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El procedimiento requiere un intensificador de imagen con

brazo en C (proyecciones laterales), por lo que la cabeza y los

brazos quedan relativamente inaccesibles una vez que se ha cubierto

con paños al paciente. Resulta adecuado situar un estimulador

nervioso en un punto de la extremidad inferior. El abordaje qui-

rúrgico se realiza a través de la cavidad nasal mediante una incisión

practicada bajo el labio superior. Durante el abordaje, las superfi-

cies mucosas de las fosas nasales se infiltran con una solución de

anestésico local y adrenalina, por lo que se debe vigilar al paciente

por la posible aparición de arritmias.

Las preferencias quirúrgicas sobre el control del CO

2

son

variables. En algunas circunstancias, se requerirá hipocapnia para

reducir el volumen cerebral y minimizar, por tanto, el grado con el

que la aracnoides protruye hacia la silla turca. Una de las principa-

les consideraciones quirúrgicas es evitar, cuando sea posible, la

apertura de la membrana aracnoidea. Las fístulas posquirúrgicas

de LCR pueden ser persistentes y se asocian a un considerable

riesgo de meningitis. Por el contrario, en tumores con extensión

supraselar, un CO

2

normal o elevado ayudará a trasladar la lesión

a la silla turca para su escisió

n 297 .

Como método alternativo para

lograr esto, algunos cirujanos han recurrido a «bombear» suero

salino o aire en el espacio de LCR lumba

r 298,299 .

La diabetes insípida es una posible complicación de este

procedimiento. La hormona antidiurética se sintetiza en los núcleos

supraópticos del hipotálamo y se transporta en sentido inferior a

lo largo del tracto supraóptico-hipofisario hasta el lóbulo posterior

de la hipófisis. Esta parte de la glándula hipofisaria suele quedar

respetada. Incluso cuando se realiza su escisión, la homeostasis

del agua suele normalizarse, presumiblemente por liberación de

hormona antidiurética desde el extremo seccionado del tracto.

Cuando se secciona el tallo hipofisario, y en ocasiones incluso

cuando se deje intacto el lóbulo posterior de la hipófisis, se puede

producir una diabetes insípida transitoria, que se suele desarrollar

4 a 12 horas después de la cirugía y muy raramente surge de forma

intraoperatoria. El cuadro clínico presenta poliuria asociada a un

aumento de la osmolalidad sérica. El diagnóstico se efectúa al

comparar la osmolalidad urinaria con la del suero. Una orina

hipoosmolar frente a una osmolalidad sérica elevada y en aumento

apoya con fuerza el diagnóstico. La densidad específica de la orina

es una prueba útil a pie de cama. En presencia de una auténtica

diabetes insípida, la densidad específica de la orina será baja (es

decir,

1,002).

Cuando se ha establecido el diagnóstico de diabetes insípida,

un régimen adecuado de control de líquidos es administrar cada

hora líquidos de mantenimiento más dos tercios de la diuresis

producida en la hora previa. (Una alternativa aceptable es la diu-

resis de la hora previa menos 50ml más el mantenimiento.) La

elección de líquidos vendrá dictada por el cuadro electrolítico del

paciente. En general, el paciente pierde un líquido hipoosmolar y

relativamente bajo en sodio. Se suele utilizar suero salino al 50% y

glucosado al 5% como líquidos para reposición. Hay que tener

cuidado con la hiperglucemia cuando se utilizan grandes volúme-

nes de solución glucosada al 5%. Un régimen de líquidos

in

acepta-

ble que se utilizaba antes establecía los líquidos de mantenimiento

más la diuresis de la hora previa. Este régimen puede colocar a

médico y paciente en una situación de «pescadilla que se muerde

la cola». Si el paciente se sobrecarga de líquidos por causa iatrogé-

nica, este régimen impide un retorno a la isovolemia y cuando el

margen de los líquidos de mantenimiento es amplio, garantiza que

el paciente se volverá cada vez más hipervolémico. Si los requeri-

mientos cada hora superan los 350 a 400ml, suele administrarse

desmopresina (DDAVP).

Es deseable un despertar tranquilo (v. la sección sobre el

despertar de la anestesia), sobre todo si se ha abierto el espacio de

LCR (y vuelto a cerrar con adhesivo de fibrina o con un tapona-

miento del seno esfenoidal con grasa o músculo). Las maniobras

de Valsalva repetidas e intensas, como ocurre con la tos y los

vómitos, pueden contribuir a la reapertura de una fístula de LCR

y empeorar el riesgo de una meningitis posterior. Debe despejarse

la vía aérea de residuos, incluidos los coágulos formados. En aque-

llas situaciones en las que exista la preocupación de que pueda

producirse una fístula persistente de LCR, algunos cirujanos colo-

carán un drenaje lumbar para mantener la descompresión de LCR

en el período postoperatorio inmediato.

Cirugía de la epilepsia y craneotomía

en pacientes conscientes

Las craneotomías en estado consciente se realizan cuando los

tumores o focos epileptógenos se encuentran próximos a las áreas

corticales precisas para el habla o la función motora o cercanos a

las estructuras temporalesmediales fundamentales para lamemoria

a corto plazo. Muchos pacientes sufren la llamada epilepsia del

lóbulo temporal. Las lesiones estructurales suelen ser visibles

mediante resonancia magnética (RM). En ocasiones hay antece-

dentes de traumatismos. Con mayor frecuencia, la causa suele

creerse relacionada con una lesión por asfixia perinatal.

Evaluación prequirúrgica

Antes de la resección, la mayoría de los pacientes se habrán some-

tido a una prueba de Wada, a videotelemetría o a ambas. Más

recientemente, se han introducido pruebas funcionales que utilizan

la RM, la tomografía por emisión de positrones o ambas, para la

evaluación prequirúrgica. La prueba de Wada supone una anestesia

selectiva de los hemisferios cerebrales habitualmente mediante la

inyección de amobarbital en la arteria carótida para localizar el

hemisferio que controla el habla o confirmar que exista una repre-

sentación bilateral para la memoria a corto plazo o ambos. El habla

es un problema cuando están implicadas las porciones laterales del

lóbulo temporal, y la memoria es el motivo de preocupación

cuando la afectación es medial.

Anestesia para la colocación de electrodos

de electroencefalograma

La videotelemetría se realiza para permitir la localización de los

focos epileptógenos responsables de los episodios clínicos proble-

máticos. Se suele requerir la colocación previa bien de electrodos

de banda subdurales (a través de trepanaciones) o bien de una

malla de electrodos subdurales (lo que precisa una craneotomía).

En ocasiones, los electrodos se sitúan en la profundidad del parén-

quima, habitualmente dentro del lóbulo temporal (colocados

mediante estereotaxia a través de trepanaciones), o se ponen de

forma que «miren hacia» las superficies inferiores del lóbulo tem-

poral. Esto último se suele realizar con los denominados electrodos

de agujero oval. Estos electrodos se ponen utilizando una aguja

similar a la de tipo epidural. El punto de entrada es unos 2 cm

lateral a la comisura de los labios. La aguja penetra en los tejidos

blandos, bajo la apófisis temporal del hueso cigomático y medial a

la rama ascendente de la mandíbula, hasta la base del cráneo en la

vecindad del agujero oval. Por lo general, este procedimiento se

realiza como una «CAM», aunque se suelen requerir pequeñas

dosis de inducción anestésica, más frecuentemente con propofol,

en el momento de la estimulación del periostio en la base del

cráneo por la aguja. Tras colocar los electrodos pertinentes, se

interrumpe la medicación anticomicial del paciente y éste perma-

nece en una unidad de observación con registros continuos del

EEG y de su conducta. De esta forma, resulta posible identificar los

fenómenos del EEG asociados a las crisis convulsivas clínicamente

significativas, así como su origen anatómico.

Anestesia neuroquirúrgica

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Sección IV

Anestesia por subespecialidades en el adulto

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