100 .

Todo ello implica que, según el

peso del paciente, es posible utilizar dosis mayores de benzodiaze-

pinas, fentanilo o sufentanilo, aunque lo mejor es ajustar la dosis

de estos fármacos en función del efecto clínico deseado. En cambio,

las cantidades necesarias de propofol, según el peso corporal real,

deben ser menores para anestesiar al paciente.

En el caso del vecuronio y el rocuronio, la dosis inicial se basa

en el IMC y las dosificaciones de mantenimiento se determinan en

virtud del estado de bloqueo neuromuscular, que ha de monitori-

zarse de forma continua. En pacientes con obesidad mórbida se

necesita un bloqueo completo, no sólo para comodidad de los ciru-

janos, sino también para facilitar la ventilación mecánica. La elec-

ción del fármaco es menos importante que el estado de parálisis.

La elección de fármacos volátiles se basa en las característi-

cas físicas de la solubilidad tisular, expresadas en forma de coefi-

cientes de partición sangre-gas y grasa-sangre. Ciertos datos

indican que desflurano puede ser el agente de elección, ya que

presenta un perfil de recuperación mejor y más rápido que los de

sevoflurano o propofo

l 101,102 .

Sin embargo, un reciente estudio ha

sugerido que la diferencia en la recuperación inmediata entre sevo-

flurano y desflurano no es clínicamente significativ

a 103 .

Aunque el óxido nitroso proporciona cierto efecto analgésico

y se elimina con rapidez, nosotros preferimos evitarlo, por la elevada

demanda de oxígeno en los pacientes obesos. Su entrada en los

espacios aéreos durante una cirugía intraabdominal breve puede no

ser significativa. No obstante, en la cirugía bariátrica, y en especial

por vía laparoscópica, cualquier incremento del volumen de gas

intestinal hace que la intervención le resulte más difícil al cirujano.

Inducción de la anestesia

Se ha suscitado un debate importante en relación con la obesidad,

el riesgo de aspiración del contenido gástrico y la necesidad de

instaurar medidas profilácticas frente a la aspiració

n 104 .

La disten-

sión o plenitud abdominal y el sexo femenino se asocian a un

retraso del vaciado gástrico de sólidos y líquidos en los pacientes

diabético

s 105 .

Aunque numerosos pacientes obesos padecen diabe-

tes tipo 2, en estudios independientes sobre reflujo gastroesofágico

durante la anestesia no se ha demostrado que el hábito corporal

tenga relevancia pronóstica sobre los índices de refluj

o 106 .

Se ha

comprobado que el volumen de líquido y el pH gástricos son los

mismos en pacientes obesos en ayunas y en los que han hecho una

ingesta oral de hasta 300ml de líquido claro 2 horas antes de ser

anestesiado

s 107 .

La obesidad, por sí misma, no aumenta el riesgo de

aspiración. No obstante, puede considerarse la profilaxis de la aspi-

ración ácida, con agonistas de los receptores H

2

o inhibidores de la

bomba de protones, en pacientes en los que se detecte dicho riesgo.

En ellos también podría considerarse la intubación fibróptica con

el paciente despiert

o 23

.

Basándose en la experiencia de la práctica obstétrica, existe

un conjunto importante de datos que demuestran que la anestesia

regional, sobre todo epidural y raquídea, es segura y viable en

pacientes con un hábito corporal grand

e 73

. No obstante, es técnica-

mente más compleja, debido a la dificultad física de colocar los

catéteres y a la tendencia de éstos a migrar fuera del espacio epi-

dural. Para una correcta colocación de catéteres en estos pacientes

a veces se necesita un equipo especial, constituido por agujas más

largas de lo normal o sondas ecográficas especiales. La dosificación

de anestésicos locales a través de estos catéteres ha de ser prudente,

por el aumento de la distribución cefálica del fármaco y el bloqueo

inducido por el menor tamaño del espacio epidural que en las

pacientes de peso norma

l 108,109 .

El grado de compromiso respirato-

rio padecido por los pacientes obesos es también de mayor mag-

nitud que el producido en individuos de peso normal con un

bloqueo regional alto.

Son pocos los datos en los que se señale que el tratamiento

analgésico epidural mejora los resultados generales. Dado que el uso

de la cirugía laparoscópica se está extendiendo en detrimento de la

laparotomía abierta, este hecho resulta cada vez menos trascen-

dente. En el obeso mórbido sometido a laparotomía abierta, el uso

de catéteres epidurales para controlar el dolor mediante anestesia

epidural torácica es el que mayores beneficios reporta sobre la

reducción de la atenuación postoperatoria de la capacidad vita

l 110

.

La obesidad, por sí misma, no requiere una monitorización

cruenta, por lo que la cirugía de DG puede practicarse en condi-

ciones seguras con una monitorización rutinaria. Las indicaciones

para monitorización cruenta surgen más bien de las patologías

comórbidas observadas en estos pacientes. Dado que dichas pato-

logías son habituales en los pacientes obesos que requieren cirugía,

la incidencia de este tipo de monitorización va en aument

o 111 .

Los

obesos con patologías comórbidas graves, como el síndrome de

obesidad e hipoventilación, con hipertensión pulmonar y cor pul-

monale, pueden requerir un catéter arterial pulmonar o el uso

intraoperatorio de ecocardiografía transesofágica. La necesidad de

disponer de un acceso venoso central se relaciona con las dificul-

tades eventuales de acceso periférico más que con otros motivos.

El acceso debería lograrse probablemente con ayuda ecográfica, a

fin de reducir las complicaciones y facilitar la implantación. De

manera similar, la dificultad para proceder a mediciones incruentas

de la presión arterial, como consecuencia de los problemas de

colocación del manguito asociados al hábito corporal, hace nece-

saria en ocasiones la implantación de un catéter arterial. Las gaso-

metrías arteriales facilitan el seguimiento de la ventilación

intraoperatoria y la extubación.

El tratamiento del dolor postoperatorio en pacientes que van

a someterse a cirugía bariátrica abarca la analgesia intravenosa

controlada por el paciente (PCA) o la analgesia epidural torácica.

No existen datos que certifiquen la superioridad de una técnica

sobre la otra, por lo que en muchos casos, el abordaje quirúrgico

empleado, ya sea abierto o laparoscópico, es el que condiciona la

elección. Nosotros tendemos a reservar la analgesia epidural para

pacientes sometidos a DG abierta. A pesar de estos inconvenientes,

registramos índices de éxito del orden del 80% en pacientes

superobesos.

Un planteamiento razonable para la mayoría de los casos es

la PCA a base de opiáceos, con infiltración de la herida con anes-

tésicos locales y medicación complementaria no opiácea. La inyec-

ción de anestésico local en la incisión antes de practicarla puede

inducir analgesia preventiva. A no ser que esté contraindicada, la

analgesia complementaria con fármacos no opiáceos reduce la

necesidad de opiáceos y, en consecuencia, la incidencia de sus

efectos secundarios.

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Anestesia por subespecialidades en el adulto

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