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Técnica anestésica

Elección de los fármacos anestésicos.

Las craneotomías

se realizan sobre todo para la evacuación de hematomas subdura-

les, epidurales o intracerebrales. La estrategia anestésica es similar

para las tres. Los principios orientativos se han descrito en la sec-

ción «Control de la presión intracraneal/relajación cerebral». Por

lo general, los anestésicos con un efecto vasoconstrictor cerebral

conocido serán de elección frente a aquellos que puedan dilatar la

circulación cerebral. Todos los anestésicos intravenosos, salvo qui-

zá la ketamina, producen algún grado de vasoconstricción cerebral

y resultan elecciones razonables, siempre que sean compatibles con

la estabilidad hemodinámica. Todos los anestésicos inhalatorios

(N

2

O y todos los gases) tienen algún efecto vasodilatador cerebral.

Aunque su administración será con frecuencia compatible con ni-

veles aceptables de PIC o con condiciones adecuadas en el campo

quirúrgico, cuando la PIC esté fuera de control (o sea desconocida)

o si el campo quirúrgico está «a tensión», resulta adecuado eliminar

los anestésicos inhalatorios a favor de otros anestésicos.

Para aquellos pacientes que tal vez permanecerán con intuba-

ción traqueal en el postoperatorio, un anestésico que se base funda-

mentalmente en un opiáceo (p. ej., fentanilo) y un relajante muscular

suelen resultar adecuados. Cualquier relajante muscular es aceptable

con la premisa de que en aquellos que puedan liberar histamina,

deben ajustarse sus dosis en incrementos cuidadosos. Cuando exista

la posibilidad de una extubación inmediata (p. ej., un paciente con

un hematoma epidural agudo que presente un intervalo lúcido antes

de un deterioro visible), debe modificarse la técnica tras la apertura

del cráneo. Se pueden introducir anestésicos inhalatorios, emplear

fármacos intravenosos de acción corta, o ambas técnicas, según lo

dicte la observación del campo quirúrgico. Si se contempla en cual-

quier momento la administración de N

2

O, hay que recordar la posi-

bilidad de que, en el caso de una lesión por arma de fuego o una

fractura craneal compleja, exista aire intracraneal.

Monitorización.

Los anestesistas deberían comprender que es

prioritario abrir el cráneo tan rápido como sea posible. Tras conse-

guir una vía intravenosa, hay que valorar cuidadosamente los bene-

ficios y los riesgos de retrasar la craneotomía por la colocación de

más vías. Una vía arterial, a menudo colocada tras la inducción en

situaciones de urgencia, resulta adecuada para casi todas las craneo-

tomías por traumatismos agudos. La decisión de colocar una vía ve-

nosa central puede basarse en el estado hemodinámico del paciente.

Puede producirse un colapso cardiovascular tras la apertura de la

duramadre con una PIC elevad

a 243

; una adecuada reposición del vo-

lumen puede mitigar esta complicación. Pocas veces el tratamiento

de una fractura craneal deprimida sobre el seno sagital justificará

una exploración con Doppler precordial y, en función de la opinión

del cirujano sobre el riesgo de EGV, un catéter cardíaco derecho.

Control de la presión arterial.

El concepto de que el cerebro

lesionado es muy vulnerable a lo que en otras circunstancias sería

una agresión menor (p. ej., una hipotensión o hipoxia moderadas)

se ha confirmado extensamente en el laboratori

o 244,245

. Aunque hasta

ahora no se han derivado datos completamente concluyentes de es-

tudios en seres humanos, varios ensayos clínicos apoyan con fuerza

el efecto adverso de grados menores de hipotensión en el período

posterior al TC

E 235,246-250

. La explicación de esta vulnerabilidad ante la

hipotensión tal vez resida en parte en la observación de que algunos

pacientes presentan regiones cerebrales con un FSC precariamente

bajo en el período postraumátic

o 23,33,38,251

y en ellas la autorregulación

también puede ser defectuos

a 37,252 .

Aunque se ha argumentado que

un FSC reducido es, en parte, una consecuencia normal del IMC

reducido que habitualmente se produce tras un TCE, existen, no

obstante, muchas razones para preocuparse por la aparición de is-

quemia. En primer lugar, un alto porcentaje de pacientes que fallecen

tras un TCE presenta cambios patológicos compatibles con isque-

mi

a 145

. En segundo lugar, numerosas pruebas señalan que los bajos

valores de FSC tras la lesión se correlacionan con un mal pronósti-

co fina

l 23,36,247,253,254 .

Estas observaciones han provocado que muchos

neurocirujanos y neurointensivistas pongan mucho más énfasis en

un soporte intensivo de la presión arterial en pacientes con TCE.

¿Cuál es la cifra adecuada de presión arterial? Varios estudios

sistemáticos, sobre todo los realizados en la Universidad de Edim-

burgo, han puesto de manifiesto que los índices de idoneidad de la

perfusión cerebral derivados de la Syvo

2

y de los datos del DTC

comienzan a deteriorarse por debajo de una PPC media (PPC=PAM

– PIC) de 70 mmH

g 247,255,256

, por lo que muchos equipos neuroquirúr-

gicos adoptaron 70 mmHg como objetivo de PPC. Un estudio clínico

de Robertson y cols

. 257

que comparó el control en la UCI de pacientes

con un TCE a PPC de 70mmHg y de 50mmHg demostró que aunque

los índices de estado cerebral mejoraban en los primeros, no había

ventajas a la hora del resultado final, aparentemente por la morbilidad

cardiopulmonar asociada con el logro de una PPC mantenida de

70 mmHg. Como resultado, muchos grupos y expertos han adoptado 60 mmHg como el objetivo mínimo de control de la PPC

258-261

. Las

recomendaciones más recientes de la Brain Trauma Foundation otorgan a los clínicos un amplio margen a la hora de recomendar valores

objetivo para la PPC «dentro de un rango de 50-70 mmHg

» 59 .

Existen al menos dos opiniones alternativas respecto al control

de la presión arterial

( fig. 53-16

). La primera, sostenida por el grupo

neuroquirúrgico de la Universidad de Alabama, Birmingham, es que

se puede utilizar la hipertensión inducida como un complemento

para controlar la PI

C 23,262 .

Esta idea se basa en la creencia de que la

autorregulación se encuentra conservada, al menos en parte, tras un

traumatismo craneal y que el aumento de la PPC provocará una

vasoconstricción mediada por la autorregulación con una reducción

concomitante del VSC y de la PIC. Estos autores indicaron una

experiencia local muy satisfactori

a 262

con esta estrategia, pero no se

ha aplicado ampliamente y otros han señalado que la hipertensión

inducida resultó ineficaz o perjudicial como medio para reducir una

PIC aumentad

a 10,263 .

La segunda alternativa es el denominado con-

cepto Lund, basado en la premisa de que un volumen sanguíneo

elevado y la acumulación de edema por motivos hidrostáticos con-

tribuyen de forma sustancial al aumento de la PI

C 264-266 .

En su descripción original, la estrategia Lund comportaba

deshidratación; hiperosmolaridad, y la administración de meto-

prolol, clonidina y dihidroergotamina para reducir la presión arte-

rial hasta un objetivo de PPC de 50 a 55 mmHg. Desde el principio,

esta aproximación resultó controvertida, debido a que se enfren-

taba a las percepciones de muchos autores sobre la relevancia de

mantener la PPC en 70 mmHg y por la posterior demostración de

que un balance negativo de líquidos en pacientes con TCE resulta

nociv

o 249 .

Con el tiempo (paralelamente a la relajación de los obje-

tivos de PPC por otros autore

s 59,258-260

), los defensores de Lund han

modificado su estrategia y actualmente «se considera óptima una

PPC de 60-70» y la normovolemia es el objetivo clínic

o 266 .

La esencia de la aproximación Lund (antes controvertida) ya

no es la reducción enérgica de la PPC, que al principio se consideraba

piedra angular, aunque se administran sedantes, clonidina y meto-

prolol para evitar la hipertensión. Los rasgos distintivos del concepto

Lund son actualmente: 1) la infusión sistemática de dosis bajas de

tiopental (para reducir la «respuesta de estrés» y disminuir el IMC y

el VSC); 2) mantener la presión osmótica coloidal a niveles no espe-

cificados mediante la administración abundante de albúmina, y

3) administrar con precaución dihidroergotamina, para reducir

también el VSC (por un supuesto efecto venoconstrictor cerebral

selectivo

) 266

. A pesar del hecho de que cada uno de sus componentes

tiene una base teórica, la literatura existente no aporta un apoyo

convincente. Aunque los partidarios de la estrategia Lund aseguran

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Anestesia por subespecialidades en el adulto

IV