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que el CH llega al paciente). Un tipo específico de sangre requiere

menos tiempo para ser entregado por el banco de sangre (aproxima-

damente 30 minutos) y puede ser una alternativa en algunas situa-

ciones. La sangre del grupo O, la «donante universal», puede ser

administrada en cualquier paciente con poco riesgo de presentar una

reacción grav

e 105

. Este tipo de sangre se reserva para pacientes que

llegan a urgencias en shock hemorrágico. Si se administra sangre del

grupo O positivo a una mujer con Rh negativo, está indicada la

administración profiláctica de anticuerpos anti-Rh

0

.

Entre los riesgos de administración de CH destacan la reac-

ción transfusional, la transmisión de agentes infecciosos y la hipo-

termia (v. cap. 45). Los CH se almacenan a 4 °C y producen un

descenso rápido de la temperatura del paciente si no se transfun-

den a través de un sistema de calentamiento o mezclados con una

solución salina isotónica templada.

El plasma no requiere pruebas cruzadas, pero sí conocer el tipo

de sangre; el retraso en la disponibilidad de plasma viene dado por

la necesidad de descongelar las unidades antes de poder ser admi­

nistradas. En algunos grandes hospitales existe a veces una reserva

de plasma predescongelado (plasma fresco descongelado en lugar de

plasma fresco congelado) que puede ser utilizado con rapidez ante

una necesidad urgente; en otros hospitales es importante solicitar el

plasma precozmente durante la reanimación si su uso es probable. Se

está probando a reservar y tener disponible en la sala de reanimación

entre 2 y 4 unidades de plasma predescongelado del tipo AB (donante

universal); se mantienen de esta manera 2 días y, si no se utilizan en

una situación urgente, se devuelven al banco de sangre y se utilizan

en el siguiente paciente que necesite plasma. Todavía no se han com-

probado las ventajas de esta manera de actuar.

La transfusión de plaquetas debe reservarse para el caso de

pacientes con una coagulopatía clínica y con un nivel de plaquetas

bajo documentado (

<

50.000 células/m

m 3

). Cuando el paciente

presenta un shock y se esperan pérdidas importantes de sangre, las

plaquetas deben administrarse empíricamente en proporción a los

CH y al plasma (1:1:1). Las plaquetas transfundidas tienen una

semivida muy corta, por lo que deben administrarse sólo a pacien-

tes con indicación clara por coagulopatía. No deben administrarse

a través de filtros, calentadores o sistemas de infusión rápida,

porque se adhieren a la superficie interna de dichos elementos y se

reduce la cantidad de plaquetas que alcanza la circulación.

La transfusión rápida de sangre almacenada conlleva el

riesgo de inducir una «intoxicación por citrato» en el receptor.

Cada unidad de sangre está preparada con alguno de los diferentes

anticoagulantes (siendo el citrato el de elección más frecuente) que

atrapan el calcio libre, elemento esencial en la cascada de forma-

ción del coágulo. La administración consecutiva de múltiples uni-

dades de sangre conlleva grandes dosis de citrato, lo que anula la

posibilidad de movilizar el calcio libre y da lugar a una hipocalce-

mia que tiene un efecto inotrópico negativo sobre el corazón. La

hipocalcemia puede ser una causa frecuente de hipotensión en

pacientes politransfundidos, que no remonta a pesar de una ade-

cuada reposición de volumen. Los niveles de calcio ionizado deben

controlarse de forma regular en el paciente con hemorragia, y el

calcio debe ser administrado según las necesidades (se utiliza una

vía intravenosa diferente a la utilizada para la transfusión) para

mantener los niveles séricos dentro de los límites normales.

Equipo de reanimación

La fluidoterapia intravenosa en reanimación es imposible sin un

acceso venoso. Durante la primera evaluación de cualquier paciente

que presenta un traumatismo se recomienda la colocación de, al

menos, dos catéteres de gran calibre (calibre 16 o mayor

) 15 .

En los

pacientes en los que el acceso antecubital y otros accesos periféricos

no han tenido éxito, los reanimadores no deben esperar para colocar

una vía central de gran calibre. Los accesos más utilizados para

colocar una vía central son la vena yugular interna, la subclavia y las

venas femorales, cada uno de ellos con sus ventajas y sus riesgos. El

acceso a través de la yugular interna, aunque es el que resulta más

familiar para los anestesiólogos, requiere que se retire el collarín cer-

vical y manipular el cuello del paciente, por lo que no se recomienda

en una situación de urgencia traumatológica, salvo que hayan fallado

otras opciones. El acceso por la vía femoral es fácil y rápido y es de

elección en pacientes sin traumatismo aparente sobre el muslo y la

pelvis y que necesitan la administración urgente de fármacos y flui-

doterapia. Debe tenerse cuidado cuando existe una herida penetrante

en el abdomen, porque la infusión de líquidos por la vena femoral

puede contribuir a la hemorragia desde una herida de la vena cava

inferior o de la vena ilíaca; en estos pacientes debe buscarse el acceso

venoso por encima del diafragma. El cateterismo de la vena femoral

conlleva un riesgo elevado de trombosis venosa profund

a 106

, por lo

que su uso se limita a situaciones de urgencia; la vía se retira tan

pronto como sea posible después de que el paciente esté estabilizado.

La vena subclavia es el acceso más frecuente en el paciente con trau-

matismo tanto al principio como para el mantenimiento de una vía

central, ya que la región subclavia es fácilmente visible y muy pocas

veces sufre un traumatismo directo. Este acceso presenta el gran

riesgo de producir neumotórax, aunque ya muchos de los pacientes

necesitan un tubo de toracostomía en alguno de los dos lados por sus

lesiones; si es posible, es preferible elegir ese mismo lado para situar

la vía subclavia. La canalización de una vía arterial facilita la realiza-

ción de frecuentes pruebas de laboratorio y permite lamonitorización

directa de la presión arterial, por lo que debe hacerse lo antes posible,

sin impedir con ello otras maniobras diagnósticas o terapéuticas.

El anestesiólogo debe intentar mantener un equilibrio

térmico (v. cap. 38) en el paciente con traumatismo. Aunque el

mantenimiento de un grado de hipotermia ha sido recomendado

como estrategia de tratamiento tanto en el shock hemorrágic

o 107

como en el TC

E 108 ,

por el momento no hay evidencia suficiente

para apoyar esta forma de actuación. La hipotermia puede poten-

ciar la coagulopatía dilucional y la acidosis sistémica, y el temblor

y la vasoconstricción en respuesta al frío requerirán un esfuerzo

metabólico que predispone a una isquemia miocárdica. La hipo-

termia incrementa también el riesgo de sepsis. Las medidas activas

para el calentamiento de los pacientes se deben poner en marcha

enseguida, ya que la mayoría de ellos llegan ya hipotérmicos a la

sala de urgencias. Los líquidos intravenosos deben calentarse pre-

viamente o bien administrarse a través de un sistema de calenta-

miento. Siempre que sea posible, se cubrirá al paciente con mantas

de aire caliente, y se intentará mantener una adecuada temperatura

ambiental. Cuando el paciente ya está hipotérmico, está indicado

restaurar la temperatura normal utilizando aire caliente. Aunque

todas estas medidas son rutinarias y obvias en el quirófano, los

anestesiólogos encargados de un paciente politraumatizado deben

asegurarse de que se apliquen tanto en urgencias como en la sala

del escáner y en la sala de angiografía.

Los sistemas comercializados para infusión rápida son espe-

cialmente útiles, sobre todo en presencia de un shock hemorrágico.

Estas máquinas ofrecen grandes beneficios siempre que se necesita

un gran volumen de líquido en la reanimación (

cuadro 62-6 )

. La

experiencia inicial con estos sistemas ha demostrado un aumento

de la temperatura del paciente y un menor grado de acidosis al final

de la cirugí

a 109 ,

aunque otros defienden que la infusión rápida de

líquidos contribuye a una sobrecarga hídrica, a una elevación

inapropiada de la presión arterial y al mantenimiento de la hemo-

rragi

a 90

. La aplicación de los principios ya mencionados previene

esta complicación. La administración basal de líquidos debe man-

tenerse entre 200 y 500ml/h; pueden administrarse pequeños bolos

de líquidos en respuesta a descensos de la presión arterial sistólica

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Anestesia por subespecialidades en el adulto

IV