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de este factor para el pronóstico postoperatorio es sustancialmente

menor durante el primer año de vida, quizá porque los corazones de

los donantes lactantes, que han sufrido recientemente una circulación

de transición, estánmejor preparados para afrontar la carga de presión

en el ventrículo derecho generada por el aumento de la RV

P 285

.

El plan anestésico para el trasplante cardíaco pediátrico debe

adaptarse a un amplio espectro fisiopatológico. Los receptores con

cardiopatías congénitas se benefician del análisis de las condiciones

de carga y de la optimización de la hemodinámica, como se comentó

antes. Aunque son pocos los pacientes que se someten a un tras-

plante cardíaco porque la evolución natural de la cirugía de recons-

trucción cardíaca se asocia a un riesgo elevado a pesar de una

función ventricular razonable, la mayoría de los candidatos presenta

ciertas manifestaciones de deterioro del rendimiento ventricular. En

consecuencia, deben ajustarse cuidadosamente las dosis de los anes-

tésicos con características depresoras del miocardio mínimas para

evitar el colapso cardiovascular. En esta población tan frágil, incluso

unas dosis modestas de opiáceos pueden asociarse a un deterioro

notable de la hemodinámica sistémica, presumiblemente por dismi-

nución de la liberación de catecolaminas endógenas. Al igual que

sucede en la mayoría de las cardiopatías congénitas, el control habi-

lidoso de las vías respiratorias y de la ventilación representa un

elemento crucial para conseguir una inducción satisfactoria, sobre

todo cuando la RVP está elevada. Independientemente de la elegan-

cia de la concepción y la aplicación del plan anestésico, un porcen-

taje determinado de estos niños se descompensará durante la

inducción y necesitará un tratamiento de reanimación.

Aunque el trasplante cardíaco ortotópico en los recién

nacidos y los lactantes pequeños resulta problemático desde el

punto de vista técnico, la sustitución de un corazón anatómica-

mente normal resulta menos compleja que la realización de varias

intervenciones reconstructivas en pacientes de esta edad. Sin

embargo, la necesidad de adaptar este procedimiento para incor-

porar la reparación de malformaciones cardiovasculares mayores

simultáneas exige una habilidad y una creatividad que siguen

siendo una característica exclusiva de unos pocos cirujanos ejem-

plares de cardiopatías congénitas

286,287 .

Los injertos cardíacos muestran una intolerancia notable a

las cargas hemodinámicas residuales superpuestas que se pueden

asociar a una reconstrucción vascular imperfecta, ya que han supe-

rado períodos de isquemia amplios. La reparación vascular extensa

y, de forma específica en niños mayores con hipoxemia prolongada,

la tendencia a la coagulopatía incrementa el riesgo de hemorragia

como causa importante de morbilidad e incluso de mortalidad en

los pacientes pediátricos que van a someterse a un trasplante car-

díaco. A pesar de todo, cuando se implantan con éxito, estos injertos

responderán a los factores fisiológicos que estimulan el crecimiento

y la adaptación en los lactantes y los niños en desarroll

o 288

.

Las consideraciones terapéuticas durante el destete de la CEC

y el período postoperatorio inmediato se centran en tres aspectos

fisiopatológicos fundamentales: conservación del miocardio, desner-

vación y RVP. Incluso los trasplantes realizados de forma expeditiva

fuerzan al corazón a soportar períodos de isquemia que superan los

encontrados durante la cirugía de reconstrucción. Aunque algunos

investigadores consideran que el corazón del lactante soporta mejor

la isquemia prolongad

a 285

, estos corazones mostrarán un período de

lesiones por reperfusión y virtualmente todos ellos necesitan soporte

farmacológico y, en algunos casos, mecánico. Además, las respuestas

adaptativas endógenas y los fármacos exógenos que actúan mediante

la activación simpática del miocardio resultan ineficaces en el injerto

desnervado. Como la mayoría de los niños que acude para trasplante

cardíaco muestran cierto grado de incremento de la RVP, incluso en

las miocardiopatías aisladas en fase terminal, el VD del corazón

recién implantado muestra una vulnerabilidad especial al fallo.

Por tanto, las intervenciones ventilatorias y farmacológicas

suelen configurarse para ejercer una influencia favorable sobre la

RVP y conseguir un soporte inotrópico y cronotrópico. Una vez que

los pulmones están expandidos por completo, nosotros ventilamos

hasta valores de Paco

2

de 30-35 usando una Fio

2

de 1. La inmensa

mayoría de los pacientes recibe dosis bajas de dopamina (3-5

m

g/kg/

min) e isoprenalina (0,02-0,05

m

g/kg/min) para promover la inotro-

pía y la cronotropía y disminuir la RVP. Si estas medidas no consi-

guensuficienteinotropíaenpresenciadeunadisfunciónpostisquémica

más significativa, deberán añadirse más fármacos (p. ej., milrinona,

epinefrina). La mayoría de los centros de trasplante dispone de un

régimen de inmunosupresión específico que debe instaurarse en el

período perioperatorio. Al igual que sucede en los adultos, los pro-

gramas de trasplante pediátrico emplean típicamente el régimen de

inmunosupresión con tres fármacos: un inhibidor de calcineurina

(p. ej., ciclosporina, tacrolimo), un antimetabolito (p. ej., azatioprina) y

un corticoide. Tras un intervalo libre de rechazo, algunos programas

pediátricos disminuyen la dosis e incluso suspenden por completo

uno o hasta dos de estos fármacos, sobre todo en los recién nacidos,

en los que parece desarrollarse cierta toleranci

a 289,290 .

Las estadísticas nacionales señalan que la evolución del tras-

plante cardíaco en los niños es ligeramente menos favorable que en

los adulto

s 282 .

Los principales factores de riesgo son la edad inferior

a un año y las cardiopatías congénitas. Como existe una estrecha

relación entre ambos factores (p. ej., la inmensa mayoría de los lac-

tantes menores de un año se somete a un trasplante por una cardio-

patíacongénita),resultadifícildeterminarlainfluenciaindependiente

de la edad. La reparación simultánea de las anomalías cardiovascu-

lares estructurales aumenta de forma notable el riesgo de hemorra-

gia perioperatoria, las condiciones de carga hemodinámica residual

y la insuficiencia cardíaca derecha secundaria a la elevación de la

RVP. Cuando se consideran estos dos factores en conjunto, los lac-

tantes menores de un año tienen una mortalidad quirúrgica del 24%,

más del doble que los niños mayore

s 282

. Superado el período post­

operatorio inmediato, la mortalidad será bastante similar para todos

los grupos de edad. A pesar de todo, las secuelas del rechazo y las

consecuencias de la inmunosupresión determinan una morbimor-

talidad alta. Dado que incluso los mejores receptores de trasplante

2402

Anestesia pediátrica



Figura 73-15

 Indicación del trasplante cardíaco en niños. En las dos últimas

décadas, las principales indicaciones del trasplante cardíaco pediátrico se

repartían casi por igual entre cardiopatías congénitas y miocardiopatías. En

estos últimos años, los receptores pediátricos por cardiopatías congénitas

han asumido una ligera pluralidad por el cambio en la demografía por edad.

Como se muestra, los niños más pequeños tienen más probabilidad de

someterse a un trasplante cardíaco por una malformación congénita.

(Datos

del Registry of the International Society for Heart and Lung

Transplantatio

n 282 .

)