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normovolémico y cómodo, y manteniendo el hematocrito dentro

del rango del 25 al 30%. El uso de anestesia y analgesia epidural

en estas intervenciones es controvertido; algunos cirujanos están

a favor por sus efectos vasodilatadores y otros en contra por la

posible inducción de un fenómeno de «robo» que limitaría real-

mente la irrigación del tejido libre denervad

o 193 .

La amputación puede ser necesaria en los casos de aplasta-

miento masivo, lesión vascular o infección progresiva de los tejidos.

La actuación anestésica es importante por el fuerte componente

emocional que acompaña a estas intervenciones. Aunque la anes-

tesia regional es apropiada desde un punto de vista fisiológico y ha

demostrado que limita el desarrollo posterior del dolor por

miembro fantasma, casi ningún paciente acepta la técnica. Prefie-

ren anestesia general, aunque su combinación con una analgesia

epidural consigue los beneficios de ambas técnicas.

Otras lesiones traumatológicas

Cirugía de cabeza y cuello

Con la excepción de la exploración urgente de traumatismos pene-

trantes en la zona II del cuello (desde las clavículas hasta el ángulo

de la mandíbula), la mayoría de las intervenciones para la repara-

ción de traumatismos de la cabeza y del cuello tienen lugar en la

fase subaguda, después de la fase de reanimación y de las pruebas

diagnósticas secundarias (v. cap. 65). La actitud anestésica en estos

pacientes no difiere de la utilizada en situaciones similares cuando

se trata de cirugía programada, aunque pueden existir lesiones

asociadas que influyan en la posición del paciente y en el control

de la ventilación. La cirugía del maxilar superior y de la mandíbula

puede facilitarse con la intubación nasal, aunque el anestesiólogo

no debe poner en peligro la seguridad de la vía aérea intentando

cambiar un tubo oral por uno nasal en un paciente en el que la

visualización de la laringe puede ser complicada por la tumefacción

debida al traumatismo. Es más seguro en estos casos que el cirujano

trabaje alrededor de un tubo oral apoyado por detrás del segundo

molar (para permitir la oclusión dental) o que realice una traqueos-

tomía si se va a prolongar la necesidad de ventilación mecánica. Se

puede asegurar el tubo fijándolo al segundo molar con un alambre

fino que lo mantendrá estable durante toda la cirugía. La cirugía

del arco cigomático y de los huesos nasal, orbital y etmoides es

posible con un tubo orotraqueal. Todas estas intervenciones pro-

vocan una gran inflamación de toda la zona en el postoperatorio

inmediato, por lo que a veces es preciso continuar con el paciente

intubado y con sedación durante varios días, hasta que el drenaje

venoso sea suficiente para realizar una extubación con seguridad.

Aunque no se considera definitivo, la presencia de una fuga de aire

cuando se desinfla el manguito del tubo endotraqueal sugiere que

la vía aérea será permeable una vez retirado el tubo.

Traumatismo torácico: pulmonar

Los traumatismos al parénquima pulmonar que producen neumo-

tórax se pueden tratar con un tubo de toracostomía para liberar la

tensión, drenar la sangre acumulada y aplicar un mecanismo de

aspiración al espacio pleural hasta que la fuga de aire se resuelva

espontáneamente (v. cap. 49). La pérdida de sangre procedente de

la circulación pulmonar de baja presión es generalmente autolimi-

tada. Aunque la necesidad de realizar una toracostomía es muy

poco frecuente, puede ser necesaria cuando el paciente presenta

una lesión mediastínica evidente, cuando el drenaje por el tubo de

tórax excede los 1.500ml en las primeras horas después del trau-

matismo, cuando existe una lesión traqueal o bronquial con fuga

masiva de aire o cuando el paciente se encuentra hemodinámica-

mente inestable con un trastorno torácico aparent

e 15 .

La sangre que

se recoge en el espacio pleural está libre de factores de coagulación

y puede ser reinfundida con cualquiera de los distintos modelos

comerciale

s 194 .

La hemorragia que necesita con más frecuencia una

intervención quirúrgica procede de una lesión de las arterias inter-

costales o de la mamaria interna y, con menos frecuencia, del

parénquima pulmonar, aunque a veces es necesario realizar una

pequeña resección del parénquima lesionado o incluso una lobec-

tomía, sobre todo después de un traumatismo penetrante.

Aunque durante la toracotomía urgente es deseable contar

con un tubo endotraqueal de doble luz, dicha intubación no es la

más accesible al principio. La intubación rápida realizada con un

tubo convencional de suficiente calibre (por lo menos de 8mm de

diámetro interno) permite utilizar el broncoscopio para el diagnós-

tico y protege al paciente de una posible aspiración mientras se

consigue pasar una sonda nasogástrica que disminuya el contenido

del estómago. El cambio a un tubo de doble luz puede hacerse más

adelante en condiciones más controladas, es decir, en presencia de

una adecuada oxigenación, con anestesia y con relajación muscular.

La tolerancia a la ventilación de un solo pulmón es variable en los

pacientes traumatológicos y depende en gran parte de la ausencia

de alteraciones en el pulmón ventilado. Muchos pacientes con un

traumatismo torácico directo presentan contusiones pulmonares

bilaterales y necesitan un aumento de la Fio

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y niveles elevados de

PEEP para mantener una adecuada oxigenación, incluso aunque se

estén ventilando ambos pulmones.

Si bien un traumatismo torácico que necesite neumectomía

tiene históricamente una mortalidad del 100%, una reciente revisión

retrospectiva multicéntrica ha dado como resultado una mayor

supervivencia después de esta cirugí

a 195

. Las causas de muerte intra­

operatoria son hemorragia incontrolable, insuficiencia cardíaca

derecha aguda y embolia aérea. Los pacientes que sobreviven a la

intervención presentan un gran riesgo de morbimortalidad post­

operatoria. El manejo de la reposición de líquidos puede ser compli-

cado por la necesidad de continuar con la reanimación frente al

tratamiento de la insuficiencia cardíaca derecha. El traumatismo

torácico grave que necesita neumectomía suele asociarse con trau-

matismo pélvico y abdominal. La reposición de volumen tiene que

ser cuidadosa y puede ser útil el uso de un catéter en la arteria pul-

monar (colocado con cuidado en un paciente posneumectomía) o

de la ETE. El ecocardiograma juega un papel importante en la valo-

ración de la función del ventrículo derecho y de la hipertensión

pulmonar. El tratamiento de la insuficiencia cardíaca derecha después

de una neumectomía postraumatismo es difíci

l 196

. Durante el shock

hipovolémico se produce un aumento desproporcionado en la resis-

tencia vascular pulmonar con respecto a la resistencia vascular sis-

témic

a 197

, y la mortalidad, cuando se combina shock hemorrágico y

neumectomía, es muy frecuent

e 198

. Cuando hay una insuficiencia

cardíaca derecha, es deseable generalmente mantener una precarga

mayor de lo normal. Se han utilizado distintos tratamientos para la

insuficiencia cardíaca derecha, como la monitorización de la presión

en la arteria pulmonar, el uso de diuréticos para la sobrecarga de

volumen y el uso de vasodilatadores pulmonares. Es imposible con-

cretar cuál es la mejor de las opciones, ya que el número de pacientes

estudiados es muy pequeño. Un caso publicado recientemente des-

cribe con éxito el uso de óxido nítrico para el tratamiento de la

hipertensión pulmonar después de una neumectomía postraumá-

tic

a 199 .

La circulación extracorpórea se ha utilizado para el manteni-

miento de los pacientes durante el período perioperatorio, aunque

son muchos los problemas técnicos que presenta y, para desconectar

al paciente, pueden llegar a necesitarse días o semanas. Su puesta en

marcha precozmente ha sido eficaz en nuestra experiencia, con una

supervivencia de aproximadamente el 60%.

Anestesia en traumatología

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Sección IV

Anestesia por subespecialidades en el adulto

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