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tisular, debe aceptarse como dolor. Esta definición evita atar el dolor

a un estímulo. La nocicepción sola o la actividad inducida en las

neuronas sensitivas periféricas (nociceptores) y en las vías nocicepti-

vas más altas por un estímulo doloroso no es dolor. El dolor es

siempre un estado psicológico, incluso aunque a menudo tenga una

causa física próxim

a 24

. La American Society of Anesthesiologists

(ASA) define el dolor crónico como «dolor de una duración o inten-

sidad que afecta de forma perjudicial a la función o al bienestar del

paciente

» 25

. La IASP lo define como «dolor sin un valor biológico

aparente que ha persistido por encima del tiempo normal de curación

de los tejidos, que habitualmente se considera que es de 3 meses

» 26 .

La presencia o extensión del dolor crónico no se correlaciona a

menudo con una enfermedad tisular documentada.

Prevalencia

Aparte de estas definiciones generales, no hay un acuerdo común

con respecto a las características de un paciente con dolor crónico,

lo que puede ser una de las razones por las que las estimaciones de

la prevalencia del dolor difieren en gran medida de una publicación

a otra. Poblaciones heterogéneas, la existencia de comorbilidad no

detectada, distintas definiciones de dolor crónico y diferentes abor-

dajes en la recogida de datos dan lugar a estimaciones de prevalencia

que varían entre el 20 y el 60%. Los datos disponibles indican una

mayor prevalencia en mujeres y en ancianos (habitualmente de dolor

musculoesquelético

) 27,28

. El dolor crónico tiene un coste socioeconó-

mico enorme. Sólo en Estados Unidos, la cantidad de gasto anual

alcanza los 150.000 millones de dólares para atención sanitaria, com-

pensaciones por incapacidad, días de trabajo perdidos y gastos rela-

cionados. Cifras similares se han publicado en otros paíse

s 29,30

.

Clasificación

Es tradicional diferenciar entre dolor crónico maligno (relacionado

con el cáncer y su tratamiento) y no maligno (p. ej., neuropático,

musculoesquelético, inflamatorio). Sin embargo, pocas pruebas

sugieren que diferentes mecanismos somáticos o psicológicos esta-

blezcan tal distinció

n 31

. Los pacientes oncológicos tienden a tener

alteraciones más importantes de la salud, y en estos pacientes se

prescriben más opioides y otros fármacos que en pacientes con

dolor crónico no oncológico. Algunos estudios sugieren que los

pacientes con dolor no maligno refieren valoraciones del dolor más

altas, esperan más alivio del dolor que los pacientes oncológicos y

creen que mayores valoraciones del dolor resultarán en un aumento

de la medicació

n 32 .

El dolor crónico no maligno se clasifica fre-

cuentemente en inflamatorio (p. ej., artrósico), musculoesquelético

(p. ej., lumbalgia), cefaleas y dolor neuropático (p. ej., neuralgia

postherpética, dolor de miembro fantasma, síndrome de dolor

regional complejo [SDCR], neuropatía diabética, neuropatía aso-

ciada al virus de la inmunodeficiencia humana). El dolor neuropá-

tico se caracteriza por ser espontáneo, lancinante, eléctrico o urente;

hiperalgesia y alodinia; o cualquier combinación de los mismo

s 33 .

El dolor oncológico puede originarse de la invasión del tumor de

tejidos densamente inervados por neuronas aferentes primarias

(p. ej., pleura, peritoneo) o directamente de los plexos nerviosos

periféricos. En este último caso, los síntomas neuropáticos pueden

ser los predominantes. Un problema en el tratamiento del dolor

oncológico es la falta de correlación entre la autovaloración del

paciente y la valoración del personal clínico. En algunos estudios,

el dolor del paciente puede haber sido infraestimado por el perso-

nal médico y los familiares, lo que puede dar lugar a un mal control

del mism

o 34

. Muchos tratamientos oncológicos se asocian a un

dolor intenso. Por ejemplo, la radioterapia citorreductora o la qui-

mioterapia producen con frecuencia mucositis oral dolorosa, espe-

cialmente después del trasplante de médula óse

a 35 .

Concepto biopsicosocial del dolor crónico

Los pacientes oncológicos y no oncológicos con dolor crónico tienen

en común las complejas influencias de factores biológicos (daño

tisular), cognitivos (recuerdos, expectativas), emocionales (ansiedad,

depresión) y ambientales (condicionamiento, reforzamiento).

Muchos pacientes tienen una movilidad limitada, falta de motiva-

ción, depresión, enfado, ansiedad y miedo a nuevas lesiones, carac-

terísticas que dificultan la vuelta al trabajo o a las actividades de ocio.

Estos pacientes pueden empezar a preocuparse por el dolor y los

procesos somáticos, lo que puede alterar el sueño y causar irritabili-

dad y aislamiento social. Otros factores cognitivos como las expec-

tativas o creencias (p. ej., incapacidad percibida para controlar el

dolor) influyen en el funcionamiento psicosocial y físico. Conductas

relacionadas con el dolor como cojear, la toma de la medicación o

evitar la actividad están sujetas a condicionantes del operador; esto

es, responden a premios y castigos. Por ejemplo, la conducta ante el

dolor puede reforzarse positivamente por la atención del cónyuge o

del personal sanitario (p. ej., por uso inadecuado de bloqueos ner-

viosos o medicación). De forma inversa, esa misma conducta puede

ser extinguida cuando es descartada y un aumento de la actividad se

refuerza con atención social y elogio

s 36,37

. Los mecanismos de apren-

dizaje del respondedor (es decir, condicionamiento clásico) pueden

también contribuir a la cronicida

d 38 .

A menudo coexisten otros

aspectos, como problemas de abuso de sustancias, disfunción fami-

liar y conflictos con sistemas legales o de seguros. Consecuente-

mente, la búsqueda de cuidados es una característica integral de la

experiencia del dolor, y esto genera un uso excesivo de los sistemas

de atención sanitaria. La interacción entre estos factores biológicos,

psicológicos y sociales da lugar a la persistencia del dolor y a con-

ductas enfermiza

s 37,38

. Tratar sólo uno de los aspectos de este com-

plejo síndrome es obviamente insuficiente. Por tanto, debe adoptarse

un concepto biopsicosocial del dolor. Este concepto fue descrito por

primera vez por Engel en 1959, pero se ha implementado en la

práctica diaria hace muy poco, especialmente con relación a los

pacientes con dolor crónic

o 39,40

. Con la ayuda de este concepto es

posible entender por qué el dolor crónico puede existir sin una causa

física obvia o por qué los hallazgos patológicos somáticos pueden

permanecer ignorados por el paciente. Además, estudios recientes

han demostrado que la experiencia y la regulación del dolor social

y físico pueden compartir unas bases neuroanatómicas comune

s 41 .

En un abordaje multimodal, el manejo del dolor comprende habili-

dades físicas, psicológicas y sociales, y destaca la responsabilidad

activa de los pacientes para obtener de nuevo el control sobre su vida

mejorando la funcionalidad y el bienesta

r 38,42 .

Manejo interdisciplinario

del dolor crónico

El anestesiólogo John J. Bonica fue el primero en apreciar la nece-

sidad de un abordaje multidisciplinar para el dolor crónico. Las

primeras experiencias de Bonica durante y después de la segunda

guerra mundial le convencieron de que los complejos problemas

del dolor podrían ser tratados de forma más eficaz cuando diferen-

tes disciplinas contribuyen con sus especializados conocimientos y

habilidades para el objetivo común de conseguir un diagnóstico

correcto y desarrollar la estrategia terapéutica más eficaz. La

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Anestesia por subespecialidades en el adulto

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