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dopamina, noradrenalina, fenilefrina o vasopresina para aumentar

la presión de perfusión y el flujo renal.

Paciente con insuficiencia cardíaca

El tratamiento con líquidos en situaciones de insuficiencia cardíaca

tiene como objetivos optimizar la precarga, evitar la sobrecarga de

sodio, reducir el edema y corregir los habituales trastornos electrolí-

ticos (v

. cap. 50).

Las medidas directas e indirectas de la función

contráctil del corazón y su precarga suponen una inestimable ayuda

a la hora de intentar mantener las condiciones ideales de precarga

durante el perioperatorio, cuando hay rápidos intercambios de líqui-

dos que pueden alterarla. La precarga se puede valorar con la PVC, la

medición del gasto cardíaco por termodilución, del volumen teledias-

tólico, la realización de ecocardiograma y la medición de las presiones

en la aurícula izquierda o la presión enclavada en la arteria pulmonar.

La valoración de la función contráctil del corazón se realiza con el

volumen sistólico, la fracción de eyección o el trabajo sistólico.

En los pacientes con antecedentes de insuficiencia cardíaca

que van a someterse a una cirugía mayor o prolongada, hay que

comenzar una monitorización en el preoperatorio y realizar una

prueba de sobrecarga intravascular (p. ej., con cristaloides a 500-

1.000ml/70 kg), para establecer el nivel más adecuado de precarga.

La formación de edemas se puede evitar controlando frecuente-

mente la precarga y la presión arterial al tiempo que se asegura la

contractilidad y controlan las resistencias vasculares periféricas.

Estos pacientes tienen una menor capacidad para eliminar los

líquidos que debe realizarse tras la movilización de los mismos en

el postoperatorio. Dado que suelen partir de una situación con un

volumen de LEC aumentado, el ritmo inicial de infusión de líqui-

dos en el intraoperatorio debe ser el más bajo posible dentro del

margen calculado. Por el mismo motivo, es preferible usar solucio-

nes coloides en el periodo perioperatorio inmediato para asegurar

el volumen intravascular sin aumentar el del espacio intersticial.

La monitorización hemodinámica debe prolongarse en el

postoperatorio hasta que la movilización de líquidos haya termi-

nado. En este periodo se intentará administrar la menor cantidad

posible de cristaloides necesarios para mantener una función car-

díaca global adecuada. Estos pacientes suelen recibir unos 200 mEq

de sodio al día si se tienen en cuenta todos los líquidos adminis-

trados, las soluciones salinas utilizadas para medir el gasto car­

díaco, el sodio de las infusiones de antibióticos y el asociado a las

medicaciones vasoactivas y agentes inotrópicos utilizados en el

perioperatorio; por ello se deben medir bien las dosis de sodio

administradas y todas las entradas de líquidos, así como mantener

el ritmo de infusión de los líquidos de mantenimiento en niveles

bajos, e incluso interrumpirlos si la diuresis, las presiones de llenado

o el volumen diastólico, comienzan a aumentar. Si la precarga

resulta demasiado alta, se administrarán diuréticos.

Los pacientes con insuficiencia cardíaca tienen trastornos

electrolíticos primarios, debidos a los mecanismos fisiológicos de

compensación que se ponen en marcha ante esta situación, que se

agravan posteriormente con el uso de fármacos diuréticos, vasodi-

latadores, inhibidores de la enzima convertidora de angiotensina

(IECA) o digoxina. Uno de los más frecuentes en la hiponatremia,

producida por un exceso de activación del sistema de la ADH que

ocurre pese a la retención de sodio. Su tratamiento consiste en el

uso de diuréticos, que producirán una eliminación de agua libre

mayor que la eliminación de sodio, mientras que la administración

de sodio se reserva para casos con depleción documentada de la

volemia. La activación de la aldosterona y el uso de diuréticos pro-

ducen una pérdida de potasio y magnesio, los cuales son de gran

importancia para el mantenimiento de la estabilidad eléctrica del

corazón y la eficacia de la digoxina o las catecolaminas. Otro ión

esencial para la contractilidad cardíaca es el calcio y la hipocalcemia

es un problema muy frecuente en el perioperatorio de este tipo de

pacientes, por lo que siempre hay que medir sus niveles y, en su caso,

hacer las correcciones oportunas. Una hipofosfatemia grave ocurre

a veces de forma simultánea con alteraciones del calcio, potasio y

magnesio, llevando a una depresión de la contractilidad.

Paciente con edema cerebral

Los objetivos que se persiguen en el tratamiento con líquidos de un

paciente con edema cerebral (v. caps. 3

y 53)

son mantener una

adecuada presión de perfusión cerebral, evitando un aumento de las

presiones venosas y la aparición de hipertensión, intentando que no

haya grandes cambios en la osmolaridad del plasma (especialmente

su descenso) ni hiperglucemia. La presión de perfusión cerebral se

debe mantener en niveles normales o altos (v.

cap. 53)

porque la

capacidad de autorregulación del sistema nervioso central está alte-

rada en el cerebro dañado y hay un aumento de las resistencias

cerebrovasculares. Evitar la hipertensión intracraneal, el otro deter-

minante de la presión de perfusión cerebral, es esencial para asegurar

el flujo sanguíneo a los tejidos aún viables. La formación de edema

cerebral depende de la presión capilar, la presión oncótica y la per-

meabilidad. La presión capilar se sitúa entre las presiones arterial y

venosa, por lo que se debe evitar la hipertensión tanto arterial como

venosa. El lecho capilar cerebral normal es impermeable al sodio,

manitol y las proteínas, aunque el agua lo atraviesa libremente.

Cuando ocurre una agresión, aumenta la permeabilidad, especial-

mente para las moléculas más pequeñas y menos para los coloides.

Es aconsejable mantener una situación de relativa deshidrata-

ción, sin tener hipovolemia, para que el nivel de sodio en plasma sea

de entre 142 y 148mEq/l. Para ello, las soluciones de NaCl al 0,9% o

el Ringer-lactato deben suponer el 75-90% de los líquidos de mante-

nimiento y se debe minimizar el volumen de agua utilizado con la

administración de otras medicaciones. Las soluciones cristaloides

isotónicas y los coloides no producen edema en el cerebro normal y

pueden utilizarse para mantener el volumen intravascula

r 115 .

La hipo-

natremia suele ser consecuencia de una hipovolemia con unas pér-

didas inapropiadas de sodi

o 116

que desembocan en una retención de

agua, por lo que su tratamiento consistirá en aumentar la volemia con

soluciones isotónicas o hipertónicas de cloruro sódico. Para aportar

todas las necesidades calórico-proteicas en el menor volumen posible,

la nutrición parenteral debe contener un 15% de solución de aminoá-

cidos, 20% de lípidos y 70% de glucosa. En caso de alimentación

enteral, se utilizarán formulaciones de 2cal/ml. La infusión de coloi-

des para mantener el volumen intravascular, guiada por la monitori-

zación hemodinámica, ofrece mejores resultados a largo plazo que el

uso de cristaloides. Si la diuresis provocada por fármacos diuréticos

o por diabetes insípida supera los 2ml/kg/h por más de dos a cuatro

horas, puede ser necesaria la colocación de un catéter en la arteria

pulmonar para una monitorización más estrecha. La glucemia se

debe mantener entre 80 y 175mg/dl, con controles inicialmente hora­

rios que se irán espaciando a medida que se demuestre la estabilidad.

En la reanimación aguda, el uso de glucosa se debe limitar a un

máximo de 2mg/kg/min. Cada vez son menos las indicaciones para

el uso de corticoides, con lo que se han reducido los problemas de

hiperglucemia.

Paciente con insuficiencia renal anúrica

sometido a cirugía distinta del trasplante

En los pacientes con insuficiencia renal en anuria que van a some-

terse a una cirugía distinta del trasplante renal, a la hora de iniciar

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Control de la anestesia

III