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El

Combitube esofágico

puede ser utilizado por los servicios

paramédicos como método de reserva ante una intubación fallida

en el medio extrahospitalario; en muchas jurisdicciones es el ins-

trumento autorizado para el control de la vía aérea tras una intu-

bación de secuencia rápida fallida. Debido a que la colocación del

Combitube se ha asociado con traumatismo esofágico, su uso se

reserva para situaciones de urgenci

a 53-55

.

La

mascarilla laríngea

(ML) está recomendada en el algo-

ritmo del ASA para el control del paciente con vía aérea difícil. La

ML puede también ser utilizada como guía para la intubación cuando en un paciente traumatológico se encuentra una intubación

difícil que no se sospechaba; puede colocarse un tubo endotraqueal

a ciegas a través de la luz de la ML o puede usarse un fibrobroncos-

copio para guiar el tubo a través de la mascarilla. La ML es un dis-

positivo adecuado para el control de una vía aérea difícil, una vez

comprobado que no existe traumatismo grave ni hemorragia en la

boca o la laringe. En nuestra práctica la ML se utiliza más como vía

intermedia para la traqueostomía de urgencia porque permite un

mejor control de la situación que la cricotiroidotomía.

Intubación oral frente a intubación

nasotraqueal

Las líneas de actuación más recientes del ATLS aconsejan que los

médicos que intervienen en el control urgente de la vía aérea utili-

cen el método de intubación para el que estén más preparado

s 15 .

En

general, en situaciones urgentes se prefiere la intubación oral a la

intubación nasal debido al riesgo de lesión cerebral al realizar una

instrumentación nasal en presencia de una fractura de la base del

cráneo o de la lámina cribiforme. Además, la intubación nasal añade

un riesgo de sinusitis en un paciente que vaya a necesitar ventilación

mecánica más de 24 horas, y el uso de un tubo de menor diámetro

también va a dificultar la aspiración de secreciones de la vía respira-

toria y la introducción de un fibrobroncoscopio. Sin embargo, en

una situación determinada en la que la intubación nasal esté más

indicada y pueda realizarse con éxito, ésa será la técnica elegida. El

cambio a un tubo oral con mayor diámetro puede realizarse una vez

que el paciente se encuentre estabilizado.

Traumatismo facial y faríngeo

El traumatismo en la cara y la vía aérea superior plantea especiales

dificultades al anestesiólogo. Algunas lesiones de partes blandas,

aparentemente menores, pueden enmascarar importantes trauma-

tismos sobre el esqueleto óseo. El retraso en la identificación de una

lesión sobre la cara o el cuello puede conducir a una obstrucción

aguda de la vía respiratoria secundaria a inflamación y hematoma.

El edema laríngeo es también un riesgo en pacientes que han sufrido

un traumatismo químico o térmico sobre la mucosa faríngea. La

hemorragia dentro de la boca, el eritema faríngeo y cambios en la

voz pueden constituir indicaciones de una intubación precoz.

En general, tanto las fracturas del maxilar superior como las

de la mandíbula dificultan la ventilación con mascarilla, aunque las

fracturas mandibulares pueden facilitar la intubación. La palpación

del macizo facial antes de manipular la vía aérea alertará al anes-

tesiólogo sobre estas posibilidades. Los pacientes con traumatismo

mandibular y sobre el arco cigomático pueden presentar trismos,

que, aunque se resuelven con la administración de bloqueantes

neuromusculares, dificultan la exploración inicial de la anatomía

de la vía aérea. La fractura bilateral de la mandíbula y la hemorragia

faríngea pueden producir obstrucción de la vía respiratoria supe-

rior, sobre todo en un paciente en decúbito supino, aunque la

intubación precoz en estos casos es más sencilla porque hay una

pérdida de resistencia ósea a la laringoscopia directa. Cuando llega

un paciente a urgencias sentado o en decúbito prono debido a una

dificultad respiratoria, es mejor dejarlo en esa posición hasta el

momento de la inducción anestésica y la intubación.

Reanimación del shock

hemorrágico

La reanimación consiste en restaurar el estado fisiológico normal

tras el traumatismo. La reanimación del shock hemorrágico se

refiere específicamente a la restauración del volumen de sangre

normal circulante, del tono vascular y de la perfusión tisular. La

reanimación comienza inmediatamente después de producirse el

traumatismo con los mecanismos compensadores propios del

paciente y continúa con las distintas fases de asistencia médica:

extrahospitalaria, en urgencias, en quirófano y en la UCI.

Fisiopatología del shock hemorrágico

La respuesta inicial a la hemorragia tiene lugar a nivel de la macro-

circulación y está mediada por el sistema neuroendocrino. El des-

censo de la presión arterial da lugar a vasoconstricción y liberación

de catecolaminas. La perfusión miocárdica, renal y cerebral se man-

tiene a expensas de la vasoconstricción en otros lechos vasculares.

Debido al dolor, la hemorragia y la percepción a nivel cortical de la

lesión traumatológica, se liberan numerosas hormonas y otros

mediadores inflamatorios, como renina, angiotensina, vasopresina,

hormona antidiurética, hormona del crecimiento, glucagón, cortisol,

adrenalina y noradrenalin

a 56 .

Esta respuesta establece el inicio para

los cambios que se sucederán a nivel de la microcirculación.

La célula isquémica reacciona frente a la hemorragia absor-

biendo líquido intersticial, agotando aún más con ello el líquido

intravascula

r 57 .

El edema celular ocluye los capilares adyacentes y

tiene lugar el fenómeno de «no reflujo», que impide revertir la isque-

mia, incluso en situaciones en las que existe una adecuada macro-

circulació

n 58 .

Las células isquémicas producen lactato y radicales

libres, que se acumulan en la circulación cuando la perfusión está

disminuida, y producen un daño celular por acción directa, al mismo

tiempo que forman la gran carga de sustancias tóxicas que van a ser

arrastradas hacia la circulación central una vez restablecido el flujo

normal. Las células isquémicas también producen y liberan factores

inflamatorios: prostaciclina, tromboxano, prostaglandinas, leuco-

trienos, endotelina, complemento, interleucinas, factor de necrosis

tumoral y otro

s 59

. La

figura 62-6

muestra la respuesta inflamatoria al

shock y demuestra la amplificación que se produce a nivel del sistema

inmunitario. Una vez que comienza, la respuesta inflamatoria se

convierte en una enfermedad por sí sola, independiente de su origen.

Ésta es la razón por la que un paciente puede morir de insuficiencia

multiorgánica después de una hemorragia traumatológica a pesar de

que el sangrado haya sido controlado y el volumen restablecido.

Cada órgano responde al shock traumático de una forma espe-

cífica. El

sistema nervioso central

es el principal punto de partida de la

respuesta neuroendocrina al shock, que va a mantener la perfusión al

miocardio, al riñón y al cerebro a expensas de otros tejido

s 60 .

El aporte

de glucosa al cerebro se modifica durante el shoc

k 61

. La actividad

refleja y la actividad eléctrica cortical están disminuidas durante la

hipotensión; estos cambios son reversibles con la hipoperfusión en un

principio, pero pueden hacerse permanentes si se prolonga la isque-

mia. La mala evolución neurológica es un indicador negativo para el

pronóstico, aunque se hayan recuperado las constantes vitale

s 62 .

En respuesta a los cambios neuroendocrinos asociados al

shock, el

riñón

y las

glándulas suprarrenales

producen renina,

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Anestesia por subespecialidades en el adulto

IV