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(SG 50%). Si no es posible establecer una vía i.v., el glucagón i.m.

(1-2mg) constituye una buena alternativa. Como promedio, los

niveles de glucosa en sangre aumentan después de este tratamiento

en 100-150mg/dl y los pacientes suelen estar completamente des-

piertos en pocos minutos. En casos de sospecha de

sobredosis de

opioides

(miosis, frecuencia respiratoria

<

10 respiraciones/min) se

administra naloxona, un antagonista de los opioides. La dosis

inicial recomendada es de 0,4mg i.v., aunque ajustada en función

del efecto clínico, que en este caso es el restablecimiento de la

ventilación y no la completa recuperación de la consciencia. Las

dosis requeridas pueden variar dentro de amplios márgenes, desde

0,2mg hasta 10 m

g 148

. Si se administra un exceso de naloxona es

posible que se registren síntomas graves de abstinencia de opioides.

De forma análoga, es posible que los pacientes con sobredosis por

benzodiazepinas («pastillas para dormir») tratados agresivamente

con el antagonista flumazenilo padezcan convulsiones generaliza-

das insensibles a un ulterior tratamiento con benzodiazepinas. Los

pacientes con hipoglucemia o intoxicación por opioides confor-

man probablemente la única categoría de casos de este tipo que

pueden ser tratados de forma eficaz sobre el terreno.

A lo largo de la última década, los pacientes de

ictus

han

recibido asistencia prehospitalaria con la misma frecuencia que los

de infarto de miocardio. Es, pues, evidente que la posibilidad de

que se produzca uno de los dos cuadros es equiparabl

e 149 .

El obje-

tivo en caso de ictus es identificar la patología con rapidez sobre el

terreno y trasladar al paciente a una instalación en la que se pueda

obtener una tomografía computarizada (TC) para contribuir a

establecer el diagnóstico y descartar la presencia de hemorragia

intracraneal. El accidente cerebrovascular isquémico sin hemorra-

gia puede tratarse mediante trombólisis. Los síntomas clásicos de

ictus son hemiparesia, afasia y nivel alterado de consciencia. Las

herramientas de detección prehospitalaria, como la Escala prehos-

pitalaria del ictus de Cincinnati son ciertamente útiles y deben ser

aplicadas

150 .

En Estados Unidos es una de las principales causas de

muerte y la primera causa de discapacidad en adultos. La identifi-

cación inmediata y el tratamiento del cuadro limitan el grado de

lesión cerebral y mejoran la supervivenci

a 145,151 .

Ante la imposibi-

lidad de distinguir clínicamente el ictus isquémico (85% de los

casos) del ictus hemorrágico (15%), la trombólisis prehospitalaria

no puede aplicarse como a los pacientes con IMEST. Así pues, los

principales objetivos del tratamiento prehospitalario en enfermos

de ictus se centran en la asistencia de soporte para estabilizar los

signos vitales del paciente y evitar factores de riesgo como hipoxia,

hipertensión o hiperglucemi

a 152 .

En consecuencia, los pacientes de

accidente cerebrovascular requieren oxígeno suplementario, acceso

i.v., monitorización continua del ECG y seguimiento de la presión

arterial. La hiperglucemia debe corregirse hasta recuperar los

valores normales de glucosa. El manejo de la presión arterial en

pacientes afectados de ictus es objeto de controversia. Está claro

que la reducción agresiva de la PAS empeora el pronóstico y que

cierto grado de hipertensión en casos de ictus agudo puede ser

beneficioso. Si se aprecia disfunción en algún otro órgano además

del cerebro, como isquemiamiocárdica oPAS superior a 220mmHg,

es posible instaurar un precavido régimen de tratamiento anti­

hipertensivo sobre el terreno. Uno de los aspectos más impor­

tantes de la atención prehospitalaria a los pacientes que han sufrido

un accidente cerebrovascular es el traslado expeditivo a un centro

adecuadamente dotado para el tratamiento de esta patologí

a 153 .

Las

convulsiones

son un cuadro frecuentemente atendido

por los SMU. A menudo ya han cesado cuando los miembros del

SMU llegan al lugar en el que se halla el paciente, en un estado

posconvulsivo que rara vez requiere intervención. No obstante, si

las convulsiones están aún presentes suelen ser tratadas mediante

administración i.v. de benzodiazepinas y prevención de complica-

ciones secundarias, como la hipoxia. En el curso de las convulsio-

nes generalizadas es difícil el acceso i.v. El alto flujo de oxígeno ha

de administrarse por medio de una mascarilla con reserva de

oxígeno. El status epiléptico es un estado de actividad convulsiva

refractaria que constituye una urgencia de auténtico riesgo vital.

Algunas veces su tratamiento requiere anestesia genera

l 154 .

Urgencias pediátricas

Las urgencias pediátricas constituyen uno de los mayores desafíos

de la atención prehospitalaria

(v. cap. 72

). Entre el 5 y el 8% de las

llamadas de urgencias son pediátrica

s 155,156 .

En los primeros años de

vida, las urgencias pediátricas más frecuentes son los problemas

respiratorios y las convulsiones febriles. Los traumatismos elevan su

incidencia a medida que aumenta la edad de los niño

s 155 .

Algunas

de las técnicas, como el aseguramiento de la vía aérea y el acceso

vascular, son más difíciles de llevar a cabo en niños que en adultos.

En la presente sección se analizarán las principales diferen-

cias en la etiología, los procedimientos diagnósticos y los trata-

mientos, así como los síntomas más frecuentes y su importancia en

el ámbito pediátrico.

Disnea/dificultad respiratoria

La insuficiencia respiratoria es la principal causa de parada cardíaca

en niños. La anatomía de la vía aérea y la menor reserva respiratoria,

derivada a su vez de la menor capacidad residual, así como el meta-

bolismo basal más elevado, hacen que los niños sean más vulnera-

bles a los episodios de hipoxia. Los problemas respiratorios

dominantes en los más jóvenes son las infecciones y las obstruccio-

nes por cuerpos extraños. En niños ya mayores, los problemas res-

piratorios suelen deberse a traumatismos directos o a estados

alterados de consciencia tras traumatismo craneal o shock.

Evaluación del paciente

La evaluación del niño es más difícil de realizar cuando está asus-

tado. Un niño en estado de agitación interfiere con el desarrollo de

numerosas técnicas diagnósticas y el estrés resultante da lugar a un

aumento del consumo de oxígeno, con el consiguiente riesgo de

descompensación de la situación.

Tras la evaluación de la vía aérea se procede a la del trabajo

respiratorio. Los signos y síntomas que indican dificultad respira-

toria son taquipnea y retracciones intercostales, esternales y sub-

costales. Los niños utilizan los músculos accesorios como soporte

de la respiración, y ello puede manifestarse en forma de balanceo

vertical de la cabeza o de aleteo nasal. Un signo precoz de dificultad

es el uso de los músculos de la pared torácica. Los movimientos de

respiración paradójica del tórax y el abdomen (respiración en

Anestesia en urgencias prehospitalarias y en la asistencia traumatológica

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63

Seccíón IV

Anestesia por subespecialidades en el adulto

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Tabla 63-7

 Causas de alteración del nivel de consciencia en adultos

A

lcohol y vía aérea (hipoxia)

E

pilepsia, electrólitos, encefalopatía

I

nsulina-hipoglucemia

O

pioides/sobredosis

U

rea (causa metabólica)

T

raumatismos, tumores

I

nfección

F

actores psiquiátricos

S

hock, hemorragia subaracnoidea, mordeduras de serpiente y otros

animales venenosos

Adaptado de Wolfe RE, Brown DFM:

Coma and depressed level of consciousness.

En Marx JA (ed.):

Rosen’s Emergency Medicine.

Filadelfia, Mosby, 2006.