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Fisiología y anestesia

I

Generalidades

El hígado es el órgano interno más grande y la glándula de mayor

tamaño del cuerpo humano. Supone el 2% de la masa total en los

adultos sanos y el 5% en los recién nacido

s 1 .

Su localización dentro

de la porción torácica de la cavidad abdominal refleja su impor-

tancia fisiológica como interfase entre el tubo digestivo y la circu-

lación pulmonar y sistémica. Filtra, excreta y modifica una enorme

cantidad de sustancias derivadas del intestino: destruye bacterias,

inactiva antígenos y destoxifica sustancias químicas que de otro

modo dañarían el corazón, los pulmones u otros órganos vitales.

El hígado está en el epicentro del metabolismo intermediario, con

vías bioquímicas versátiles y masivas para la transformación mole-

cular. Tales vías actúan para mantener concentraciones sanguíneas

homeostáticas de nutrientes durante la comida y el ayuno. Como

se describe en este capítulo, múltiples y diversas funciones del

hígado repercuten en todos los tejidos del cuerpo. Un conoci-

miento fundamental de la anatomía y fisiología hepática es por

tanto un requisito para comprender las enfermedades hepáticas,

sus manifestaciones clínicas y sus desafíos terapéuticos.

Anatomía hepática

Anatomía macroscópica

El hígado es una glándula marrón rojiza en forma de bumerán que

ocupa el hipocondrio derecho, la mayor parte del epigastrio y una

porción variable del hipocondrio izquierdo

( fig. 7-1 )

. En la línea

media axilar derecha, el hígado abarca desde la 7.ª costilla hasta la

11.ª; la vesícula biliar se dispone por debajo del 9.° cartílago costal.

El hígado está muy vascularizado, es friable y se lacera con facili-

dad. Debido a su esponjosidad, se adapta a los contornos de las

estructuras adyacentes menos maleables. Como se ha visto en estu-

dios de necropsias (con sustancias químicas que endurecen el

hígado en su sitio), el órgano tiene la forma de un prisma triangular

de ángulos rectos (cuña), con un ángulo derecho redondeado. Las

tres caras de este prisma son las superficies superior, inferior y

posterior del hígado; proporcionan referencias para la anatomía

macroscópica

( figs. 7-2 y 7-3

).

Los ligamentos hepáticos son bandas de tejido conjuntivo que

unen el hígado a los tejidos adyacentes. La mayoría de estas bandas

son pliegues solapados de peritoneo (es decir, ligamentos membra-

nosos), aunque dos son cordones fibrosos derivados de vasos fetales

obliterados, en concreto, la vena umbilical (ligamento redondo) y el

conducto venoso (ligamento venoso). Aunque un par de ligamentos

se unen a vísceras vecinas (p. ej., los ligamentos hepatogástrico y

hepatoduodenal, que se conectan con la curvatura menor del estó-

mago y el duodeno, respectivamente), la mayoría sirve para anclar

el hígado a la pared abdominal anterior o a la cara inferior del dia-

fragma. Entre este último grupo están los ligamentos coronario,

lateral izquierdo, lateral derecho, falciforme y redondo.

Varios factores mantienen el hígado en una posición anató-

mica correcta. Por ejemplo, los principales apoyos posteriores son:

1) el diafragma, a través de los ligamentos coronario y triangular

y la matriz del tejido conjuntivo situado sobre la zona desnuda

y 2) la vena cava inferior, las venas hepáticas y el tejido conjuntivo

embebido. La superficie superior del hígado tiene una forma que

se adapta al diafragma, lo que puede mantener estas estructuras en

12.

El hígado es el principal órgano para la biotransformación

de xenobióticos. Las reacciones químicas complejas

múltiples del metabolismo hepático de los fármacos se

encuadran en al menos una de tres categorías (o fases)

metabólicas amplias: la fase 1 oxida los fármacos a través

de reacciones de oxidorreducción con el citocromo P-450;

la fase 2 produce conjugados de moléculas polares

endógenas y fármacos (o sus metabolitos); la fase 3 usa

proteínas de transporte de trifosfato de adenosina para

facilitar la eliminación de sustancias endógenas y exógenas.

13.

El hígado es el mayor órgano reticuloendotelial del cuerpo

humano. Las células de Kupffer (macrófagos) suponen

casi el 10% de la masa hepática. Estos macrófagos filtran

la sangre venosa procedente del tubo digestivo y en el

proceso fagocitan microbios, destruyen toxinas, procesan

antígenos, modulan la inmunidad y regulan las respuestas

inflamatorias. Las células de Kupffer, activadas por tales

procesos, liberan radicales nitro, especies reactivas del

oxígeno, proteasas, quimiocinas y citocinas, que reclutan

neutrófilos en el hígado e intensifican la inflamación

hepática. Si no se controlan, estos macrófagos activados

pueden dañar el parénquima hepático normal.

14.

Las derivaciones portosistémicas (como ocurren en la

cirrosis inducida por hipertensión portal) evitan el

mecanismo de filtro hepático y con ello permiten que los

fármacos, los desechos nitrogenados y las toxinas entren

en la circulación central. Algunas de estas sustancias son

supuestos mediadores de la encefalopatía hepática.

15.

Se utilizan grupos estandarizados de pruebas bioquímicas

para evaluar las enfermedades hepatobiliares e identificar

categorías de acontecimientos patológicos dentro del

sistema hepatobiliar, como la lesión hepatocelular o la

disfunción biliar.

16.

El inicio de la hipertensión portal señala el agotamiento

de la reserva fisiológica normal del hígado. En esta fase se

producen alteraciones fisiopatológicas acentuadas que

pueden dar lugar a complicaciones peligrosas para la vida

como la hemorragia por varices, la encefalopatía hepática

y la insuficiencia renal.

17.

La característica cardiovascular de la cirrosis y la

hipertensión portal es un estado circulatorio

hiperdinámico caracterizado por un gasto cardíaco

elevado, una resistencia periférica total baja y una presión

arterial sistémica ligeramente inferior a la normal. El perfil

hemodinámico recuerda al de las comunicaciones

arteriovenosas extensas dentro de los vasos esplácnicos

y en órganos de todo el cuerpo. La vasculatura esplácnica

puede verse llena de sangre aunque el volumen

plasmático eficaz sea peligrosamente bajo. La respuesta

cardiovascular a los vasoconstrictores fisiológicos

y farmacológicos se atenúa debido a una plétora de

vasodilatadores endógenos, la disfunción del reservorio

esplácnico y, en ocasiones, una insuficiencia cardíaca

(p. ej., miocardiopatía cirrótica).