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médicos deben intentar evitar la fase «transitoria» de la anestesia

que se produce en los pacientes que son estimulados en un con-

texto de concentraciones exhaladas residuales de anestésico volátil

del orden de 0,2 a 0,3 CAM. Una práctica habitual entre los neu-

roanestesistas cerca del final de la craneotomía es interrumpir de

forma relativamente precoz el anestésico volátil y complementar el

N

2

O residual con propofol, bien mediante incrementos en bolo o

bien en infusión a ritmos en un rango de 25 a 100

m

g/kg/min.

Un principio adicional relevante para el despertar de los pro-

cedimientos neuroquirúrgicos que los anestesistas aprenderán bien

por un libro o por una mala experiencia es que se debe sincronizar

el despertar para que coincida, no con la sutura final, sino más bien

con la conclusión de la aplicación del vendaje craneal. Muchas veces

se ha echado a perder una buena anestesia neuroquirúrgica por la

tos y los esfuerzos intensos que se producen en asociación con el

movimiento del tubo endotraqueal durante la aplicación del vendaje

craneal. Otro pequeño matiz de nuestra práctica ha sido detener la

administración de antagonistas neuromusculares tanto como sea

posible como medida de precaución mientras se está superficiali-

zando la anestesia en un paciente durante las últimas etapas del

procedimiento. Una técnica adicional generalizada y aparentemente

eficaz para disminuir la sensibilidad de la vía aérea y la probabilidad

de tos y esfuerzos al disminuir la profundidad de la anestesia es la

administración de lidocaína. Las dosis apropiadas para este fin son

bolos de unos 1,5mg/kg, a menudo administrados cuando comienza

la aplicación del vendaje craneal.

El insistir en minimizar la tos, los esfuerzos y la hipertensión

permitirá, en la mayoría de los casos, que se extube muy rápidamente

a los pacientes una vez se considere adecuado. En algunos casos, se

puede estar tentado de extubar a los pacientes antes de su completa

recuperación de la consciencia. Esta práctica puede resultar acepta-

ble en algunas ocasiones, pero debe realizarse con precaución cuando

las circunstancias del procedimiento quirúrgico posibiliten que otros

acontecimientos neurológicos retrasen la recuperación de la cons-

ciencia o cuando pueda existir una disfunción de los nervios cranea-

les inferiores. En estas circunstancias, por lo general será mejor

esperar hasta confirmar la probabilidad de que el paciente recupere la

consciencia o hasta que resulte probable que se hayan recuperado

la cooperación del paciente y los reflejos de la vía aérea.

Procedimientos específicos

Muchas de las consideraciones pertinentes para procedimientos

neuroquirúrgicos individuales son de tipo genérico y han sido

presentadas ya en la sección sobre cuestiones recurrentes. Las

siguientes descripciones subrayarán únicamente temas específicos

de cada procedimiento.

Tumores supratentoriales

Las craneotomías para la escisión o biopsia de tumores supraten-

toriales, o ambas, se encuentran entre los procedimientos neuro-

quirúrgicos más frecuentes. Los gliomas y meningiomas son dos

de los tumores más habituales. Entre las consideraciones preope-

ratorias pertinentes se incluyen el estado de la PIC del paciente y

la localización y el tamaño del tumor. La localización y el tamaño

proporcionarán al anestesista una indicación sobre la posición

quirúrgica y el posible riesgo de hemorragia y, en ocasiones, reve-

larán el riesgo de embolia gaseosa. El riesgo de que se desarrolle

una EGV es bastante bajo para la mayoría de los demás tumores

supratentoriales. Sin embargo, las lesiones (por lo general, menin-

giomas de la convexidad) que invaden el seno sagital pueden com-

portar un riesgo sustancial de EGV. Por consiguiente, todas las

precauciones contra la EGV, incluida la colocación de un catéter

auricular derecho, suelen reservarse sólo para los tumores supra-

tentoriales que se sitúen cerca de la mitad posterior del seno

sagital.

Los pacientes con craneofaringiomas y con tumores hipofisa-

rios con extensión supraselar pueden someterse a procedimientos

que incluyan la disección del hipotálamo y a su alrededor. La irrita-

ción hipotalámica puede desencadenar respuestas simpáticas,

incluida la hipertensión. La lesión del hipotálamo puede producir un

espectro de alteraciones fisiológicas, fundamentalmente del balance

hídrico. La diabetes insípida es la alteración más probable, aunque

potencialmente también se puede producir un síndrome de pérdida

de sal. Este último resulta muy raro. Las diversas alteraciones del

balance hídrico suelen tener un comienzo tardío y empiezan de

12 a 24 horas tras la intervención más que en el quirófano. También

puede alterarse la homeostasis postoperatoria de la temperatura.

Los pacientes sometidos a una craneotomía que incluya un

abordaje subfrontal pueden, en ocasiones, manifestar una altera-

ción de la consciencia en el período postoperatorio inmediato. La

retracción irritación de las superficies inferiores de los lóbulos

frontales puede provocar que el paciente se encuentre letárgico y

que no se despierte «limpiamente» y que muestre un despertar

retrasado y cierto grado de desinhibición o ambos. A los pacientes

que muestran este fenómeno se los denomina a veces como «fron-

talizados». Es más probable que este fenómeno sea evidente en el

caso de una retracción subfrontal bilateral que cuando sólo se

realiza de modo unilateral. La implicación anestésica consiste en

que el médico debería tender más a confirmar la recuperación de

la consciencia antes de la extubación del paciente que a extubar y

permanecer a la expectativa. Una creencia nuestra (aunque no

confirmada por ningún estudio sistemático) es que puede resultar

adecuado un uso menos liberal de anestésicos intravenosos (p. ej.,

opiáceos, benzodiazepinas) cuando se va a realizar una retracción

subfrontal bilateral. Esta recomendación se basa en el fundamento

de que las bajas concentraciones residuales de estos fármacos, que

serían compatibles con una recuperación razonable de la cons-

ciencia en la mayoría de los pacientes, pueden tolerarse peor en

esta población. Los abordajes subfrontales se utilizarán con más

frecuencia en pacientes con meningiomas del surco olfatorio y en

aquellos con tumores supraselares (craneofaringiomas y tumores

hipofisarios con extensión supraselar).

Preparación preoperatoria

Los pacientes con un efecto masa significativo relacionado con el

tumor, sobre todo si existe edema tumoral, deberían recibir este-

roides de forma preoperatoria. Un ciclo de 48 horas resulta ideal

(v. la sección previa sobre esteroides), aunque 24 horas son sufi-

cientes para que el efecto clínico sea evidente. La dexametasona es

el esteroide más utilizado; lo habitual es un régimen de 10mg

intravenosos u orales seguidos de 10mg cada 6 horas. Como existe

preocupación sobre la producción de retención de CO

2

en un

paciente cuya distensibilidad intracraneal ya es anómala, aquellos

enfermos con cualquier efecto masa significativo no suelen ser

premedicados fuera del quirófano.

Monitorización

Con frecuencia, la naturaleza del procedimiento no requiere más

que una monitorización convencional (v. cap 36). Sin embargo,

algunas situaciones sí precisan monitorizaciones invasivas

(v.

tabla 53-7

). La colocación previa a la inducción de una vía

arterial puede resultar adecuada en los pacientes con un efecto

masa considerable y un grado limitado de compensación residual.

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Anestesia por subespecialidades en el adulto

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