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En pacientes con enfermedad renal o riesgo de padecerla

(especialmente aquellos con dos de las siguientes: diabetes, hiperten-

sión mal controlada, edad avanzada), debe solicitarse un ECG y la

determinación de electrólitos, calcio, glucosa, albúmina, BUN y crea-

tinina si los resultados influirán en el tratamiento. La HVI (por la

hipertensión), las ondas T picudas (hipopotasemia), las ondas T apla-

nadas y los intervalos PR y QT prolongados (hipopotasemia) llevan

a una evaluación adicional. En ciertos pacientes puede estar indicada

una radiografía de tórax (infección o sobrecarga de volumen), un

ecocardiograma (por soplos o insuficiencia cardíaca) y una prueba

de estrés (v. guías de la ACC/AHA). Muchos de estos pacientes se

beneficiarán de una evaluación cardiológica basada en estas pruebas,

como se ha expuesto antes. Deben evitarse las vías venosas o las

extracciones de sangre de las venas braquial, cefálica (antecubital) y

central en la extremidad superior no dominante en pacientes que

puedan necesitar fístulas para la diálisis en el futuro.

Hay que determinar la programación del tratamiento susti-

tutivo renal preoperatorio (diálisis), y lo ideal es programar la

intervención quirúrgica en las 24 horas siguientes a la diálisis. En

casos seleccionados, es mejor realizar la diálisis en las 24 horas

siguientes a la intervención quirúrgica, pero no inmediatamente

antes debido a la pérdida aguda de volumen y las alteraciones

electrolíticas. La diálisis se asocia a desequilibrios de los líquidos y

los electrólitos (sodio, potasio, magnesio, fosfato) y a los desplaza-

mientos de electrólitos entre los compartimentos intracelular y

extracelular. La diálisis debe realizarse para corregir la sobrecarga

de volumen, la hiperpotasemia y la acidosis. La coordinación entre

la diálisis y la intervención quirúrgica programada es un aspecto

importante de la asistencia preoperatoria.

Nefropatía inducida por contraste

La nefropatía inducida por contraste se define como un aumento de

un 25% de la creatinina por encima de su valor basal tras la admi-

nistración de un radiocontraste (v. cap. 69). Los pacientes con diabe-

tes y ERC tienen un mayor riesgo, aunque el radiocontraste causa

una reducción transitoria de la FG en la mayoría de los sujetos. La

insuficiencia renal que exige diálisis tras una nefropatía por contraste

se asocia a una supervivencia a los 2 años menor al 20% y un tercio

de los pacientes fallece durante la hospitalización inicial.

Trastornos hepáticos

Las enfermedades hepáticas pueden afectar a los hepatocitos, el

sistema biliar o ambos (v. caps. 7 y 56). Las enfermedades hepáticas

afectan a la síntesis de proteínas, incluidos los factores de coagula-

ción y la albúmina, el metabolismo de los fármacos y las toxinas y

la regulación de la bilis. Las enfermedades hepatocelulares, inclui-

das las hepatitis vírica, alcohólica y autoinmunitaria o el carcinoma

hepatocelular, afectan a los hepatocitos y a la función sintética del

hígado. Los trastornos obstructivos, incluidos la coledocolitiasis y

los tumores de la vía biliar (extrahepática), la cirrosis biliar prima-

ria (intrahepática) o la colangitis esclerosante primaria (extrahepá-

tica e intrahepática), causan un estasis biliar. La mayoría de las

enfermedades hepáticas inducidas por fármacos y algunas formas

de hepatitis vírica afectan a los hepatocitos y al sistema biliar.

Hepatitis

Hepatitis es un término usado para describir la inflamación de los

hepatocitos y puede deberse a fármacos, alcohol, virus (hepatitis A,

B, C, D y E) o enfermedades autoinmunitarias. Todos estos trastor-

nos tienen fases aguda y crónica que pueden progresar a la cirrosis,

que es una fibrosis irreversible del hígado. Los factores de riesgo de

la hepatitis son el consumo de alcohol, la actividad sexual (múltiples

parejas, trabajadores de la industria del sexo, relaciones sexuales con

trabajadores de la industria del sexo o varones que tienen relaciones

sexuales con varones), el consumo de drogas por vía intravenosa, las

transfusiones de sangre previas a 1992, el viaje a países subdesarro-

llados, la obesidad, los tatuajes y la perforación ornamental. La hepa-

titis A se debe al alimento o agua contaminados o al contacto con

una persona infectada y raramente progresa más allá de una enfer-

medad aguda. El antecedente lejano de hepatitis A no tiene relevan-

cia perioperatoria. La hepatitis B se transmite por la actividad sexual

o el contacto con sangre (raramente por transfusiones desde que se

impuso el cribado en 1986).Varía en gravedad, pero es mucho menos

frecuente desde el uso generalizado de la vacuna contra el virus. La

hepatitis C se debe sobre todo a la exposición a la sangre (la sangre

se criba desde 1992), sobre todo en consumidores de drogas por vía

intravenosa. Muchos pacientes no son conscientes de la infección,

porque la fase aguda es con frecuencia asintomática aunque puede

avanzar a la cirrosis. La hepatitis D ocurre sólo con la hepatitis B, y

la hepatitis E es rara en países desarrollados. La hepatitis alcohólica

ocurre generalmente tras al menos 10 años de consumo moderado

a intenso de alcohol (

>

3consumiciones/día en mujeres;

>

5/día en

varones) y puede progresar a la cirrosis. La hepatitis autoinmunitaria

afecta sobre todo a mujeres jóvenes y no tiene ninguna causa cono-

cida. Casi cualquier fármaco, así como las hierbas y los medicamen-

tos que no precisan recetas, puede causar hepatitis, incluidas las

estatinas, la isoniazida y el paracetamol.

Ictericia obstructiva

La obstrucción de la vía biliar extrahepática se debe a cálculos,

tumores (pancreáticos, de vesícula biliar, de vía biliar, de ampolla

de Vater) o cicatrices. Los pacientes pueden tener ictericia, prurito

y dolor abdominal. Los factores pronósticos de la mortalidad qui-

rúrgica son un hematocrito preoperatorio inferior al 30%, una

concentración de bilirrubina superior a 11mg/dl y las neoplasias

malignas, y la mortalidad puede ser de hasta el 60% si están los tres

presente

s 72 .

La insuficiencia renal aparece en el 8% de estos pacien-

tes tras la operación, lo que puede reducirse con la administración

de sales biliares o lactulos

a 73 .

Otras enfermedades hepáticas

La enfermedad de Wilson, la hemocromatosis y el déficit de

a

1

-an-

titripsina son menos frecuentes que la hepatitis, son hereditarias y

ocurren con frecuencia en miembros de la misma familia. La obesi-

dad puede dar lugar a una esteatohepatitis no alcohólica, también

conocida como «hígado graso», que da lugar a resultados anómalos

en las PFH y puede progresar a la fibrosis. La cirrosis biliar primaria

es un trastorno autoinmunitario que da lugar a una obstrucción

biliar intrahepática; ocurre con mayor frecuencia en mujeres de

mediana edad y se asocia a anticuerpos antimitocondriales. La colan-

gitis esclerosante primaria destruye las vías biliares, es más frecuente

en varones jóvenes, se asocia a la enfermedad inflamatoria intestinal

aunque puede ser idiopática y puede progresar a la cirrosis. Las

enfermedades agudas como la septicemia, la intervención quirúrgica

y la anestesia pueden causar una disfunción hepática. El síndrome

de Gilbert es un trastorno familiar benigno con ligera elevación de

la bilirrubina y sin trascendencia perioperatoria.

Antecedente lejano de «hepatitis»

Los pacientes pueden recordar «haber tenido hepatitis» muchos

años antes, pero sin saber más datos. Debemos realizar una anam-

nesis preoperatoria cuidadosa para determinar las circunstancias

que rodean a su comienzo (p. ej., transfusiones, viajes, exposición

a situaciones de riesgo) y si hay alguna secuela de la enfermedad

hepática crónica. Es importante aclarar si el episodio ocurrió

durante o poco después de la intervención quirúrgica. Aunque el

halotano raramente se usa hoy en adultos en Estados Unidos, aque-

llos que se expusieron previamente al halotano pueden tener riesgo

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Control de la anestesia

III