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la elección del régimen anestésico en la mayoría de los procedi-

mientos realizados en aneurismas. Entre los anestésicos, sólo se ha

demostrado de forma convincente una eficacia protectora adicio-

nal en los barbitúricos (v. cap. 3). Debido a sus posibles efectos

adversos sobre la hemodinámica y el despertar, no resultan ideales

para una administración sistemática y tal vez deban reservarse para

aquellas situaciones en las que la oclusión vascular prolongada

resulte inevitable, y en tales circunstancias sería ideal confirmar

primero el riesgo isquémico mediante la observación de la res-

puesta del EEG ante una oclusión tempora

l 215 .

Hipotermia

Como se señaló en la sección anterior sobre hipotermia, un estudio

clínico prospectivo sobre la ligera hipotermia en la cirugía de

aneurismas no puso de manifiesto mejorías en el pronóstico neu-

rológico. No obstante, muchos equipos neuroquirúrgicos que ya

empleaban la hipotermia leve (32-34 °C) siguen utilizándola para

procedimientos en los que se pueda producir la oclusión temporal

de un vaso. Los centros que utilizan la reducción de la temperatura

son aquellos en los que el equipo esté decidido a aceptar una

demora en el despertar de la anestesia. Tal retraso se debe a la

necesidad de mantener la anestesia el tiempo imprescindible para

lograr un suficiente recalentamiento que evite la hipertensión

extrema que puede aparecer cuando se despierta a un paciente con

una temperatura corporal baja.

Monitorización neurofisiológica

Se han utilizado tanto las respuestas evocadas como el EEG (v. cap.

36) para la monitorización

215,216 ,

aunque ninguno de forma gene-

ralizada. Se puede utilizar la monitorización por EEG como guía

terapéutica durante el período de interrupción del flujo o para

dirigir la administración antes de la oclusión de anestésicos reduc-

tores del IM

C 215 .

Se puede colocar un electrodo de banda sobre la

región de la corteza en riesgo durante la oclusión deseada. Sin

embargo, la derivación de la superficie cutánea frontal-mastoidea

más habitual puede ser suficiente para demostrar un episodio

isquémico significativo. El EEG puede ser la poligrafía convencio-

nal «en bruto» o una representación modificada. En la mayoría de

circunstancias, si la oclusión se considera necesaria, se practica una

oclusión temporal y se observa el EEG. Si éste muestra un enlen-

tecimiento significativo, la práctica habitual es la recolocación del

clip o la elevación de la PAM mediante alguna combinación de

adrenalina y una menor profundidad de la anestesia para encontrar

una forma de realizar una colocación temporal de clips sin altera-

ciones graves del EEG. Si no se puede conseguir este objetivo y

parece probable un período prolongado de oclusión, puede resultar

adecuada la administración de barbitúricos (v. antes) para producir

una supresión de las descargas.

Angiografía intraoperatoria

La angiografía intraoperatoria se está convirtiendo en un compo-

nente cada vez más habitual en el tratamiento de los aneurismas

intracraneales. No presenta implicaciones sustanciales para el anes-

tesista. Sin embargo, los aparatos que rodean la cabeza del paciente

deben disponerse para permitir el acceso del brazo en C sin engan-

charse en la vía respiratoria ni en el equipo de monitorización.

Además, el radiólogo debe tener acceso a los vasos inguinales. En

un paciente que al final esté en posición lateral, es más fácil de

utilizar la cánula de acceso vascular si se elige la arteria femoral. Se

debe monitorizar la velocidad de administración del «lavado» de

heparina a través del acceso.

Consideraciones especiales para aneurismas específicos

Los procedimientos más frecuentes se realizan por aneurismas

originados en el polígono de Willis o sus inmediaciones. El vaso de

origen puede ser la arteria comunicante anterior, la cerebral media,

la cerebral anterior, la oftálmica, el extremo de la arteria basilar, la

arteria comunicante posterior o, con menor frecuencia, la arteria

cerebral posterior. Todos estos procedimientos serán relativamente

similares para el anestesista y requerirán por lo general una posi-

ción en supino con la cabeza ligeramente girada al lado contrario

del campo quirúrgico.

Aneurismas de la arteria oftálmica.

El acceso al origen de

la arteria oftálmica, que es la primera rama intradural de la arteria

carótida interna, está dificultado por la apófisis clinoides anterior y

el nervio óptico. Como resultado, estos aneurismas suelen requerir

una oclusión vascular temporal. Lo habitual es que el cirujano ex-

ponga primero la arteria carótida en el cuello. Cuando se alcanza la

fase de buscar el acceso definitivo al cuello del aneurisma, el ciruja-

no ocluirá la carótida en el cuello en primer lugar y a continuación

el segmento intracraneal de la carótida interna inmediatamente

proximal al origen de la arteria comunicante posterior.

Aneurismas vertebrobasilares.

Estos procedimientos se sue-

len realizar en posición lateral. La exposición puede incluir un abor-

daje combinado a través de las fosas cerebrales media y posterior, con

cierto riesgo relacionado, aunque menor, de embolia gaseosa venosa.

En estos aneurismas la monitorización mediante EEG cortical o en

la superficie cutánea es menos relevante. Se han utilizado respuestas

evocadas auditivas o somatosensoriales, o amba

s 217

. Como en cual-

quier otro procedimiento que suponga un posible riesgo de lesión

mecánica o vascular del tronco del encéfalo, deben monitorizarse las

respuestas cardiovasculares, y los cambios repentinos en respuesta

a la manipulación quirúrgica deben comunicarse de inmediato al

cirujano. Se ha demostrado también que la ventilación espontánea

desempeña un papel destacado durante la manipulación quirúrgica

de las arterias vertebrales, la unión vertebrobasilar y la porción me-

dia de la arteria basilar. La apnea, unas respiraciones bruscas u otros

cambios repentinos del patrón ventilatorio durante la manipulación

de la vasculatura suponen una advertencia destacada, aunque en

cierto modo inespecífica, de compromiso de la irrigación del tronco

del encéfal

o 218

. Actualmente sustituida en gran medida por los trata-

mientos endovasculares, el manejo de estos aneurismas requiere en

ocasiones circulación extracorpórea y una parada circulatoria con

hipotermia profund

a 219

.

Aneurismas de la vena de Galeno.

Los «aneurismas» de

la vena de Galeno son fístulas arteriovenosas durales congénitas

que habitualmente se tratan en neonatos mediante métodos endo-

vasculares y comparten consideraciones relevantes para las MAV.

Entre tales consideraciones está la anticipación de la posibilidad

del fenómeno de disautorregulación cerebral y se exponen más

adelante.

Malformaciones arteriovenosas

Las consideraciones generales para la mayoría de las MAV son

similares a las adecuadas para la cirugía de aneurismas: evitar la

hipertensión aguda y tener capacidad para manipular con preci-

sión la presión arterial en caso de una hemorragia. Un problema

específico de las MAV es el fenómeno conocido como «superación

de la presión de perfusión» o disautorregulación cerebra

l 220,221 .

Se

caracteriza por congestión y edema cerebrales, a menudo súbitos,

en ocasiones con una intensa protrusión en forma de coliflor desde

el cráneo. Tiende a producirse en las etapas avanzadas de procedi-

mientos prolongados sobre grandes MAV. Este fenómeno no se

comprende completamente y casi con certeza está relacionado con

Anestesia neuroquirúrgica

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Sección IV

Anestesia por subespecialidades en el adulto

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