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realización de una arteriografía para determinar la gravedad y la

localización anatómica de la oclusión. La angioplastia o la terapia

trombolítica pueden llevarse a cabo durante la angiografía. La trom-

bólisis intraarterial constituye a menudo la intervención inicial para

tratar de desenmascarar la lesión responsable del cuadro de oclusión.

Es frecuente programar a los pacientes para que se sometan a una

cirugía de derivación de la extremidad inferior al día siguiente, en

función de los resultados de la valoración del flujo sanguíneo en la

extremidad inferior. La administración frecuente de heparina y trom-

bolíticos tiene implicaciones importantes para el anestesista, ya que

la anestesia regional no es una opción idónea en los pacientes anti-

coagulados. La morbimortalidad es alta en esta población de pacien-

tes, sobre todo en los que necesitan una cirugía important

e 315-317

.

Oclusión arterial crónica

La insuficiencia arterial crónica suele ser secundaria a una ateroscle-

rosis de larga evolución en la que la luz arterial de la extremidad

inferior se va estenosando de forma progresiva por la placa ateroscle-

rótica. Cuando la estenosis se aproxima a la oclusión total, la notable

reducción del flujo de sangre determina la oclusión trombótica. Suele

existir una estenosis con repercusión hemodinámica o una oclusión

completa de los vasos de la extremidad inferior, con síntomas poco

importantes o incluso asintomática. El desarrollo de vasos colaterales

alrededor de un segmento arterial estenosado u ocluido suele impedir

que aparezcan síntomas clínicos hasta que existen múltiples oclusio-

nes en los vasos principales. Por tanto, la mayor parte de los pacientes

con arteriopatía periférica estarán asintomáticos. Los pacientes sinto-

máticos suelen presentar una claudicación intermitente leve, que con-

siste en la aparición de dolor o fatiga de los músculos de la extremidad

inferior asociada al esfuerzo y que se alivian con el reposo. El dolor

suele afectar al grupo muscular distal a la localización de la insufi-

ciencia arterial. Cuando progresa la enfermedad, puede desarrollarse

una claudicación intermitente discapacitante grave o dolor en reposo,

que se denomina isquemia crítica del miembro.

Las pruebas incruentas, como el índice maléolo-braquial

(IMB), son la referencia clínica para demostrar la existencia y gra-

vedad de la arteriopatía periférica. El IMB se determina dividiendo

la presión sistólica en el tobillo por la presión sistólica braquial. Su

valor normal oscila entre 1,0-1,1; un valor inferior a 0,9 indica una

arteriopatía proximal al punto de medida. El IMB permite estimar

el grado de insuficiencia arterial; la claudicación aparece cuando

los índices oscilan entre 0,3 y 0,9, la claudicación discapacitante o

dolor en reposo se asocia a índices inferiores a 0,5 y las gangrenosas

cuando el índice es inferior a 0,

2 318 .

Uno de los aspectos más importantes de la arteriopatía peri-

férica es que constituye un marcador sumamente sólido de morta-

lidad precoz. El riesgo de amputación es mucho menor que el riesgo

de muerte en los pacientes con arteriopatía periféric

a 319

. Un IMB

bajo es un factor pronóstico importante de progresión de la enfer-

meda

d 320,321 ,

pero también es uno de los factores de riesgo más

sólidos de mortalidad por cualquier etiologí

a 310

. La claudicación se

asocia a un índice de mortalidad elevad

o 309

, aunque es relativamente

benigna en cuanto al pronóstico de la extremidad inferior

310,320

.

Tratamiento quirúrgico

Los tratamientos aceptados para la arteriopatía de la extremidad

inferior abarcan opciones quirúrgicas y conservadoras. Entre estas

últimas están la modificación del estilo de vida y de los factores de

riesgo, programas de ejercicio y tratamientos farmacológicos. Las

opciones quirúrgicas pueden ser modalidades endovasculares per-

cutáneas y la reconstrucción quirúrgica. Las técnicas endovascula-

res abarcan tratamientos muy establecidos, como la trombólisis

intraarterial, la embolectomía mediante catéter con globo, la angio-

plastia transluminal con globo y la angioplastia con colocación de

endoprótesis, así como tecnologías más recientes, como los nuevos

globos de angioplastia, los sistemas de aterectomía y angioplastia

con láser, la crioterapia y la colocación de endoprótesis de nitinol

y recubiertas de fármaco

s 322 .

Los procedimientos quirúrgicos con-

sisten en endarterectomía, injertos de derivación (primaria o de

revisión) y amputaciones.

La reconstrucción arterial de la extremidad inferior se realiza

tanto para la claudicación grave discapacitante como para la isque-

mia crítica del miembro (rescate del miembro). La elección del

abordaje quirúrgico depende principalmente de la localización y

distribución de las oclusiones arteriales. Existen varias opciones

quirúrgicas para los pacientes con insuficiencia arterial de la extre-

midad inferior. La derivación femoropoplítea con un injerto

de vena safena mayor autólogo (invertido) suele ser la técnica de

elección cuando se produce una oclusión distal al ligamento ingui-

nal. Los índices de permeabilidad del injerto con este tratamiento

alcanzan el 59% a los 5 años y el 38% a los 10 años. La vena safena

puede emplearse in situ (no invertida), pero esta técnica resulta

más exigente y obliga a resecar las válvulas para asegurar un flujo

adecuado. La vena umbilical humana y los injertos de politetrafluo-

roetileno se pueden emplear cuando no se dispone de un injerto

de vena safena autóloga, algo que se produce con frecuencia si el

paciente se ha sometido con anterioridad a una derivación de la

arteria coronaria o de la extremidad inferior. Las venas cefálica y

basílica de la extremidad superior se utilizan a veces como injertos.

Obtener una vena de la extremidad superior tiene unas implica-

ciones evidentes para la colocación de catéteres intravenosos y para

la administración de anestesia regional.

Una alternativa, considerada como una intervención menos

estresante, en los pacientes con patología aortoilíaca que no se con-

sideran candidatos a la derivación aortobifemoral por problemas

médicos concomitantes podría ser una intervención extraanatómica

(derivación axilofemoral o femorofemoral). La reconstrucción arte-

rial distal con derivación a los vasos tibiales, peroneos o pedios se

realiza casi de forma exclusiva para salvar el miembro. Los injertos

protésicos muestran un índice de fracasos muy elevado y se debe

intentar por todos los medios obtener una vena autóloga adecuada.

Preparación y monitorización preoperatoria

Ya hemos comentado la valoración y optimización preoperatoria

del riesgo cardíaco (v. también caps. 24 y 25). Resulta extremada-

mente importante administrar los fármacos respiratorios y cardía-

cos que recibe el paciente de forma crónica la mañana de la

intervención. Es particularmente importante mantener el trata-

miento crónico con betabloqueantes, ya que su interrupción brusca

puede asociarse a una morbilidad significativa. El tratamiento

actual, reciente o esperable de fármacos que modifican la hemos-

tasia debería establecerse y comentarse con el equipo quirúrgico.

En la mayoría de los casos se debería mantener el tratamiento

antiagregante con ácido acetilsalicílico. La interrupción preopera-

toria de otros antiagregantes, como los derivados de tienopiridinas,

debe realizarse de forma individualizada.

En la monitorización para la revascularización arterial de la

extremidad inferior debe constar un catéter intraarterial que permita

una monitorización continua de la presión arterial para optimizar

la perfusión de las arterias coronarias y del injerto de la extremidad

inferior, además de permitir obtener muestras para los estudios

diagnósticos de laboratorio. Normalmente, se coloca una sonda

vesical porque la intervención puede prolongarse y la diuresis puede

resultar útil para valorar la volemia y el gasto cardíaco. Aunque los

Anestesia para la cirugía vascular

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Sección IV

Anestesia por subespecialidades en el adulto

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