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© ELSEVIER. Fotocopiar sin autorización es un delito

una posición erguida, aunque debe tenerse en cuenta que esta

posición reduce el aporte de sangre arterial. De modo similar, la

presión intraocular debe reducirse en caso de encontrarse elevada.

Claramente, si un paciente sufre pérdida de visión debido a un

síndrome compartimental ocular, está indicado realizar una des-

compresión inmediata (cantotomía lateral).

En la revisión de los casos de NOIP perioperatorios publica-

dos en la literatura médica realizada por Buono y Foroozan se

observa la ausencia de pruebas que apoyen que el tratamiento modi-

fica la evolución de la NOI

P 108

. En algunos casos anecdóticos publi-

cados, la elevación de la presión arterial o de la concentración de

hemoglobina, o la aplicación de oxígeno hiperbárico mejoraron el

pronóstico visua

l 103

. El uso de fármacos neuroprotectores o fármacos

hipotensores oculares, teóricamente útiles, nunca ha demostrado

conseguir ninguna mejorí

a 141

. Stevens y cols., que estudiaron casos

de NOI en pacientes sometidos a cirugía raquídea, encontraron una

mejoría aparente de la visión en dos pacientes tras corregir la anemia

y la hipotensión que padecían. Un paciente mejoró parcialmente y

después empeoró y otro paciente presentó signos claros de mejorí

a 3 .

Sin embargo, comomencionaronBuono y Foroozan, es difícil valorar

si la mejoría se debió al tratamiento, ya que algunos pacientes recu-

peraron visión espontáneamente después de una NOI

P 108

.

Las medidas preventivas dependen del estado de la circula-

ción del nervio óptico del paciente, que no puede conocerse de modo

preoperatorio y que en la actualidad no puede ser controlada intra­

operatoriamente. Se pueden establecer algunas recomendaciones

generales para la cirugía raquídea, pero en la actualidad se desconoce

si alguna de las mismas puede evitar la aparición de una NOI.

La cabeza debe colocarse en una posición neutra con respecto

a la espalda y se desaconseja colocar la cabeza hacia abajo. En los

pacientes con hipertensión arterial mal controlada o aterosclerosis

importante sería prudente mantener la presión arterial sistémica

próxima a los valores basales. Las medidas encaminadas al manteni-

miento de la presión arterial deben sopesarse frente a la posible nece-

sidad quirúrgica de lograr una hipotensión de manera intencionada

para disminuir las pérdidas sanguíneas y mantener una exposición

quirúrgica adecuada. En la cirugía cardíaca existen consideraciones

especiales acerca de las presiones de perfusión sistémicas óptimas que

deben mantenerse durante la DCP. Además, resulta evidente que el

tratamiento de la presión arterial es sólo una parte de los cuidados del

paciente anestesiado, teniendo en cuenta, por supuesto, al paciente en

conjunto y no tan sólo al nervio óptico. Cada vez es más frecuente que

los anestesistas encuentren a pacientes que controlan su hipertensión

arterial con inhibidores de la enzima convertidora de angiotensina o

bloqueantes de los receptores de angiotensina II, asociados a menudo

con bloqueantes

b

-adrenérgicos o bloqueantes de los canales del

calcio. Estos pacientes con frecuencia sufren hipotensión intraopera-

toria, que puede ser necesario trata

r 142

. En situaciones en las que la

presión arterial disminuya intraoperatoriamente, en especial durante

la cirugía raquídea, puede ser necesario emplear vasopresores. Los

pacientes pueden no responder a la administración de efedrina o

fenilefrina y pueden llegar a precisar vasopresina para mantener la

presión arteria

l 142 .

La elevación de la presión arterial mediante el uso

de fármacos vasoactivos o la administración de líquidos por vía intra-

venosa puede acompañarse de riesgos sistémicos, como hipoperfusión

renal, hepática e intestinal, insuficiencia cardíaca congestiva e isquemia

miocárdica. Es importante tener en cuenta estos riesgos a la hora de

tomar decisiones acerca del nivel apropiado de presión arterial y la

necesidad de reposición de fluido

s 143

.

El mantenimiento de unos valores de hematocrito próximos

a los basales es un tema controvertido. Sin embargo, aunque los datos

científicos en los que basar la práctica clínica son incompletos, los

anestesistas deben mantener una actitud prudente cuando se utiliza

hipotensión intencionada y a la vez existe hemodilución de tal grado

que el hematocrito sea inferior al 25%. Mientras la tendencia actual

es conservar el volumen sanguíneo mediante la reposición inicial de

las pérdidas de sangre con fluidos, el efecto de la hemodilución a

menudo será el uso de un gran volumen de fluidos de reposición, en

algunos casos lo que aumenta aún más un volumen de reposición

ya elevado, en especial en reintervenciones de cirugías de fusión

raquídea, que típicamente implican la administración de grandes

cantidades de sangre y fluidos. En la cirugía abdominal se ha probado

una estrategia de fluidos relativamente «seca», pero su uso es con-

trovertido y los resultados no se han estudiado en ningún otro tipo

de cirugí

a 144

. La reposición más precoz de sangre o el uso de mayores

volúmenes de coloides potencialmente puede disminuir el volumen

de reposición con cristaloides, aunque se desconoce el impacto de

esta práctica sobre la aparición de los cuadros de pérdida de visión.

Se desaconseja disminuir la reposición de fluidos por la gran canti-

dad de riesgos que ello conlleva, como el fallo multiorgánic

o 143

.

Otra estrategia, que no se encuentra bajo el control directo

del anestesista, es considerar realizar las cirugías raquídeas com-

plejas por etapas. Sin embargo, en algunos casos, el anestesista

puede ser capaz de convencer al cirujano para que planee una

estrategia quirúrgica menos ambiciosa. Esta decisión requiere la

valoración de los riesgos asociados con las cirugías múltiples

(infección, inestabilidad raquídea), pero puede reducir de manera

significativa la duración de cada intervención. Sin embargo, se han

producido casos de NOI a pesar de realizar la cirugía por etapas.

En el

cuadro 80-1

se resumen las recomendaciones del grupo

de trabajo de la ASA sobre ceguera perioperatoria que son aplicables

a los pacientes que vayan a ser sometidos a cirugía de fusión raquídea.

El asesoramiento ha sido aprobado o apoyado por la North American

Neurophtalmological Society y la North American Spine Societ

y 116 .

Otro tema controvertido es si se debería informar durante el

proceso de consentimiento informado acerca de la posibilidad de

sufrir una NOI a los pacientes que vayan a ser sometidos a cirugías

de riesgo aparentemente más elevado, como un IDC o una cirugía

de fusión vertebral compleja. El grupo de trabajo recomendó con-

siderar informar sobre este riesgo a los pacientes de alto riesgo, es

decir, aquellos que vayan a ser sometidos a cirugías de fusión raquí-

dea prolongada en las que se prevea una pérdida de sangre impor-

tant

e 116

. Esto es difícil de llevar a cabo en los a menudo acelerados

y escasos minutos que dura la consulta preanestésica el día de la

cirugía, lo que es habitual de la práctica moderna de la anestesia en

Estados Unidos. Por consiguiente, los anestesistas pueden conside-

rar solicitar al cirujano que informe sobre esta posible complicación

en una consulta preoperatoria anterior, más relajada.

Ceguera cortical

La ceguera cortical completa se caracteriza por la pérdida de visión

bilateral, la ausencia de nistagmo optocinético y la ausencia de

respuesta palpebral refleja frente a la amenaza visual. Los reflejos

pupilares, la motilidad ocular extrínseca, la retina y el nervio óptico

son normales. La presencia de una ceguera completa implica el daño

de la corteza occipital derecha e izquierda, mientras que una hemi­

anopsia homónima es indicativa de una lesión más localizada.

La ceguera total como consecuencia de un infarto occipital

bilateral es poco frecuente. Como la vía óptica discurre a través de

los lóbulos parietotemporales, la causa más frecuente de ceguera

cortical es un accidente cerebrovascular perioperatorio que afecte a

las arterias carótida interna, cerebral media, basilar o cerebral pos-

terior. El grado de daño visual es difícil de predecir ya que depende

del estado de la circulación colatera

l 145

. Cerca del 80% de los casos

descritos de ceguera cortical postoperatoria se ha producido tras

cirugía cardíaca u otro tipo de cirugía torácica. Según la sensibilidad

de las pruebas neurofisiológicas empleadas, estos pacientes con fre-

cuencia exhiben secuelas neurológicas postoperatoria

s 146

.

Al principio, la ceguera cortical total suele acompañarse de

signos de accidente cerebrovascular en la región parietooccipital. El

paciente puede sufrir agnosia, que consiste en la incapacidad para

interpretar los estímulos sensoriales. A menudo, la visión mejora a

Pérdida de visión postoperatoria

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Sección VI

Cuidados postoperatorios