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Control de la anestesia

III

bación traqueal. La intubación fibróptica flexible con el paciente

despierto con una anestesia tópica eficaz prácticamente elimina la

respuesta hemodinámica a la intubación traqueal.

La monitorización de la presión arterial directa a lo largo de

toda la inducción de la anestesia sería deseable en los pacientes de

alto riesgo para que el anestesiólogo pueda responder ante una

información hemodinámica continua y precisa. El descenso mode-

rado de la presión arterial y de la frecuencia cardíaca antes de la

laringoscopia podría limitar la elevación de la presión arterial a

expensas de la depresión cardiorrespiratoria inicial. Deben evitarse

los intentos prolongados de laringoscopia. Las claves para mante-

ner una homeostasis razonable son una monitorización cardiovas-

cular minuciosa y la disposición a interrumpir la laringoscopia

directa mientras se profundiza la anestesia.

Sistema respiratorio

La protección de los pulmones ante el riesgo de una aspiración

pulmonar es una de las funciones elementales de las vías respirato-

rias superiores. Ya se ha comentado el laringoespasmo en otras

secciones. Debe tratarse de forma intensiva. El broncoespasmo

representaba el 2% de las demandas en el ASA Closed Claims Study,

y lamitad de los pacientes carecía de antecedentes de asm

a 64 .

Después

de la intubación traqueal suele producirse un aumento en la resis-

tencia de las vías respiratorias, que puede disminuirse con una

terapia broncodilatadora profiláctica. En los pacientes con asma, la

administración profiláctica de corticoides y broncodilatadore

s 91

dis-

minuye la broncoconstricción asociada a la intubación traqueal, al

igual que la lidocaína tópica en la intubación fibróptica flexibl

e 92 .

Confirmación de la intubación traqueal

La colocación errónea del tubo traqueal en el esófago o en el bronquio

principal derecho sigue siendo una de las causas mayores de morbi-

mortalidad anestésica evitabl

e 43 .

La confirmación inmediata de la

colocación correcta del tubo traqueal es una parte esencial e integral

de la intubación traqueal. Para ello deberían usarse varias pruebas,

ya que ninguna por separado es completamente fiabl

e 93 .

El control

de seguridad más importante es la sospecha clínica. La confirmación

visual del paso del tubo traqueal entre las cuerdas vocales es fiable,

aunque no siempre es posible, e incluso los anestesiólogos experi-

mentados llegan en ocasiones a conclusiones erróneas. El test del

detector esofágico (presión negativa) es simple y barato y puede

realizarse antes de la ventilación inicial. El aire puede aspirarse rápi-

damente desde la tráquea, pero el intento de aspiración desde el

esófago provoca que las paredes se peguen alrededor del tubo, por lo

que resulta imposible aspirar el aire. Se puede usar una jeringa de

aspiración o un bulbo autoinflable. Resulta especialmente valioso en

la parada cardíaca y en otras situaciones de intubación de urgencia,

pero sus resultados pueden conducir a interpretaciones erróneas,

sobre todo después de la insuflación gástrica y en presencia de enfer-

medad pulmonar, obesidad y embarazo. La aspiración de moco hacia

el interior del tubo traqueal puede obstruir las vías respiratorias.Debe

considerarse como un dispositivo que complementa otras técnicas,

sobre todo en los casos en los que no se dispone de capnografía.

Un sonido de borboteo con la primera insuflación sugiere

una intubación esofágica. La auscultación sobre el epigastrio y las

axilas suele ser fiable, pero hay muchas fuentes de erro

r 93

y debe

buscarse otro tipo de confirmación. La detección de CO

2

en el gas

espirado constituye la prueba estándar para verificar la colocación

correcta del tubo traqueal, por lo que debería buscarse la onda

característica después de varias respiraciones. Sin embargo, hay

numerosas causas posibles de resultados falsos positivos y negati-

vo

s 93 .

Las concentraciones de dióxido de carbono son bajas o nulas

a pesar de la intubación traqueal en las situaciones de bajo gasto

cardíaco, neumopatía grave y funcionamiento erróneo del capnó-

grafo o de otros equipos. La onda de CO

2

puede detectarse desde

el esófago después de la insuflación gástrica durante la ventilación

con mascarilla facial o tras la ingestión de bebidas carbonatadas,

pero estas concentraciones de CO

2

decaen rápidamente con las

respiraciones sucesivas. La posición glótica o faríngea de la punta

del tubo traqueal puede dar lugar a una capnografía normal y a

ruidos respiratorios aceptables, pero hace que el paciente se vea

expuesto al riesgo de extubación accidental y de una protección

inadecuada de las vías respiratorias. Los dispositivos colorimétri-

cos sensibles a las concentraciones bajas de CO

2

pueden interpre-

tarse erróneamente como una intubación traqueal cuando el tubo

está en el esófago. La identificación de los anillos traqueales y de la

carina a través de una laringoscopia fibróptica estándar o simplifi-

cada

94

introduciendo el escopio más allá del tubo traqueal es la que

proporciona la confirmación fiable de una posición correcta.

Una hipoxia precoz tras la intubación traqueal debería consi-

derarse una intubación esofágica hasta que no se demuestre lo con-

trario. En caso de que se sospeche una intubación esofágica debería

aplicarse la máxima tradicional

«sacar el tubo en caso de duda»,

pero

esta estrategia no está exenta de riesgos, ya que podría retirarse un

tubo colocado correctamente de un paciente hipóxico.

La intubación bronquial accidental puede producirse durante

o después de la intubación, especialmente si aumenta la flexión de

la cabeza una vez fijado el tubo, si se eleva el diafragma al aumentar

la presión intraabdominal o si se utiliza una posición con la cabeza

hacia abajo. Puede ocasionar una morbilidad seria. El signo más

importante es la hipoxia, combinada generalmente con un aumento

en la presión de las vías respiratorias. La intubación bronquial

viene sugerida por una expansión asimétrica del tórax. La ausencia

de ruidos respiratorios en un pulmón, generalmente el izquierdo,

sugiere firmemente una intubación bronquial, aunque este cuadro

puede deberse también a un neumotórax y a cualquier etiología de

atelectasia. El diagnóstico puede seguir siendo difícil en los pacien-

tes con neumopatías y podría ser necesario el uso de una LFF

estándar o simplificad

a 95

o incluso de una radiografía de tórax.

Una extubación traqueal imprevista es una causa importante

de morbimortalidad. El riesgo es elevado en los pacientes con

quemaduras faciales, en los que el tubo traqueal debe permanecer

mucho tiempo para permitir que ceda el edema facial. El tubo

traqueal se fija una vez confirmada su posición correcta para que

ni se salga ni avance hacia el bronquio principal derecho. Para ello

puede usarse esparadrapo o una venda anudada. Debería evitarse

la congestión venosa ocasionada por el esparadrapo alrededor del

cuello. Existen dispositivos patentados concretos para este fin y en

ocasiones se han empleado puntos de sutura.

Cuidados durante la cirugía

Una vez que las vías respiratorias están aseguradas, debe tratarse

cualquier complicación inmediata derivada de la intubación. La

función de la ATM debería comprobarse inmediatamente después

de cualquier procedimiento que implique una apertura máxima de

la boca para evitar que se pase por alto una luxación.

La monitorización intraoperatoria minuciosa de las vías res-

piratorias es un elemento esencial, ya que los problemas durante la

cirugía constituyen una causa notable de morbimortalida

d 43 .

La obs-

trucción intraoperatoria del tubo traqueal puede deberse a morde-

duras, acodamientos, compresión externa y secreciones o bien a la

presencia de otros materiales en el interior de la luz. El cuadro

clínico consistente en un aumento de presión en las vías respiratorias

e hipoxia puede deberse también a broncoespasmo, neumotórax,

manipulación quirúrgica,colapso pulmonar y elevación de la presión

intraabdominal. La resistencia al paso de una sonda gástrica o de un