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aumenta todos los años. Estos pacientes presentan aspectos espe-

ciales en la valoración preoperatoria debido a que hay que tener en

cuenta la función del trasplante, la denervación del aloinjerto, la

inmunosupresión y aspectos fisiológicos y farmacológicos poste-

riores al trasplante (v. cap. 57). La interacción estrecha con el equipo

de trasplante es uno de los pasos más importantes en la asistencia

perioperatoria de estos pacientes y los médicos que realizan la

valoración preoperatoria deben asegurarse de que los profesionales

responsables del trasplante sean conscientes del procedimiento

próximo y de darles la oportunidad de hacer recomendaciones.

Durante la valoración preoperatoria hay que anotar el régimen

posológico de todos los fármacos y debe enseñarse al paciente a

continuar tomando todos estos medicamentos. Sin embargo, estos

fármacos pueden modificar la farmacología de muchos de los fárma-

cos administrados durante el período perioperatorio. La repercusión

sobre los fármacos administrados durante la anestesia se expone en

otro lugar y se ha resumido en la literatura médic

a 114,115

.

Hay algunas consideraciones preoperatorias generales en todos

los pacientes trasplantados, así como aspectos específicos de cada

órgano trasplantad

o 116

. En todos los pacientes trasplantados hay que

evaluar el grado de función del órgano trasplantado y la presencia del

rechazo. El tratamiento inmunosupresor provoca hiperglucemia y

supresión suprarrenal (esteroides); riesgo de infección, hipertensión

e insuficiencia renal (esteroides, ciclosporina, tacrolimus), y mielosu-

presión con anemia, trombocitopenia y leucopenia (azatioprina, siro-

limus). Debido a que estos pacientes tienen una inmunodepresión

crónica, hay que considerar el potencial de infección en cualquier

valoración preoperatoria. Aunque estos pacientes tienen un riesgo

mayor de complicaciones infecciosas, no hay pruebas que indiquen

que una mayor profilaxis antibiótica añada ningún beneficio y hay

que seguir las recomendaciones preoperatorias habituales. La necesi-

dad del complemento con una «dosis de estrés» en pacientes que

toman dosis bajas de corticoides es discutida, aunque dado el bajo

riesgo derivado de este tratamiento, se usa con frecuencia.

Es importante la evaluación cardíaca cuidadosa en todos los

pacientes trasplantados porque aumenta la incidencia de enferme-

dades cardiovasculares. Esto se debe a varios factores, como la

asociación del fracaso orgánico a varios factores de riesgo cardio-

vasculares, así como al papel de los regímenes farmacológicos, el

trasplante y los episodios de rechazo en la creación de nuevos y

peores factores de riesgo cardiovasculares. Los pacientes con tras-

plantes de corazón se someten periódicamente a una evaluación en

busca de EAC (pruebas de estrés o cateterismo) y para valorar la

función (ecocardiograma o adquisición con sincronización múlti-

ple [MUGA]).

La función renal debe evaluarse antes de la operación porque

la insuficiencia renal crónica cada vez es un problema más impor-

tante en receptores de otros órganos sólidos secundarios a regíme-

nes inmunosupresores. Aunque los efectos del trasplante y los

regímenes inmunosupresores sobre la coagulación intravascular

son controvertidos, la profilaxis de la TVP se considera en todos

los pacientes trasplantados.

Los receptores de trasplante renal presentan algunas consi-

deraciones específicas. A pesar de la presencia de una concentra-

ción normal de creatinina, el FGmedio está generalmente reducido.

Esto predispone a los pacientes a alteraciones de los electrólitos y

del metabolismo de los fármacos, como ya se ha revisado en los

artículos mencionados antes. El riesgo de enfermedad cardiovas-

cular en los receptores de trasplantes renales es aproximadamente

el doble del de la población general y es esencial una evaluación

cardíaca prequirúrgica. Hay que evitar los fármacos nefrotóxicos,

los AINE y los inhibidores de la COX-2 en los receptores de tras-

plantes renales.

Los pacientes con trasplantes hepáticos requieren una eva-

luación cuidadosa de la función pulmonar. El síndrome hepatopul-

monar, que consiste en cortocircuitos intrapulmonares causados

por la dilatación vascular intrapulmonar, puede provocar una

hipoxemia. Estos pacientes también pueden tener desequilibrios

entre la ventilación y la perfusión debido al derrame, la ascitis y la

disfunción diafragmática. Las alteraciones de la difusión pueden

deberse a una neumonitis intersticial y a una alteración de la vaso-

constricción pulmonar hipóxica. En algunos casos, los trasplantes

pulmonares previos al trasplante no se resuelven completamente

después del trasplante.

Los pacientes con un trasplante de pulmón pueden requerir

meses para alcanzar una capacidad pulmonar máxima. Debido a la

exposición al ambiente externo, el pulmón trasplantado es proclive

a la infección y el rechazo. Los pacientes con un trasplante de

pulmón tienen una frecuencia elevada de infección pulmonar y la

anastomosis de la vía respiratoria está en riesgo de lesión con la

intubación. Puede haber pérdida del reflejo tusígeno e hiperreacti-

vidad de la vía respiratoria. Estos pacientes también tienen un

mayor riesgo de edema pulmonar. Las pruebas de función pulmo-

nar preoperatorias pueden ser sumamente útiles.

La mayoría de los aspectos relacionados con los pacientes

con un trasplante de corazón nacen de la falta de inervación autó-

noma; los efectos farmacológicos específicos se describen con

detalle en los puntos referenciados. El ECG preoperatorio puede

mostrar dos ondas P, una de la aurícula del receptor, que no

conduce, y otra de la aurícula donada. El corazón trasplantado

carece de inervación y por ello la isquemia es silente y faltan los

reflejos autónomos (falta de respuesta cronotrópica al ejercicio, la

anemia o la hipovolemia). Las alteraciones de la conducción son

frecuentes. Son necesarios marcapasos permanentes en un número

significativo de pacientes y su función debe confirmarse durante la

valoración preoperatoria.

Valoración preoperatoria

de los pacientes con alergias

Hay que registrar con atención los antecedentes del paciente de

reacciones alérgicas y adversas a fármacos en el registro preoperato-

rio. Hay que distinguir las verdaderas reacciones anafilácticas de los

efectos adversos. La definición del paciente de alergia puede ser muy

diferente de la verdadera definición clínica y los pacientes pueden

pensar incorrectamente que dificultades perioperatorias previas se

deben a «alergias» a medicamentos anestésicos o analgésicos.

La incidencia de verdaderas reacciones anafilácticas y anafi-

lactoides durante la anestesia se sitúa en torno a 1 de 6.000; los

relajantes musculares producen el 69% de estas reacciones, seguidos

del látex (12%) y los antibióticos (8%

) 117

. Una anamnesis cuidadosa

permitirá evitar los fármacos precipitantes; en general no se reco-

mienda la premedicación con antihistamínicos ni esteroides.

Las reacciones anafilácticas a los anestésicos del tipo amida

son sumamente raras. La alergia a los conservantes como el ácido

para-aminobenzoico usado en los ésteres es más frecuente. Los

pacientes pueden percibir, especialmente con los procedimientos

dentales, efectos adversos provocados por la epinefrina en las solu-

ciones del anestésico local como alergia, y esto hay que distinguirlo

con atención. De forma análoga, la verdadera alergia a los opiáceos

es rara, y sus efectos adversos, como las náuseas y los vómitos,

pueden malinterpretarse como alergia. Pueden usarse pruebas

cutáneas para determinar la presencia de una verdadera alergia. La

alergia a los relajantes musculares es más frecuente; no hay infor-

mes de anafilaxia a los anestésicos volátiles.

La penicilina es la causa más frecuente de anafilaxia; sin

embargo, de todos los que refieren alergia, sólo alrededor del

10-20% tiene en realidad una verdadera alergia. Hay un pequeño

riesgo de reactividad cruzada con las cefalosporinas, pero la

Valoración preoperatoria

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Sección III

Control de la anestesia

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