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Fisiología y anestesia

I

El desarrollo del ipratropio restableció a los fármacos anti-

muscarínicos como agentes para el tratamiento del asma y los tras-

tornos broncoespástico

s 301

.Aunque este fármaco es estructuralmente

similar a la atropina y tiene en esencia los mismos efectos cuando

se administra por vía parenteral, una diferencia relevante radica en

el hecho de que el ipratropio es un compuesto de amonio cuaterna-

rio. Se absorbe muy mal cuando es inhalado y tiene pocos efectos

extrapulmonares, incluso cuando es administrado por esta vía en

dosis elevadas. El 90% del fármaco inhalado es ingerido, pero apenas

el 1% de la dosis total llega a ser absorbida de forma sistémica.

Administrado a voluntarios sanos, el ipratropio proporciona

una protección casi completa contra el broncoespasmo inducido

por diferentes agentes. Sin embargo, en los pacientes asmáticos

los resultados cambian. Los efectos broncoespásticos de algunos

agentes, como la metacolina o el dióxido de azufre, son bloqueados

por completo, mientras que se registran escasos efectos sobre la

broncoconstricción inducida por leucotrienos. El inicio de la bron-

codilatación es lento, y el efecto máximo es inferior al que se

observa con los

b

-agonistas. A diferencia de la atropina, el ipratro-

pio no tiene efecto negativo sobre el aclaramiento ciliar. En general,

el efecto terapéutico de los antimuscarínicos, incluido el ipratropio,

es mayor en pacientes con enfermedad pulmonar obstructiva

crónica que en enfermos asmático

s 298 .

El ipratropio se suministra

en un inhalador de dosis medidas, que dispensa 18

m

g por pulsa-

ción. La dosis es de 2 pulsaciones por vía oral 4 veces al día. La

broncodilatación máxima se produce entre los 30 y los 90 minutos

siguientes a cada dosis y el efecto se prolonga durante 4 horas.

Los efectos tóxicos de los antagonistas muscarínicos de­

rivan del bloqueo de los colinoceptores en la periferia y en el SNC.

Los efectos periféricos (p. ej., sequedad de boca) pueden ser

molestos pero no suponen un riesgo vital en adultos sanos. En

cambio, los niños, que dependen más que los adultos de la sudo-

ración para su termorregulación, pueden entrar fácilmente en un

estado hipertérmico de riesgo. Por otra parte, las personas de edad

avanzada pueden no tolerar los efectos adversos cardíacos, ocu-

lares y urinarios del bloqueo muscarínico.

Los efectos sobre el SNC son la causa habitual de muerte o

lesión. El aumento de las dosis de atropina o de escopolamina

produce mayores distorsiones de la actividad mental, que pueden

evolucionar de trastornos del pensamiento a alucinaciones, estados

ilusorios, delirio y psicosis grave. Tales efectos son reversibles,

aunque la disfunción mental puede persistir durante semanas. Si

no se somete a tratamiento, la persona intoxicada puede morir por

inanición, deshidratación o traumatismo. Quienes reciben una

dosis de más de 500mg de atropina, equivalente a más de 1.000 ve­

ces la dosis habitual, padecen trastornos durante semanas pero lle­

gan a recuperarse por completo.

Las dosis bajas de atropina (0,05mg) producen en ocasiones

bradicardia, dato que ha hecho que algunos profesionales clínicos

tiendan a aumentar la dosis en niños. Antes se consideraba que ello

podía deberse a un efecto de la atropina sobre el SNC, aunque la

evolución temporal y el hecho de que se registrara bradicardia en

animales vagotomizados suscitaron dudas sobre esta explicación.

La posibilidad de que esta bradicardia paradójica corresponda a un

efecto central o periférico, o a ambos, y la determinación del papel

de los subtipos muscarínicos son todavía objeto de debat

e 302 .

La toxicidad por atropina y escopolamina se trató durante

décadas con el alcaloide natural fisostigmina, que es una acetilco-

linesterasa que atraviesa la barrera hematoencefálica. El uso de

este fármaco en dosis de 1 a 2mg administrados por vía intrave-

nosa para tratar los efectos postoperatorios sobre el SNC de la

atropina o la escopolamina intravenosas ha resultado satisfacto-

rio. La fisostigmina también revierte los efectos sobre el SNC

de otros compuestos con actividad anticolinérgica, como los anti-

depresivos tricíclicos, numerosos tranquilizantes mayores y los

antihistamínicos. La fisostigmina puede antagonizar asimismo los

efectos sedantes de las benzodiazepinas, aunque un antagonista

específico de éstas, el flumazenil, la ha reemplazado en esta aplica-

ció

n 303 .

La fisostigmina debe ser administrada con precaución, por

sus efectos nicotínicos, potencialmente mortales, que no son pre-

venidos por los antagonistas muscarínicos, y porque su semivida

rara vez iguala a la de los agentes intoxicantes.

Inhibidores de la colinesterasa

Los fármacos anticolinesterasa constituyen un medio frecuente de

producir un agonismo colinérgico sistémico sostenido. Estos fár-

macos se emplean para revertir el bloqueo neuromuscular y para

tratar la miastenia gravis y ciertos tipos de taquiarritmias.

Existen tres clases químicas de compuestos utilizados como

inhibidores de la colinesterasa: los carbamatos, los organofosfatos y

los alcoholes de amonio cuaternario. La fisostigmina, la neostigmina

y la piridostigmina son carbamatos, mientras que el edrofonio es un

alcohol de amonio cuaternario. La enzima colinesterasa es inhibida

siempre que el sitio esterático se mantenga unido a un acetato, un

carbamato o un fosfato. Los enlaces del carbamato y el fosfato son

mucho más resistentes a los ataques de los grupos hidroxilo que los

enlaces del acetato. La forma acetilada perdura durante apenas unos

microsegundos, mientras que la forma carbamilatada se mantiene

durante 15 o 20 minutos. Entre los organofosfatos se cuentan el

diisopropilfluorofosfato, el paratión, el malatión, el somán, el sarín,

el VX y otros compuestos utilizados como insecticidas. Aunque la

toxicidad de los insecticidas organofosforados se relaciona sobre

todo con su actividad anticolinesterasa, el mecanismo de este efecto

es distinto del de los fármacos anticolinesterasa utilizados en clínica

(v. cap. 64). Los organofosfatos producen inhibición irreversible de

la enzima y tienen efectos sobre el SNC. En consecuencia, el trata-

miento de la intoxicación por insecticidas organofosforados se basa

en el uso de compuestos químicos capaces de desplazar a los insec-

ticidas de la enzima, para reactivar la actividad de la colinesterasa.

El mejor documentado de estos compuestos es la pralidoxima

(2-PAM). La fisostigmina y la mayor parte de los organofosfatos no

son compuestos de amonio cuaternario y ejercen efectos notables

sobre las funciones colinérgicas del SNC (v. cap. 64).

Debido a que estos compuestos incrementan el efecto y la

duración de la acetilcolina de liberación neuronal, resultan de uti-

lidad en situaciones en las que dicha liberación es deficitaria, como

la miastenia gravis. Los fármacos anticolinesterasa se emplean en

ocasiones para estimular la función intestinal, así como por vía

tópica en el ojo, como mióticos. Una anticolinesterasa organofos-

forada irreversible que se utiliza en clínica es el yoduro de ecotio-

fato, presentado en gotas tópicas para el tratamiento del glaucoma.

Su principal ventaja con respecto a otros agentes tópicos consiste

en que presenta una acción más prolongada. Dado que este com-

puesto puede inactivar también la colinesterasa plasmática, pro-

longa la acción de la succinilcolina. Aunque la prudencia indica

que debe interrumpirse el tratamiento con ecotiofato una semana

antes de la cirugía, son numerosos los informes de casos de anes-

tesia satisfactoria, desarrollada sin interrumpir la administración

de este fármaco en situaciones de urgencia.

Fármacos ganglionares

Agonistas ganglionares

Los agonistas ganglionares son esenciales para el análisis de los

mecanismos de la función ganglionar, aunque carecen de aplica-

ción terapéutica. La nicotina es el agonista ganglionar clásico y sus

efectos han sido descritos en detalle.

Los fármacos parasimpáticos estimulan los ganglios, aunque

esta acción suele ser enmascarada por los restantes efectos para-