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así, muchos de los mismos aspectos que se aplican a los pacientes

obesos afectan a los que tienen AOS. Hay que enseñar a los pacien-

tes a llevar al hospital sus dispositivos de presión positiva en la vía

respiratoria el día de la intervención quirúrgica. El tratamiento

postoperatorio del dolor y la monitorización son críticos.

Virus de la inmunodeficiencia humana y

síndrome de la inmunodeficiencia adquirida

La pandemia del VIH se ha extendido a todos los países del mundo.

La infección aguda por el virus causa una enfermedad similar a la

mononucleosis que progresa a la linfadenopatía crónica (que dura

3-5 años) y culmina en una inmunodeficiencia caracterizada por

infecciones oportunistas, neoplasias malignas como el sarcoma de

Kaposi y el linfoma no hodgkiniano y la muerte, habitualmente

secundaria a infecciones, emaciación o cáncer. Los factores de

riesgo de la infección por el VIH son el contacto sexual con un

sujeto infectado, la contaminación con sangre, los varones que

mantienen relaciones sexuales con varones, los profesionales del

sexo y los que tienen contactos con profesionales del sexo. La

mayoría de las infecciones transmitidas por la exposición a la

sangre se produce en consumidores de drogas por vía intravenosa

y la infección a través de transfusiones en Estados Unidos es rara

(1 por 1,5-2 millones de transfusiones sanguíneas). Las madres

pueden transmitir la enfermedad a sus hijos, habitualmente durante

la lactancia materna o el part

o 123 .

Una minoría de la población tiene

riesgo de infección por el VIH. Muchos pacientes infectados por el

VIH no son conscientes de su estado.

El VIH puede afectar a todos los órganos y causar múltiples

complicaciones. Son posibles la miocarditis, la miocardiopatía dila-

tada, las valvulopatías, la hipertensión pulmonar, los derrames peri-

cárdicos y el taponamiento. La lipodistrofia inducida por los

antirretrovíricos causa EAC. Son frecuentes las infecciones pulmo-

nares por

Pneumocystis jiroveci,Mycobacterium avium

o

tuberculosis,

citomegalovirus y

Cryptococcus

y a menudo resistentes a los fárma-

cos. Aparecen tumores del sistema nervioso central, infecciones,

meningitis aséptica y demencia relacionada con el síndrome de la

inmunodeficiencia adquirida (SIDA), así como linfomas, sarcoma de

Kaposi, cáncer cervical y neumonitis intersticial linfática. El sarcoma

de Kaposi supraglótico o intrabucal puede interferir con la ventila-

ción y la intubación; el linfoma no hodgkiniano puede producir

masas mediastínicas. La disfagia, la diarrea, la esofagitis y la disfun-

ción renal pueden llevar a la malnutrición, la deshidratación y los

trastornos electrolíticos (la hiponatremia y la hiperpotasemia son

dos de los principales trastornos electrolíticos). Puede haber necrosis

tubular aguda, glomerulonefritis, enfermedad renovascular y nefro-

patía asociada al VIH con síndrome nefrítico. Los inhibidores de la

transcriptasa inversa nucleosídicos (es decir, zidovudina, didanosina,

estavudina, lamivudina, abacavir, emtricitabina) pueden producir

acidosis láctica, alteraciones electrolíticas, neuropatía, disfunción

autónoma, trastornos digestivos, disfunción renal o hepática y pan-

creatitis. La zidovudina puede causar pancitopenia.

La valoración preoperatoria puede obtener el antecedente de

candidiasis oral, fiebre de origen desconocido, diarrea crónica, lin-

fadenopatía o herpes zoster en más de un dermatoma. En un sujeto

por lo demás sano y relativamente joven, esto debe hacernos sos-

pechar una infección por el VIH. El análisis inmunoadsorbente

ligado a enzima (ELISA) es la principal prueba de cribado y tiene

una sensibilidad mayor del 99% pero un número alto de falsos

resultados positivos. La técnica del

Western blot

se usa para confir-

mar los resultados del ELISA. Los pacientes con infección conocida

por el VIH requerirán con frecuencia una evaluación adicional,

incluidos un ECG, un hemograma con plaquetas, una determina-

ción de electrólitos, BUN y creatinina, PFH y una radiografía de

tórax, dependiendo del procedimiento quirúrgico. Si hay mala

nutrición y signos de síndrome nefrítico, la medida de las concen-

traciones de albúmina, proteínas totales y magnesio puede ser

beneficiosa. La determinación del número de linfocitos CD4

+

y la

carga vírica, que reflejan el estado inmunitario del paciente durante

los últimos 3 meses, puede tener valor pronóstico. Se ha publicado

una mortalidad del 13% en los 6 meses siguientes a una interven-

ción quirúrgica cuando la cifra de CD4

+

es menor de 50/mm

3

y

una mortalidad del 0,8% con cifras de CD4

+

mayores de 200/mm

3

109

.

El tratamiento antiretrovírico se continúa durante el período

perioperatorio.

Evaluación de los pacientes

con toxicomanías

Un paciente que consume o ha consumido alcohol o ha sido adicto

a las drogas presenta desafíos especiales para el equipo periopera-

torio. Aunque su prevalencia es significativa (14% y 7%, respecti-

vamente), disponemos de poca información procedente de ensayos

clínicos prospectivos que guíe el tratamiento perioperatori

o 124 .

La valoración preoperatoria nos da una oportunidad de

obtener una anamnesis detallada sobre la adicción y la recupera-

ción. La adicción se considera permanente, aunque los pacientes

hayan disfrutado de períodos largos de abstinencia. Si un paciente

está en recuperación, es esencial conocer las dosis y efectos de los

medicamentos usados para el mantenimiento de la recuperación.

Es vital la verificación de todas las dosis de medicamentos. En un

paciente en recuperación, la ansiedad puede potenciarse por la

preocupación en torno a la posibilidad de recaída en la adicción y

un tratamiento inadecuado del dolor debido a los antecedentes

adictivos. Hay que tranquilizar al paciente durante la entrevista

preoperatoria en el sentido de que la ansiedad y el dolor se tratarán

de la forma adecuada. Los médicos pueden tener prejuicios y

carecer del trasfondo educativo para formular los planes adecuados

para tratar el dolor. Los analgésicos pueden ser inadecuados y

limitarse por creer que pueden provocar una recaída. Puede ser útil

identificar a estos pacientes en riesgo durante la valoración preo-

peratoria e implicarse en el servicio del tratamiento del dolor

agudo para que colabore en el tratamiento.

Los pacientes que consumen en la actualidad cocaína y anfe-

taminas tienen un riesgo significativo durante la anestesia por la

inestabilidad hemodinámica intraoperatoria. Es adecuado realizar

una prueba de orina (especialmente el día de la intervención quirúr-

gica) para asegurarse de la falta de drogas en pacientes que se van a

someter a procedimientos. Los pacientes que tienen en la actualidad

una toxicomanía muestran diversas manifestaciones clínicas, depen-

diendo de la droga consumida. Jage y Heid aconsejan clasificar las

sustancias en tres categorías: depresores del sistema nervioso central

(p. ej., heroína, alcohol, sedantes, hipnóticos), estimulantes (p. ej.,

cocaína, anfetaminas) y otras sustancias psicotrópicas (p. ej.,

marihuana

) 125

. El período preoperatorio debe aprovecharse para pla-

nificar un tratamiento adecuado. Los adictos a la heroína pueden

necesitar su sustitución por metadona y los adictos al alcohol, los

sedantes o los hipnóticos pueden necesitar una estabilización con

benzodiazepinas. Es esencial exponer las técnicas regionales, la evi-

tación de una analgesia inadecuada y la optimización de la analgesia

con fármacos no opiáceos. La analgesia inadecuada podría activar la

adicción. Toda la información y los posibles planes de tratamiento

deben transmitirse claramente al equipo quirúrgico.

Muchos adictos consumen muchas sustancias y padecen con

frecuencia trastornos psiquiátricos asociados. Los adictos pueden

tener riesgo de sufrir muchas complicaciones perioperatorias, como

la abstinencia, la intoxicación aguda, la tolerancia alterada a los

anestésicos y los opiáceos, las infecciones y la lesión orgánic

a 126

. El

Valoración preoperatoria

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Sección III

Control de la anestesia

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