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Terapia transfusional

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Sección III

Control de la anestesia

© ELSEVIER. Fotocopiar sin autorización es un delito

sorprendente que se asociara a morbilidad. La influencia de la edad

de la sangre infundida se describe más adelante en este capítulo.

Tal vez el desarrollo de marcadores más sensibles de oxigena-

ción tisular (p. ej., pH intramucoso) pueda proporcionar mejores

indicadores de transfusión. En la década de 1990 se intentó en vano

relacionar los niveles de hemoglobina en el postoperatorio con

desenlaces concretos. Además,Weiskopf y cols

. 18

hallaron, en pacien-

tes sanos, que al descender la concentración de hemoglobina a 5g/dl

no se producían signos de oxigenación inadecuada. Sin embargo,

estos pacientes no estaban sometidos al estrés de la recuperación

quirúrgica y anestésica. Dichos autores encontraron que los pacien-

tes compensaban sus bajos niveles de hemoglobina mediante el

aumento de la frecuencia cardíaca y del volumen sistólico. Es tenta-

dor afirmar que aquellos pacientes que presentan una frecuencia

cardíaca superior a la esperada o los que no pueden aumentar su

gasto cardíaco deben recibir una transfusión para elevar su nivel de

hemoglobina a más de 10g/dl. Por desgracia, no pueden sacarse

conclusiones precisas de estos útiles y sugestivos datos.

Para llegar a alguna conclusión ante unos datos incompletos

se proporcionan dos recomendaciones complementarias. En 2006,

las guías prácticas de actuación de la American Society of Anes-

thesiologist

s 4

ofrecían las siguientes recomendaciones:

1. Cuando la concentración de hemoglobina es mayor de

10 g/dl es infrecuente indicar una transfusión, y ésta está casi

siempre indicada cuando dichos niveles son menores de

6 g/dl, sobre todo si la anemia es aguda.

2. Ante niveles intermedios de hemoglobina (6-10 g/dl), la

indicación de transfusión de sangre debería basarse en los

riesgos de complicaciones del paciente debidos a una oxige-

nación inadecuada.

3. No se recomienda el uso de un único «umbral» de hemo-

globina para todos los pacientes, ni otros planteamientos que

no tengan en cuenta todos los factores fisiológicos y quirúr-

gicos relevantes que afecten a la oxigenación.

4. Cuando sea apropiado, puede ser beneficiosa la autotrans-

fusión, la recuperación de sangre intra y postoperatoria, la

hemodilución aguda normovolémica y aquellas medidas

destinadas a disminuir la pérdida de sangre (es decir, hipo-

tensión controlada y fármacos).

5. Las indicaciones para la transfusión de hematíes autólogos

deben ser menos estrictas que las de transfusión alogénica,

porque los riesgos de la primera son menos frecuentes

(aunque sigan siendo significativos).

En la 6.ª edición de

Anesthesia

se recomendaron las siguien-

tes indicaciones para una transfusión, con la regla general según la

cual la administración de un concentrado de hematíes aumentará

el hematocrito en un 3-5%:

1. Pérdidas de sangre superiores al 20% del volumen sanguíneo

cuando es mayor de 100ml.

2. Nivel de hemoglobina menor de 8 g/dl.

3. Nivel de hemoglobina menor de 10 g/dl en enfermedades

graves (p. ej., enfisema, cardiopatía isquémica).

4. Nivel de hemoglobina menor de 10g/dl con sangre autóloga.

5. Nivel de hemoglobina menor de 12 g/dl y dependencia del

respirador.

Aunque actualmente se usan estas recomendaciones, el

esquivo «umbral de transfusión» es un punto destacado de debate

en anestesiología, de forma específica, y en medicina en general.

Las dos listas de recomendacione

s 4

coinciden en que un umbral de

transfusión de 8 g/dl o menos puede ser tolerado por aquellos

pacientes que no estén gravemente enfermos o no presenten enfer-

medad cardiorrespiratoria grave. Esta conclusión sigue siendo

válida en nuestros días.

En los últimos 5 años se ha dirigido la investigación a inten-

tar determinar la tolerancia del umbral de transfusión en los enfer-

mos en estado crítico pero, por desgracia, prácticamente no existen

datos sobre el umbral de la transfusión en el intraoperatorio. Es

más, los especialistas de medicina intensiva han propuesto que la

administración de las transfusiones de sangre está relacionada con

la incidencia de neumonía asociada al ventilado

r 19

y las infecciones

nosocomiale

s 20

. Si bien no podemos descartar esta posibilidad, se

trata de afecciones asociadas a muchas otras variables. A pesar del

problema de la identificación de un umbral de transfusión especí-

fico, Ely y Bernar

d 21

han confirmado en líneas generales los resul-

tados mencionados en la sexta edición de

Miller, Anesthesia

. Los

esfuerzos y artículos subsiguientes se han dirigido a emplear un

menor umbral de transfusión, incluso en pacientes en situación

crític

a 22,23

. Los estudios posteriores no han encontrado beneficios

claros, ni una tendencia a mejorar los resultados con niveles de

hemoglobina inducidos por transfusión superiores a 8 g/dl (es

decir, de 9-10 g/dl

) 24,25

. Aúnmás recientemente, Vincent y cols. con-

cluyeron después de utilizar un estudio multicéntrico observacio-

nal que las «transfusiones de sangre ya no pueden asociarse a tasas

de mortalidad aumentadas, sino a una mejor supervivencia

» 26 .

Aunque estos estudios multicéntricos presentan algunos problemas

estadístico

s 27

se propone un umbral de transfusión más liberal.

Quizá se debería aumentar el margen de seguridad mediante la

elevación de la hemoglobina en los pacientes graves, incluidos

aquellos con enfermedad cardiorrespiratoria. Existe una preocupa-

ción creciente acerca de lo poco que se utiliza el tratamiento trans-

fusiona

l 28

. Sin embargo, la sangre es un recurso valioso que a veces

es escasa. Tal vez la disponibilidad de eritropoyetina y de hematíes

sintéticos permitirá emplear un nivel de hemoglobina menos res-

trictivo. En palabras de Weiskop

f 29 :

«Sólo estamos esperando los

avances tecnológicos que nos permitan medir directamente el

parámetro de interés para liberarnos así de las discusiones sobre

qué sustituto medir (p. ej., hemoglobina) y qué valor indica la

necesidad de un mayor aporte de oxígeno.».

Sangre autóloga

Se supone que la sangre autóloga (v. también

cap. 47 )

es más segura

que la alogénica, sobre todo por el menor riesgo de infección. Dada

la marcada disminución de la infectividad de la sangre alogénica

(v. el apartado «Infectividad de la sangre»), la diferencia en térmi-

nos de seguridad comparada con la sangre autóloga es mucho

menor. La proporción de sangre autóloga obtenida ha disminuido

significativamente desde que alcanzara su máximo en 1992, lo que

no es nada sorprendente. En realidad, es posible que la sangre

autóloga no sea más segura que la sangre alogénica. Además, la

transfusión de sangre autóloga también presenta riesgos. Una de

cada 16.000 donaciones autólogas de sangre requiere hospitaliza-

ción por reacción grav

e 30

. Entre las complicaciones asociadas con

la transfusión autóloga de sangre se incluyen:

Anemia.

Isquemia miocárdica preoperatoria por anemia inducida

por una donación preoperatoria.

Administración de una unidad equivocada (1 de cada

13.000-62.000

) 31 .

Necesidad de transfusión sanguínea más frecuente.

De hecho, la sepsis bacteriana relacionada con la transfusión

puede ser más frecuente si se utiliza sangre autóloga debido a la

situación médica subyacente del donante y a que su proceso de