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vascular. La fisiopatología de la lesión secundaria se basa en una

alteración metabólica, un estrés oxidativo y una cascada de altera-

ciones bioquímicas y moleculares que conducen a la muerte y

apoptosis celula

r 140 .

Esta lesión secundaria a menudo está exacer-

bada por la hipoxia/isquemia celular y por respuestas inflamato-

rias, y el pronóstico y evolución tras un TCE se ve influido por un

gran número de factores que interactúan entre sí. Fármacos como

los inhibidores de radicales libres, los agentes antiinflamatorios y

los bloqueantes de canales iónicos han sido eficaces en animales,

pero no han tenido el impacto deseado en ensayos con humanos.

Los pacientes con un TCE leve (GCS entre 13 y 15) que se

mantienen estables según la escala de Glasgow durante 24 horas

después del traumatismo no suelen empeorar, aunque tienen el

riesgo de presentar algunos efectos «posconmoción», como cefaleas,

pérdida de memoria, labilidad emocional y alteraciones del sueñ

o 141

.

El TCE moderado (GCS entre 9 y 12) puede manifestarse como una

lesión intracraneal que requiere evacuación quirúrgica, y en este

caso está indicada la realización inmediata de un TC. En el control

de los pacientes con TCE moderado puede ser necesaria la intuba-

ción precoz, la ventilaciónmecánica y una vigilancia estrecha debido

a su estado agresivo o de agitación y a que las consecuencias de una

posible depresión respiratoria o aspiración pulmonar durante la

evaluación diagnóstica pueden ser muy graves. Si después de reali-

zar las pruebas diagnósticas el paciente está hemodinámicamente

estable y responde adecuadamente, puede ser extubado. El trata-

miento de la lesión cerebral secundaria se lleva a cabo evitando la

hipoxia, con una rápida administración de líquidos y mediante el

control de las lesiones asociadas. El momento para realizar en estos

pacientes una intervención quirúrgica indicada para el tratamiento

de otra lesión no intracraneal es muy discutido, ya que la cirugía

precoz ha sido asociada con un aumento de episodios de hipoxia e

hipotensió

n 142

. Aunque algunos estudios han demostrado un dete-

rioro en la evolución neurológica después de una cirugía preco

z 143,144 ,

otros muestran una mayor incidencia de complicaciones pulmona-

res y sépticas cuando se retrasa la cirugía ortopédica y de partes

blanda

s 145,146 .

Aunque no se ha publicado un ensayo prospectivo

definitivo sobre el tema, las revisiones recientes no confirman la

existencia de un mayor riesgo asociado a la cirugía precoz.

El seguimiento neurológico de los pacientes con un TCE

moderado consiste en la evaluación seriada del estado de cons-

ciencia y de las funciones motora y sensitiva. El deterioro en la

escala de Glasgow es una indicación para repetir la TC craneal con

el fin de establecer la necesidad de craneotomía o de monitoriza-

ción invasiva de la PIC. Cuando el seguimiento neurológico no es

posible por estar el paciente sometido a anestesia general durante

más de 2 horas, por la necesidad de analgesia o por recibir una

profilaxis contra el delírium trémens, está indicada la monitoriza-

ción invasiva de la PI

C 93 .

Aunque la mortalidad en el TCE mode-

rado es baja, casi todos los pacientes presentan una importante

morbilidad a largo plazo.

El TCE grave se corresponde en la GCS con una puntuación

de 8 o menor en el momento del ingreso del paciente y conlleva un

riesgo importante de mortalidad. Un tratamiento lo más rápido

posible dirigido a la recuperación de la homeostasis sistémica y al

mantenimiento de la perfusión del cerebro dañado dará como resul-

tado la mejor evolución posible en este grupo de pacientes. Las

directrices de actuación para el manejo de los pacientes con TCE

grave han sido publicadas por la American Association of Neurolo-

gical Surgeons, actualmente en su tercera edición. En la

figura 62-10

se muestra el protocolo clínico que se sigue en nuestra institución.

Un único episodio de hipoxemia (Pao

2

<

60 mmHg) en un

paciente con TCE grave puede duplicar el índice de mortalida

d 147 .

Los datos sobre intubación antes de la llegada al hospital son con-

trovertidos. Antes se pensaba que la intubación en el mismo lugar

del traumatismo, proporcionando un control «definitivo» sobre la

vía aérea y un aporte adecuado de oxígeno al cerebro, beneficiaba al

paciente. Sin embargo, no hay datos prospectivos que evalúen el

impacto de la intubación prehospitalaria en el paciente traumatoló-

gico adulto, y hay dos estudios retrospectivos que muestran una peor

evolución neurológic

a 148,149

. Un panel de expertos concluye a este

respecto que: 1) la literatura existente sobre la intubación de secuen-

cia rápida realizada por equipos paramédicos no es concluyente y las

diferencias que se encuentran en la evolución de los pacientes se

deben al uso de distintas metodologías y a la variabilidad de los

grupos comparados; 2) utilizar sólo la puntuación según la escala de

Glasgow para identificar a los pacientes que necesitan intubación es

insuficiente, por lo que se necesitan estudios adicionales para volver

a definir los criterios de selección; 3) una técnica de intubación de

secuencia rápida que no sea la más adecuada, seguida de hiperven-

tilación, puede ser una parte de la causa del aumento de la mortali-

dad comunicada con este procedimiento; 4) el entrenamiento inicial

y la experiencia en intubación influyen en el resultado, y 5) el éxito

del programa paramédico en intubaciónde secuencia rápida depende

de las características particulares del servicio médico de urgencias y

del sistema establecido. El paciente debe ser trasladado lo más rápi-

damente posible al lugar donde se pueda tratar un TCE grave o al

lugar más cercano donde pueda practicarse la intubación e iniciarse

la reanimación. Lo fundamental es conseguir una adecuada oxige-

nación sistémica de la mejor manera posible.

Los pacientes con un traumatismo craneal aislado pueden ser

tratados con las técnicas de ventilación tradicionales, pero aquellos

con traumatismo torácico, aspiración o que se han sometido a una

reanimación intensiva por shock hemorrágico presentan mayor

riesgo de lesión pulmonar aguda. La clásica regla de no utilizar o sólo

utilizar niveles bajos de presión positiva teleespiratoria (PEEP) para

prevenir un aumento de la presión intracraneal no es adecuada, ya

que puede impedir la corrección de la hipoxemia. Con el aporte de

un volumen adecuado, la PEEP no aumenta la PIC ni disminuye la

presión de perfusión cerebral (PPC

) 150

; sin embargo, al mejorar la

oxigenación cerebral, sí puede conseguir un descenso en la PI

C 151 .

La hiperventilación (p. ej., a una Paco

2

de 25 mmHg), que ha sido

durante mucho tiempo un aspecto importante en el control de los

pacientes con TCE, no se considera un tratamiento profiláctico ade-

cuado. Las actuales líneas de tratamiento recomiendan mantener

una Paco

2

entre 30 y 35 mmHg y reservar la hiperventilación a cifras

de 30 mmHg sólo para cuando se producen aumentos de la PIC que

no se pueden controlar con la sedación, el drenaje del líquido cefa-

lorraquídeo (LCR), bloqueantes neuromusculares, agentes osmóti-

cos o un coma barbitúric

o 92 .

La hiperventilación durante las primeras

24 horas puede reducir la perfusión durante este período crítico. De

cualquier forma, estas recomendaciones deben valorarse en cada

caso y ser modificadas ante determinadas circunstancias en las que

se produce inestabilidad clínica como en el caso de lesiones ocupan-

tes de espacio o signos de inminente herniación cerebra

l 152

.

El mayor desafío se presenta con los pacientes que tienen un

TCE grave con un shock hemorrágico añadido. Después de un TCE

grave, un único episodio de hipotensión, definido como una presión

arterial sistólica menor de 90 mmHg, se asocia con un aumento de

la morbilidad y duplica la mortalida

d 147 .

La hipotensión junto con

la hipoxia se relaciona con una mortalidad tres veces mayor. Deben

evitarse las presiones arteriales sistólicas por debajo de 90 mmHg;

el objetivo es alcanzar una presión arterial media (PAM) mayor de

70 mmHg hasta que sea posible monitorizar la PIC y la PPC pueda

ser directamente objetivable. Al contrario que en el pasado, las

actuales recomendaciones son mantener a los pacientes con TCE

grave en un estado de volemia normal. Por tanto,

la reanimación

con líquidos es el pilar del tratamiento

, seguida de la administración

de fármacos vasoactivos si fuera necesario. Todavía no se ha iden-

tificado cuál es el líquido ideal, pero parece evidente que las solu-

ciones salinas hipertónicas son la mejor opción. La corrección de

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Anestesia por subespecialidades en el adulto

IV