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mediante restricción de volumen. La pérdida cerebral de sal se asocia

a una

contracción

del volumen intravascular. La restricción de líquidos

yunacontracciónadicionaldelvolumenpuedenresultarespecialmente

perjudiciales en un paciente que ha sufrido una HS

A 169,170

, por lo que

deben evitarse. Aunque la distinción clínica entre estas dos causas de

hiponatremia (SIADH y síndrome de pérdida de sal cerebral) puede

resultar difícil, el tratamiento de ambas es relativamente sencillo: la

administración de líquidos isotónicos utilizando la normovolemia

intravascular como criterio de valoración final.

Vasoespasmo.

El anestesista debe establecer si se ha producido

vasoespasmo y si se han adoptado algunos de los tratamientos para el

mismo. Se cree que el vasoespasmo está producido por los productos

de degradación de la hemoglobina sanguínea que se han acumulado

alrededor de los vasos del polígono de Willis tras una HSA. No se ha

identificado un mecanismo/mediador específico, pero actualmente

la investigación se ha centrado en la endotelin

a 171,172

. Un estudio de

fase II sobre el antagonista del receptor de la endotelina A clazosen-

tan indicó una reversión eficaz del vasoespasmo establecido y una

sustancial disminución de la incidencia de nuevos infarto

s 173

. Está

en marcha un estudio en fase III y los datos preliminares indican

reducciones de la hipoperfusión y vasoespasmo relacionadas con el

fármaco en aquellos pacientes en los que éste se ha producid

o 174

.

Cuando existe sospecha clínica de vasoespasmo (típicamente

por un cambio en el nivel de consciencia o por un déficit neuroló-

gico nuevo), la cirugía se difiere y se llevan a cabo un DTC, una

angiografía u otras pruebas de imagen

175-177 .

El vasoespasmo esta-

blecido se trata habitualmente con la terapia de la «triple H» que

se describe en el párrafo siguiente y a veces mediante angioplastia

con balón o vasodilatadores intraarteriales.

En los pacientes que van a ser sometidos a cirugía, la PPC

debe mantenerse intraoperatoriamente en un rango alto-normal.

A pesar de la popularidad previa de la hipotensión inducida, actual-

mente se reconoce la posibilidad de que ésta cause o agrave la isque-

mia cerebral de un paciente con cierto grado de vasoespasm

o 178,179

.

Esta preocupación se extiende incluso a los pacientes clasificados

como grado I de la World Federation of Neurosurgeons, quienes

pueden presentar regiones de isquemia cerebra

l 41

que permanecen

subclínicas mientras el paciente se encuentra normotenso.

En la UCI, los regímenes utilizados para el tratamiento del

vasoespasmo suelen incluir alguna combinación de hipervolemia,

hemodilución e hipertensión. El fundamento científico del trata-

miento hipervolémico-hipertensivo es «débil» y la eficacia tera­

péutica de la «triple H» no ha sido demostrada en estudios

prospectivo

s 180,181

. La importancia de los efectos reológicos y sobre

la presión no está definido, aunque hay pruebas sobre la relevancia

de la elevación de la presión arterial de forma aislad

a 182,183

. La adre-

nalina y la dopamina son los vasopresores más utilizados; la elección

vasopresora concreta debe estar dirigida principalmente por consi-

deraciones cardiovasculares sistémicas. El criterio de referencia para

la administración de vasopresores es variable. Lo más habitual es que

el objetivo sea un aumento de la PAM de aproximadamente 20 a

30 mmHg por encima de la «línea basal» de presión sistólica. Sin

embargo, se ha descrito que el aumento del gasto cardíaco con dobu-

tamina, sin una elevación simultánea de la PAM, aumenta el FSC en

territorios con vasoespasm

o 184

. Algunos autores creen que se debe

disminuir el hematocrito por debajo de 30. Por lo general, se produce

una reducción del hematocrito de forma secundaria a los intentos

para producir hipervolemia (habitualmente con soluciones coloides)

como parte del esfuerzo para elevar la presión arterial.

Antagonistas del calcio.

Estos fármacos son actualmente un

elemento consolidado en el tratamiento de una HSA. Se ha demos-

trado que la administración de nimodipino disminuye la incidencia

de morbilidad debida a isquemia cerebral tras una HS

A 185-187

. Sin em-

bargo, estos estudios no han conseguido demostrar reducción alguna

en la incidencia de vasoespasmo estudiada mediante angiografí

a 186 .

Esto sugiere que su efecto beneficioso puede deberse a efectos sobre

las neuronas más que sobre el músculo liso vascular. Los pacientes que

entran en el quirófano tras una HSA deberían recibir nimodipino. El

nimodipino debe administrarse por vía oral; se ha evaluado el nicardi-

pino como una alternativa intravenosa. Un estudio multicéntrico con

nicardipin

o 188,189

reveló una menor incidencia de vasoespasmo sinto-

mático, pero no una mejoría en el pronóstico, por lo que suele utilizar-

se el nimodipino con más frecuencia. Como la papaverina puede ser

neurotóxica, se están utilizando cada vez más los bloqueadores de la

entrada del calcio, incluido el verapamilo y el nicardipino, como trata-

miento primario para el vasoespasmo refractario a la terapia clínica.

Magnesio, estatinas y antagonistas de la endotelina.

Ensayos clínicos más recientes han identificado varios agentes que

pueden pronto convertirse en parte del tratamiento de rutina de la

HSA. Se mencionó anteriormente en esta sección al antagonista de

la endotelina clazosentano. Un ensayo clínico ciego aleatorizado

de placebo-control encontró escasos déficits isquémicos nuevos y

un mejor pronóstico entre los pacientes que recibieron sulfato de

magnesio a partir de los 4 días de una HSA. Dos ensayos clínicos

en fase II han estudiado la administración posterior a una HSA de

estatinas. En conjunto, estos ensayos demostraron reducciones del

vasoespasmo, déficits isquémicos más tardíos y una mejoría del pro-

nóstic

o 190,191

. Aunque diversos centros ya han implementado algu-

nos de estos tratamientos como parte de su rutina local, la adopción

generalizada no parece probable hasta que se completen ensayos

más extensos que confirmen estos resultados iniciales.

Antifibrinolíticos.

Se han administrado antifibrinolíticos para

intentar reducir la incidencia de recidiva hemorrágica. Sin embargo,

un metaanálisis sugiere que aunque lo consiguen, lo hacen a costa de

una mayor incidencia de síntomas isquémicos y de hidrocefalia, por

lo que su resultado no supone una mejoría neta en el pronóstic

o 192

.

Disfunción miocárdica asociada a la hemorragia suba-

racnoidea.

La HSA puede producir una lesión miocárdica

como una «conmoción» reversible. La gravedad de la disfunción

correlaciona mejor con la gravedad de la lesión neurológic

a 193

y

ocasionalmente es suficiente para precisar un soporte vasopre-

so

r 194 .

El mecanismo es incierto, pero se cree que está mediado por

catecolamina

s 195 .

Esta sospecha se basa en la observación de que la

disfunción más grave se produce en pacientes con una HSA con

polimorfismos genéticos asociados a una mayor sensibilidad de los

receptores de catecolaminas. Con frecuencia se eleva la troponi-

na, aunque típicamente alcanza niveles inferiores a los del umbral

diagnóstico de un infarto miocárdic

o 196 .

Los niveles pico de tropo-

nina correlacionan con la gravedad de la lesión neurológica y con

la disfunción ecocardiográfica del miocardi

o 194 .

Se pueden producir alteraciones ECG en pacientes que han

sufrido una HS

A 193 .

Además de las clásicas «ondas T cañón»

( fig. 53-14 )

se han descrito cambios inespecíficos de la onda T,

prolongación del intervalo Q-T, depresión del segmento ST y ondas

U. No hay típicamente relación entre los cambios en el ECG y la

disfunción del miocardio por ecocardiografí

a 196 .

Las alteraciones

en el ECG no anuncian enfermedad cardíaca en evolución o de

nueva aparición

197 .

Cuando se aprecian patrones ECG diferentes de

los típicos de la isquemia miocárdica, no se requieren intervencio-

nes o modificaciones concretas sobre el tratamiento del paciente,

exceptuando la atención a las posibles disritmias. En concreto, muy

a menudo se aprecia una prolongación del intervalo Q-T (

>

550ms)

tras una HSA, sobre todo en los pacientes con las HSAmás grave

s 198

y se ha asociado con una mayor incidencia de ritmos ventriculares

malignos, incluidas torsades de pointe

s 199,200 .

1830

Anestesia por subespecialidades en el adulto

IV