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Reanimación precoz

La administración de líquidos es el pilar básico de la reanimación

de urgencia

(v. caps. 78 y 87)

. El volumen intravascular está alterado

por la hemorragia, por la entrada intracelular de líquido en la célula

isquémica y por la extravasación al espacio intersticial. En el paciente

hipovolémico tras un traumatismo, la administración de líquidos

por vía intravenosa aumentará el gasto cardíaco y la presión arterial.

El protocolo del ATLS recomienda la infusión rápida de hasta 2 li­

tros de una solución cristalina isotónica templada para cualquier

paciente hipotenso, con el fin de normalizar su presión arteria

l 15 .

Esta forma de actuar se ha visto cuestionada en los últimos

años por la hipótesis cada vez más convincente de que la adminis-

tración de líquidos a un paciente con una hemorragia activa puede

ser contraproducente. La dilución de la masa de hematíes reduce

el aporte de oxígeno y contribuye a la hipotermia y a la aparición

de una coagulopatía. La elevación de la presión arterial provoca un

aumento de la hemorragia como resultado de la interrupción en la

formación del coágulo y la inhibición de la vasoconstricción com-

pensatori

a 77

. El resultado de una agresiva administración de líqui-

dos es a menudo un aumento transitorio de la presión arterial,

seguido de una mayor hemorragia, otro episodio de hipotensión y

la necesidad de más administración de volumen. Este círculo

vicioso se conoce desde la Primera Guerra Mundial y continúa

siendo un problema en el control de la reanimación actualmente.

El manual del ATLS clasifica a estos pacientes como «respondedo-

res transitorios» con hemorragia activ

a 15 .

Podemos considerar dos

fases en la reanimación de estos pacientes:

Precoz,

mientras existe una hemorragia activa.

Tardía,

una vez que la hemorragia ha sido controlada.

El tratamiento tardío está dirigido a un objetivo final que

consiste en administrar el volumen necesario para conseguir el

máximo aporte de oxígeno al paciente. La reanimación precoz es

mucho más compleja porque deben ser considerados los riesgos de

una reposición masiva de líquidos (v.

cuadro 62-4

), incluido el

riesgo potencial de que aumente la hemorragia y se prolongue la

situación, frente al riesgo de hipoperfusión e isquemia.

La hipotensión controlada es una técnica anestésica aceptada en

cirugía programada de artroplastia total de cadera, artrodesis de

columna, disecciones radicales de cuello, cirugía maxilofacial recons-

tructiva y otros procedimientos de cirugía mayor pélvicos o abdomi-

nale

s 78 .

La aplicación de esta técnica para el tratamiento inicial de una

hemorragia en un traumatismo es muy controvertida y ha sido motivo

de numerosos esfuerzos de investigación, tanto clínicos como de labo-

ratorio. En 1965, Shaftan publicó los resultados de un estudio de los

mecanismos de la coagulación en perros que demostraban que la

formación de un primer coágulo extraluminal limitaba la hemorragia

tras una lesión arteria

l 79

. Este estudio comparaba la cantidad de sangre

que se perdía a través de una determinada lesión arterial bajo diferentes

condiciones. La hemorragia más pequeña tuvo lugar en los animales

que estaban hipotensos (tanto si la hipotensión era debida a la hemo-

rragia o a la administración de vasodilatadores), seguidos por el grupo

control y, después, por los animales con vasoconstricción. La mayor

pérdida de sangre se produjo en los animales que recibieron una

importante reinfusión durante el período que duró la hemorragia.

Un gran número de datos de laboratorio ha demostrado los

beneficios de limitar la administración de líquidos y la presión arte-

rial en animales con una hemorragia activ

a 80-83 .

En los modelos más

sofisticados, la valoración directa del gasto cardíaco y de la perfusión

regional no mostraron diferencias en cuanto al gasto cardíaco, la

presión arterial y el grado de perfusión en el corazón, los riñones y

el intestino entre la reanimación con volumen de forma moderada o

masiva. La reanimación con un volumen moderado (hasta una

presión arterial más baja de lo normal) mejoraba la perfusión hepá-

tic

a 84

. Burris y cols. estudiaron el resultado de realizar una reanima-

ción con líquidos de forma convencional y con varias combinaciones

de salino hipertónico y dextrano y observaron que el resangrado

estaba relacionado con las cifras más elevadas de presión arterial

media (PAM) y que existía una mayor supervivencia en los grupos

en cuya reanimación se mantenía una PAM por debajo de lo normal.

La presión arterial óptima que se debía alcanzar en la reanimación

variaba según la composición de los líquidos utilizado

s 85 .

En un panel

de consenso sobre reanimación en el shock hemorrágico realizado

en 1994 se observó que los mamíferos eran capaces de tolerar cifras

de PAM de apenas 40 mmHg durante períodos de hasta 2 horas sin

efectos adversos graves. Dicho panel concluyó que la hemostasia

espontánea y la supervivencia a largo plazo mejoraban con una

administración limitada de líquidos durante el período de hemo­

rragia activa mientras se consiguiera mantener la perfusión justo por

encima del umbral para el desarrollo de isquemi

a 86

.

Hasta la fecha se han publicado dos estudios prospectivos

sobre reanimación en pacientes con traumatismo manteniendo una

hipotensión de forma controlada. El primero es el que Bickell y cols.

publicaron en 199

4 87,88

. Estos investigadores hacen un estudio de

pacientes que presentan un traumatismo penetrante en el tórax, alea-

torizado en dos grupos de tratamiento: un grupo estándar (2 litros de

cristaloides administrados en la atención prehospitalaria) y otro en el

que se retrasa el inicio de la reanimación (no se administran líquidos

hasta la llegada al quirófano). Este estudio se lleva a cabo durante

37 meses e incluye 598 pacientes. La media de tiempo que se registra es de 30 minutos desde que ocurre la lesión hasta la llegada a ur­

gencias y de 50 minutos hasta la llegada al quirófano; el grupo en el

que se realiza una terapia de administración restringida de líquidos re­

cibe en ese tiempo una media de 800ml. El grupo en el que se realiza

un tratamiento inmediato de administración de líquidos recibe una

media de 2.500ml de cristaloides y 130ml de sangre en ese mismo pe­

ríodo. Aunque el período de tiempo fue diferente, la presión arterial

a la llegada al quirófano es similar en ambos grupos, lo que los autores

interpretan como debido a una hemostasia espontánea producida en

el grupo de pacientes que no son inicialmente sometidos a reanima-

ción con volumen. La supervivencia al alta hospitalaria fue significa-

tivamente más elevada en el grupo que recibe la pauta restringida en

el tiempo (70 frente a 62% [

p

=0,04]). No se ofrecen datos de la técnica

anestésica tras llegar al quirófano antes de estar controlada la hemo-

rragia o ante un resangrado tras la administración de volumen, ni

datos de la inducción de la anestesia en los pacientes que ya han

conseguido frenar la hemorragia antes de la cirugía.

2054

Anestesia por subespecialidades en el adulto

IV

Cuadro 62-4

 Riesgos de una agresiva reposición de

volumen durante la reanimación preco

z *

Aumento de la presión arterial

Disminución de la viscosidad de la sangre

Descenso del hematocrito

Disminución de la concentración de los factores de la

coagulación

Aumento de las necesidades transfusionales

Alteración del equilibrio electrolítico

Inmunosupresión

Reperfusión prematura

Aumento del riesgo de hipotermia

*La mayoría de las complicaciones se originan por un aumento de la

hemorragia o una hemodilución excesiva.