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lo largo del tiempo, aunque deja como secuelas defectos campimé-

tricos incompletos y desorientación visual. Entre los hallazgos

típicos se encuentran la normalidad de los reflejos pupilares y la

recuperación de la mayor parte del campo visual en cuestión de

días; pueden persistir las alteraciones de la percepción espacial y el

sentido de la relación entre tamaños y distancias. La atención visual

también puede verse afectada y puede que no sea posible visualizar

a la vez imágenes formadas en todas las partes de la retina.

En un hospital se encontró una incidencia de ceguera cortical

tras cirugía cardíaca de 10 casos de un total de 808 pacientes some-

tidos a un IDC, cinco de ellos presentaban un infarto occipital en

la TC cerebral

(v. cap. 50 ) 147

. En un estudio retrospectivo sobre 700

intervenciones de IDC y sustituciones valvulares, realizadas por un

único cirujano, se encontraron 2 pacientes con infarto cortical occi-

pital unilatera

l 148

. Shaw y cols

. 149

realizaron un estudio prospectivo

con 312 pacientes que iban a someterse a una cirugía de IDC y

encontraron una incidencia de ceguera cortical del 5%. Al menos el

50% de los pacientes presentaba déficits neurológicos asociados. En

otro estudio se observó que el inicio de las alteraciones visuales

seguía un curso temporal parecido al de la lesión neurológica

150 .

El

estudio de Roach y cols

. 151

es uno de los estudios más amplios de

entre los que abordan las alteraciones neurológicas que se producen

tras una cirugía cardíaca. Se trata de un estudio prospectivo en el

que participaron 2.108 pacientes sometidos a un IDC en 24 hospi-

tales diferentes. La incidencia encontrada de complicaciones neu-

rológicas fue del 6%. No se indicó la incidencia específica de

complicaciones oculares. Los resultados de estudios posteriores son

similares y han sido revisados por Newman y cols. Entre los factores

asociados se incluyen la edad avanzada, la angina inestable, la dia-

betes, los antecedentes de ataque isquémico transitorio o accidente

cerebrovascular, la cirugía previa de IDC y los antecedentes de

enfermedad vascular o pulmona

r 152

. En ninguno de estos estudios

se detalla la incidencia de las alteraciones visuales.

El 55% de los casos descritos de ceguera cortical se produjo tras

una cirugía de IDC y el 23% fue secundario a otro tipo de cirugía

vascular torácic

a 153 .

Existen casos descritos en la población infantil. El

45% de los pacientes sufrió episodios de hipotensión y en el 23% se

encontró anemia y hemodilución. Más de la mitad de los pacientes

sufría coronariopatía, pero la ceguera cortical se presentó con una gran

variedad de trastornos sistémicos, como cardiopatías congénitas, insu-

ficiencia hepática, embolismo pulmonar posparto e hipercolesterole-

mia. En la mitad de los casos los síntomas se iniciaron el primer día

del postoperatorio, aunque por desgracia en cerca de la mitad de los

casos restantes no se detalla el tiempo de aparición de los síntomas.

Como era de esperar, la funduscopia fue normal en casi todos los

pacientes, excepto en uno en el que se combinaba la ceguera cortical

con unaNOIA. Los defectos campimétricos fueron bilaterales en todos

los pacientes a excepción de uno que presentaba una lesión próxima

al núcleo geniculado lateral. La incidencia de otros hallazgos neuroló-

gicos objetivos fue del 38%. El 25% de los casos presentaba confusión.

Las alteraciones visuales mejoraron en el 65% de los pacientes.

Mecanismo y fisiopatología

Entre las causas de ceguera cortical se encuentran la isquemia global,

el paro cardíaco, la hipoxemia, la hipertensión intracraneal, la hemo-

rragia exanguinante, la isquemia focal, la oclusión vascular, la trom-

bosis, la hemorragia intracraneal, el vasoespasmo y la embolia. Si la

privación de sangre y oxígeno se prolonga lo suficiente, se inte-

rrumpe el aporte de energía a la célula y se inicia una serie de acon-

tecimientos bioquímicos que en último término conducen a la

muerte celular. Los mecanismos causantes de la lesión neuronal en

la corteza cerebral se han estudiado exhaustivament

e 154

.

La cirugía asociada con mayor frecuencia a la ceguera cor-

tical es el IDC, aunque la fisiopatología subyacente no se conoce

con exactitud. Se cree que la principal fuente de daño cerebral y

visual es una embolia procedente del campo quirúrgico, compuesta

por grasa y ateromas o microémbolos de lípidos y agregados fibri-

noplaquetario

s 155 .

Se ha documentado una incidencia elevada de

émbolos en la circulación retiniana de los pacientes sometidos a

un ID

C 156 .

Parece que los pacientes con aterosclerosis aórtica pre-

sentan un riesgo superio

r 151 .

El edema cerebral también podría

causar la ceguera cortical, pero un estudio realizado con RM cere-

bral en el postoperatorio precoz de los pacientes sometidos a IDC

mostró la presencia de edema cortical a los 20-40 minutos que no

se observó después durante un seguimiento de 1-3 semanas, lo que

pone en duda su papel patogénic

o 157 .

Este edema puede contribuir

en parte a las alteraciones visuales inespecíficas que se encuentran

hasta en un 25% de los pacientes sometidos a cirugía de ID

C 158 .

Otro posible factor etiológico puede ser la disminución transitoria

del flujo sanguíneo en las zonas divisorias de la irrigación entre la

2602

Cuidados postoperatorios

VI

Cuadro 80-1

 Recomendaciones del grupo de trabajo

de la ASA sobre ceguera perioperatoria

El consenso del grupo de trabajo es que se debe explorar la

visión del paciente cuando éste se despierte de la anestesia

(p. ej., en la sala de reanimación, en la unidad de cuidados

intensivos o en la planta). Si existe la sospecha de que existe

pérdida de visión, se debe realizar una consulta

oftalmológica urgente para determinar su causa. Como

tratamiento adicional puede considerarse la optimización del

hematocrito, de la concentración de hemoglobina, del estado

hemodinámico y de la oxigenación arterial. Considere la

resonancia magnética para descartar causas intracraneales de

la pérdida de visión. El grupo de trabajo cree que el tratamiento

con fármacos antiagregantes plaquetarios, corticoides o

fármacos que disminuyen la presión intraocular carece de valor

en el manejo de la neuropatía óptica isquémica perioperatoria.

• Existe un subgrupo de pacientes sometidos a

intervenciones quirúrgicas raquídeas bajo anestesia general

mientras están posicionados en decúbito prono, que

presentan un riesgo mayor de sufrir un cuadro de pérdida

de visión perioperatoria. Este subgrupo se compone de

pacientes en los que se espera de modo preoperatorio que

la intervención sea prolongada y/o que vayan a sufrir una

pérdida de sangre importante (pacientes de alto riesgo).

• Considere informar a los pacientes de alto riesgo acerca

del riesgo bajo e imprevisible de sufrir pérdida de visión

perioperatoria.

• El uso intencionado de técnicas hipotensivas durante la

cirugía raquídea no se asocia con la aparición de pérdida

de visión perioperatoria.

• En los pacientes que sufran pérdidas importantes de

sangre deben emplearse coloides y cristaloides para

mantener el volumen intravascular.

• En la actualidad se desconoce un umbral aparente a partir

del cual una transfusión eliminaría el riesgo de sufrir

pérdida de visión perioperatoria relacionada con la anemia.

• Cuando sea posible, los pacientes de alto riesgo deben ser

posicionados con la cabeza al mismo nivel que el corazón o

por encima del mismo. Además, siempre que sea posible, la

cabeza debe mantenerse en una posición neutra hacia

delante (p. ej., sin flexión, extensión, flexión lateral o rotación

importantes).

• En los pacientes de alto riesgo debe considerarse la

práctica de intervenciones raquídeas por etapas.

Disponible en:

http://www.asahq.org/publicationsAndServices/ BlindnessAdvisoryFinal.pdf .