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mejorías en el pronóstico, estos estudios carecen invariablemente de

grupo control o de comparaciones con controles no concurren-

te

s 267-269

. Esta estrategia no ha sido adoptada en Norteamérica.

¿Qué puede hacer el anestesiólogo que esté tratando a un

paciente con TCE frente a estas estrategias? Todas estas estrategias

tienen en común el mantenimiento de la presión de perfusión en

mayor o menor grado. El comportamiento característico del FSC

tras un traumatismo craneal es de un período inicial bajo seguido

de un incremento gradual a lo largo de un intervalo de 48 a 72 horas hasta niveles normales o en ocasiones incluso ligeramente

hiperémico

s 23,33,37,38.251,258,270 .

Un mantenimiento enérgico de la PPC

en el rango de 60 a 70 mmHg durante ese período será la estrategia

general más razonable. Obsérvese que en los pacientes con una

hemorragia subaracnoidea, se puede producir un segundo período

de bajo FSC entre los días 2 y 13 tras la lesión, aparentemente

relacionado con el vasoespasm

o 35,271

. Se han utilizado adrenalina,

noradrenalina y dopamina para aumentar la presión sanguínea. Se

ha descrito que la noradrenalina logra elevar el FSC de forma más

consistente que la dopamin

a 272 .

Existen excepciones en relación con las generalizaciones ante-

riores sobre el FSC tras un TCE. Aunque un FSC poslesional inicial-

mente bajo tal vez sea la circunstancia clínica más habitual, también

se puede producir hiperemi

a 35,39.270,271,273

. Ésta tiende a desarrollarse

en pacientes con lesiones ocupantes de espacio más que con contu-

siones, aunque estos últimos pacientes tienen un período poslesional

inmediato de bajo FSC, con un nivel máximo de hiperemia diferida

a las 24 horas omás tard

e 34,35,253,270,273

. La hiperemia puede ser también

frecuente en niño

s 274 .

En una situación ideal, el control de la PPC

debe «dirigirse» a la fisiopatología que predomine en cada paciente

275 .

Hay numerosos datos que evidencian que no todos los pacientes

con un TCE se benefician de aumentos de la presión de perfusión.

Es más probable que se beneficien aquellos pacientes con alteración

de la autorregulación, flujos basales bajos y PIC aumentad

a 276-278

. Sin

embargo, las técnicas para discriminar los diversos estados de flujo

(medida del FSC, DTC, Syvo

2

, Po

2

tisular cerebral, v. más adelante)

no se encuentran disponibles o no se aplican de forma universal, y

en su ausencia la práctica habitual será mantener la PPC entre 60 y

70 mmHg en las primeras 72 horas tras un TC

E 256,258,261,279-281

. En

niños se ha recomendado un objetivo de 45 mmHg de PP

C 282

. Una

vez presentadas estas firmes recomendaciones, debe reconocerse que

las convicciones variarán y que los anestesiólogos deberían llegar a

un acuerdo con los traumatólogos y neurocirujanos de cada centro

respecto a los objetivos de presión arterial.

Hiperventilación.

Se ha revisado en detalle la utilización de la

hipocapnia en la sección sobre el control de la Paco

2

. La hiperventi-

lación ha sido durante mucho tiempo un componente habitual en el

tratamiento de aquellos pacientes con TCE y está bien documentada

la efectividad de la hipocapnia aguda a la hora de reducir la PI

C 10 .

Sin

embargo, cada vez hay más pruebas de que la hiperventilación puede

ser perjudicia

l 23,24,29-31,283

y de que no debería utilizarse en exceso. Esas

pruebas sugieren que la hiperventilación y la vasoconstricción conco-

mitantepuedenoriginar isquemi

a 21,29-32

sobre todocuandoel FSCbasal

es baj

o 32

, como es probablemente el caso en las primeras 48 a 72 ho­

ras tras un traumatismo cranea

l 23,33,38,39

. El panel de expertos convocado

por la Brain Trauma Foundation especificó que la hiperventilación

profiláctica «no es recomendable» y que se «debe evitar durante las

primeras 24 horas tras un TCE cuando el FSC está a menudo críti-

camente disminuido

» 59

. La información disponible indica que la hi-

perventilación debería utilizarse de modo selectivo más que de forma

sistemática en el tratamiento de pacientes con TCE. Mantener la PIC

a menos de 20 mmHg, evitar o revertir la herniación, minimizar la

presión del retractor y facilitar el acceso quirúrgico son aún objetivos

relevantes en el tratamiento de los pacientes con un TCE, y mientras

la hiperventilación contribuya a estos objetivos seguirá siendo apro-

piada. Una vez más, el anestesiólogo debería acordar los parámetros

terapéuticos con el equipo quirúrgico al comienzo del procedimiento.

Utilización de líquidos.

El empleo de líquidos en un paciente

con traumatismo craneal fue tratado en la sección previa «utiliza-

ción de líquidos intravenosos». Los principios esenciales son que se

deben elegir invariablemente los líquidos para evitar una reducción

de la osmolaridad sérica y que tal vez deberían escogerse para im-

pedir una disminución intensa de la presión oncótica coloide; so-

bre todo, en el caso de una reanimación con grandes volúmenes (de

forma arbitraria, superior a la mitad del volumen circulante), tal

vez resulte adecuada una mezcla de coloides y cristaloides. El ob-

jetivo clínico debería ser el mantenimiento de una normovolemia

intravascular, en parte como complemento al apoyo de la PAM y de

la PPC. Se ha demostrado que un balance de líquidos crónicamente

negativo, como se puede producir con la combinación de una res-

tricción moderada de líquidos y la utilización libre de diuréticos

osmóticos, resulta nocivo, por lo que debe ser evitad

o 249 .

Hay que

recordar también que el parénquima cerebral con una lesión grave

puede liberar tromboplastina suficiente a la circulación como para

producir una coagulopatía de consum

o 284 .

Habrá que realizar las

pruebas de laboratorio y la reposición adecuadas. El médico puede

también encontrarse que la determinación precoz de la osmolari-

dad sérica en el curso del control anestésico resulta útil a la hora

de apreciar los efectos acumulativos de la administración previa de

manitol. La utilización de soluciones hipertónicas y las característi-

cas relevantes de las soluciones coloides también se describieron en

la sección sobre utilización de líquidos intravenosos.

Saturación venosa yugular de oxígeno

Numerosos centros han estudiado o utilizado la monitorización de

la Syvo

2

como guía para el tratamiento clínico de los pacientes con

traumatismo cranea

l 29-32,40,247,256,257,281,285

. El concepto subyacente es

que un FSC marginal o inadecuado provocará una mayor extracción

Anestesia neuroquirúrgica

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53

Sección IV

Anestesia por subespecialidades en el adulto

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Figura 53-16

 Relación entre el flujo sanguíneo cerebral (FSC) y la presión

arterial tras un traumatismo craneal. Hay tres estrategias en el control de la

presión de perfusión cerebral (PPC) (v. el texto) apoyadas en diferentes

creencias sobre las alteraciones fisiopatológicas habituales. La de mayor

aceptación, la «Edimburgo» (denominada así por el centro de sus defensores

originales), hace hincapié en el bajo FSC poslesional, en la alteración de la

autorregulación y en la necesidad de mantener la PPC (presión arterial media

[PAM] – presión intracraneal [PIC]) en 70 mmHg. El concepto «Lund» enfatiza

la contribución de la hiperemia a la elevación de la PIC. Esta estrategia utiliza

agentes antihipertensivos para reducir la presión arterial a la vez que se

mantiene una PPC por encima de 50 mmH

g 264 .

Ese objetivo de PPC se ha

elevado, en la revisión más reciente, a 60-70 mmHg, permitiéndose

reducciones ocasionales a 50 mmH

g 266 .

Una estrategia surgida en la

Universidad de Alabama, conocida como el concepto «Birmingham»,

propugna la inducción farmacológica de hipertensión. Esta estrategia se basa

en la creencia de que la autorregulación se encuentra en gran medida intacta

y que la hipertensión producirá una vasoconstricción cerebral y una

reducción conjunta del volumen sanguíneo cerebral y de la PI

C 262,331

.