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inversamente proporcional al radio elevado a la cuarta potencia para

un flujo laminar y a la quinta potencia para un flujo turbulento. La

vía respiratoria de un lactante es muy distensible y estámal sustentada

por las estructuras circundantes. La pared torácica también es muy

distensible, de manera que las costillas proporcionan escaso soporte

a los pulmones; es decir, la presión negativa intratorácica se mantiene

con dificultad. Por ello, cada respiración se acompaña de un colapso

funcional de las vías respiratorias. La ventilación del espacio muerto

es proporcionalmente similar a la de los adultos; pero el consumo de

oxígeno es dos o tres veces mayor. En lactantes pretérmino, el trabajo

respiratorio es alrededor de tres veces el de un adulto y puede aumen-

tar de forma significativa en condiciones de hipotermia (incremento

de la demanda metabólica de oxígeno) o de obstrucción parcial de

las vías respiratorias. Otro factor importante es la composición de los

músculos intercostales y del diafragma. Estos músculos no alcanzan

la configuración adulta de las fibras musculares de tipo I hasta que el

niño alcanza los 2 años de edad

( fig. 72-2 ) 3

. Dado que las fibras tipo

I proporcionan la capacidad para el ejercicio repetido, cualquier factor

que incremente el trabajo respiratorio contribuye a la fatiga precoz de

los músculos respiratorios de los lactantes. Estas diferencias explica-

rían en parte la elevada frecuencia respiratoria en los lactantes y la

rapidez con la que se produce la desaturación de la hemoglobina y su

propensión a la fatiga y la apnea.

Las diferencias anatómicas de las vías respiratorias infantiles

pueden producir más dificultades técnicas para su control que las

de adolescentes o adultos. Se diferencian en cinco aspecto

s 4

: 1) el

tamaño relativamente grande de la lengua de los niños respecto a

la orofaringe incrementa la posibilidad de obstrucción de las vías

respiratorias y de la aparición de dificultades técnicas durante la

laringoscopia; 2) la laringe se localiza en un punto más alto en el

cuello (más cefálica), por lo que es más útil el uso de palas rectas

que de curvas; 3) la epiglotis tiene una forma diferente, es corta y

gruesa, con forma de omega, y forma un ángulo sobre la glotis, por

lo que su control con la pala del laringoscopio es más difícil; 4) las

cuerdas vocales forman un ángulo, de manera que un tubo inser-

tado «a ciegas» puede alojarse fácilmente en la comisura anterior

en lugar de deslizarse hacia la tráquea, y 5) la laringe de los lactantes

tiene forma de embudo, con la porción más estrecha a la altura del

cartílago cricoides

( fig. 72-3

). Clásicamente se enseñaba que la

laringe de los adultos era cilíndrica y la de los niños tenía forma

de embudo. Sin embargo, datos recientes de autopsias han demos-

trado que en aproximadamente el 70% de los adultos la porción

más estrecha es también la región subglótica a nivel del cartílago

cricoides, pero la luz es tan grande que los tubos endotraqueales

que se usan normalmente casi siempre son fáciles de progresar a

través de la apertura glótic

a 5

. En lactantes y niños pequeños, un

tubo endotraqueal que fácilmente pasa las cuerdas vocales puede

quedar atrapado en la región subglótica debido a una estenosis,

proporcionalmente mayor que en el adulto, existente a nivel del

cartílago cricoides. Por esta razón, los tubos endotraqueales prefe-

ridos por lo general en pacientes menores de 6 años de edad son

los que carecen de manguito neumático. No obstante, el desarrollo

de mejores diseños de tubo endotraqueal y diferentes estudios

prospectivos se combinan para propiciar el uso más frecuente de

tubos endotraqueales con manguito neumático, incluso en niño

s 6 .

Es vital asegurar un espacio alrededor del manguito (inflado o no)

porque se puede producir la lesión de la mucosa traqueal. Los tubos

con Microcuff recientemente introducidos pueden mejorar la

seguridad de los tubos endotraqueales; el nuevo material es muy

suave, la forma del manguito es más uniforme (permitiendo una

distribución más uniforme de la presión lateral de sellado) y el

manguito está localizado mas distal por tanto más allá del cartílago

cricoides

( fig. 72-4 ) 7 .

Lamentablemente, hasta ahora su coste es

excesivo (tres o cuatro veces más caro que los tubos endotraqueales

estándar actuales) para utilizarlo de rutina. Lo más probable es que

tal y como están las cosas, los tubos endotraqueales más caros

estarán reservados para niños con una previsible intubación pro-

longada y los tubos de menor coste se utilizaran para intubación

intraoperatoria de corta duración.

Por lo general se describe a los lactantes como respiradores

nasales obligados, aunque alrededor del 8% de los neonatos pre-

maturos (31-32 semanas de amenorrea [SA]) y el 40% de los recién

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Anestesia pediátrica

V

Figura 72-2

 La composición del diafragma y los músculos intercostales

cambia de forma notable durante los dos primeros años de vida. El número de

fibras musculares de tipo I es inversamente proporcional a la edad y puede

explicar, en parte, la facilidad con que se induce la fatiga respiratoria cuando

aumenta el trabajo respiratorio.

(Datos de Keens TG, Bryan AC, Levison H

Ianuzzo CD: Developmental pattern of muscle fiber types in human ventilatory

muscles.

J Appl Physiol

44:909-913, 1978.)

Figura 72-3

 La parte más estrecha de la laringe del adulto y de la laringe

pediátrica se encuentra a nivel del cartílago cricoides. Tradicionalmente, se

pensaba que la laringe del adulto era cilíndrica, pero datos de autopsias

sugieren que el estrechamiento en el adulto

(A)

no es tan pronunciado como en

los lactantes

(B).

La porción más estrecha de la laringe del lactante se produce

a nivel del cartílago cricoides; la configuración laríngea de adulto normal no se

alcanza hasta la adolescencia. Esta diferencia anatómica es una de las razones

por las que se han preferido tradicionalmente los tubos endotraqueales sin

manguito en los niños menores de 6 años. A, anterior; P, posterior.

(De Cot CJ,

Lerman J, Todres ID [eds.]:

A Practice of Anesthesia for Infants and Children.

4.ª ed. Filadelfia, WB Saunders, 2008.)