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En un estudio prospectivo de 671 pacientes sometidos a una

intervención quirúrgica extraocular, el 4,2% de los pacientes refirió

visión borrosa al menos 3 días después de la intervención quirúr-

gica. En la mayoría de los pacientes, los síntomas se resolvieron en

menos de 2 meses sin complicaciones; el 1% necesitó acudir a un

oftalmólog

o 52

. Las medidas de precaución para reducir la inciden-

cia de abrasión corneal son cerrar con esparadrapo los párpados

de forma temprana y cuidadosa tras la inducción de la anestesia,

tener cuidado con objetos que cuelgan cuando nos inclinamos

sobre los pacientes y observar de cerca al paciente hasta que se

despierte. Antes de estar completamente despiertos, los pacientes

intentan a menudo frotarse los ojos o la nariz con sondas de pul-

sioximetría, apoyabrazos y vías intravenosas unidas, lo que puede

poner en peligro los ojos de forma inadvertida.

La pérdida postoperatoria de visión es una complicación

devastadora que se ha asociado a intervenciones quirúrgicas espe-

cíficas y a factores de riesgo del paciente (v. cap. 80). El riesgo varía

con el tipo de intervención quirúrgica. La incidencia se sitúa entre

1 de 60.965 a 1 de 125.234 en los pacientes sometidos a interven-

ciones no relacionadas con el corazón ni el oj

o 51,53

, el 0,06-0,113%

de los pacientes sometidos a una intervención quirúrgica cardíaca

con circulación extracorpóre

a 54,55

y el 0,09% en los pacientes some-

tidos a una intervención quirúrgica sobre la columna en la posición

en decúbito prono

56 .

La neuropatía óptica isquémica (NOI) y, en

menor grado, la oclusión de la arteria central de la retina por una

presión retiniana directa, son las condiciones más aceptadas como

posibles causas. Los factores perioperatorios asociados al aumento

del riesgo de NOI son la hipotensión prolongada, la duración larga

de la intervención quirúrgica en especial en la posición en decúbito

prono, la pérdida acentuada de sangre, el uso de muchos cristaloi-

des, la anemia o la hemodilución y el aumento de la presión intrao-

cular o venosa por la posición en decúbito pron

o 57,58

. La presión

intraocular también aumenta en el ojo en declive en la posición en

decúbito latera

l 59 .

Los factores de riesgo del paciente asociados a la

NOI son la hipertensión, la diabetes, la aterosclerosis, la obesidad

mórbida y el consumo de tabaco. Pero, con la excepción de una

compresión externa obvia sobre los ojos, la causa de la pérdida

perioperatoria de la visión parece de naturaleza multifactorial sin

un mecanismo subyacente constante.

En 1999, el ASA Committee on Professional Liability esta-

bleció el ASA Postoperative Visual Loss Registry para conocer

mejor la complicación. En 2005 se habían comunicado 131 casos

al registro, de los cuales el 73% se refería a pacientes sometidos a

intervenciones sobre la columna y el 9% a intervenciones quirúr-

gicas cardíaca

s 60-62

. De 93 pacientes con una pérdida postoperatoria

de la visión tras una intervención quirúrgica sobre la columna en

decúbito prono, Lee y cols

. 62

publicaron que el 89% estaba diagnos-

ticado de NOI, sobre todo posterior, y el 11% estaba diagnosticado

de oclusión de la arteria central de la retina. En pacientes diagnos-

ticados de NOI, el 66% tenía una afectación bilateral registrada, de

las cuales el 42% mostraba una mejora final de la visión, aunque a

menudo sin relevancia clínica. Comparados con los pacientes con

oclusión de la arteria central de la retina, los pacientes con NOI

tenían una duración significativamente mayor de la anestesia

(9,8±3,1 horas frente a 6,5±2,2 horas), mayor pérdida de sangre

calculada (mediana de 2 l frente a 0,75 l) y mayor infusión de

cristaloides (9,7±4,7 l frente a 4,6±1,7 l). Los pacientes con NOI

también estaban relativamente sanos (64% clase I y II de la ASA)

y el 73% eran varone

s 62

.

En 2006, la ASA publicó unos consejos para la práctica res-

pecto a la pérdida perioperatoria de visión asociada a una inter-

vención quirúrgica sobre la columna. No se hizo ninguna

recomendación definitiva respecto al aspecto de la hipotensión

inducida, el uso de vasopresores o el umbral de transfusión debido

a la naturaleza multifactorial y la baja incidencia de la lesión.

A pesar de la falta de pruebas directas, se hicieron varias recomen-

daciones para los pacientes de «riesgo alto» sometidos a interven-

ciones quirúrgicas complejas sobre la columna

: 63

Discutir la posibilidad de estadificar la intervención quirúrgica

en coordinación con el cirujano.

Evitar un aumento excesivo de la presión intraocular debido a

la posición de la cabeza por debajo del cuerpo y la compre-

sión externa del abdomen o el tórax. Mantener la cabeza en

posición neutra.

Usar coloides junto a cristaloides para mantener el volumen

intravascular. Considerar la colocación de una vía venosa

central para monitorizar la precarga.

En los pacientes en los que prevé un procedimiento largo y/o

con hemorragias importantes, hay que informarles de un

riesgo pequeño e impredecible de pérdida perioperatoria de

visión.

Otras recomendaciones son la comprobación frecuente del ojo, lo

que puede ayudar a evitar la oclusión de la arteria central de la

retina, aunque la frecuencia precisa no se ha establecido, y una

atención cuidadosa a los factores relacionados con la administra-

ción de oxígeno, incluida la tensión de oxígeno y el mantenimiento

de un volumen intravascular y un gasto cardíaco adecuado

s 64 .

Hasta que se definan mejor los factores causales de este tipo

devastador de lesión, es probable que continúe el debate en torno

a las estrategias terapéuticas. Con respecto a la colocación del

paciente, el anestesiólogo debe ser consciente de que las presiones

intraoculares están elevadas en el ojo en declive en la posición

lateral y en los dos ojos en la posición en decúbito prono sin nece-

sidad de ninguna presión externa. Es prudente evitar la presión

externa sobre el ojo en todo momento, registrar las comprobacio-

nes del ojo con frecuencia y limitar el tiempo en la posición en

decúbito prono siempre que sea posible.

Evaluación y tratamiento de

las neuropatías perioperatorias

Cuando se pone de relieve una lesión neural después de una ope-

ración, es esencial realizar y registrar una exploración física diri-

gida para correlacionar la extensión del déficit sensitivo o motor

con la exploración preoperatoria y cualquier acontecimiento

intraoperatorio. Se sospeche o no la causa, es prudente buscar

consejo neurológico para definir la base neurógena, localizar el

lugar de la lesión y determinar su gravedad con el fin de guiar el

pronóstic

o 65,66

. Con un diagnóstico y tratamiento adecuados, la

mayoría de las lesiones se resuelve; sin embargo, pueden ser nece-

sarios meses o año

s 39 .

En la neuropatía motora puede realizarse un electromio-

grama para determinar la localización exacta de la lesión. Un elec-

tromiograma consiste en recoger la actividad eléctrica de los

músculos con un electrodo de aguja insertado en su interior. Si hay

anomalías, éstas pueden señalar el componente afectado dentro de

la unidad motora, que consta de la célula del cuerno anterior, su axón

y las uniones neuromusculares y las fibras musculares que inerva.

Ciertas observaciones son indicativas de una denervación, como la

presencia de actividad espontánea anormal en el músculo en reposo

(potenciales de fibrilación y ondas agudas positivas, lo que da lugar

a irritabilidad muscular) y el aumento de la actividad de inserción.

La actividad de inserción aumenta a los pocos días de la desnerva-

ción muscular, mientras que la actividad espontánea anormal tarda

1-4 semanas en aparecer, dependiendo de la distancia de la lesión

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Control de la anestesia

III