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La pérdida simultánea de la señal del pulsioxímetro y la incapacidad

para medir la presión arterial suelen ser factores indicativos de un

gasto cardíaco bajo o nulo. Si el pulsioxímetro continúa funcionando

pero la PANI deja de registrarse, la probabilidad de hipovolemia o

sobredosis anestésica debe comprobarse de inmediato, pero tenemos

la seguridad de que sigue habiendo perfusión.

El pulsioxímetro con frecuencia registra falsas alarmas como

consecuencia de artefactos por movimiento, interferencias con la

luz y otros factores. Con la nueva generación de pulsioxímetros se

minimizan estos artefactos, pero dado que ahora estos pulsioxíme-

tros continúan funcionando en estados de baja perfusión y están

diseñados para leer a pesar del movimiento, ya no es posible utili-

zarlos como determinante rápido de la perfusión, y algunos dispo-

sitivos incluso pueden seguir indicando pulso durante algunos

segundos posteriormente a la pérdida del pulso (observación per-

sonal). Por tanto es fundamental entender los pros y los contras de

los dispositivos que se utilizan en nuestro hospital.

El capnógrafo es el patrón oro para confirmar el éxito de la

intubación endotraqueal, aunque también es útil para otras muchas

cuestiones. Los cambios en la forma o la magnitud de la onda de

CO

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pueden indicar broncoespasmo, intubación endobronquial,

un tubo endotraqueal acodado o baja perfusión pulmonar. Uno de

los principales defectos de la capnografía en niños pequeños es la

poca precisión en las lecturas obtenidas cuando se utilizan circui-

tos de no-reinhalación. El mejor método para evitar artefactos es

llevar a cabo la toma de muestras para los gases espirados en algún

punto del tubo endotraqueal o utilizar el circuito circular incluso

en niños pequeños, pero con bajos flujos de gases. En general, la

concentración de dióxido de carbono en el gas espirado está dentro

del intervalo de 2 a 3 mmHg del que se encuentra en la sangre

arterial. Sin embargo, las enfermedades pulmonares graves o las

atelectasias pueden producir una gran diferencia entre estos dos

valores. En este tipo de pacientes, el gradiente entre los niveles de

dióxido de carbono arterial y espirado puede utilizarse para estimar

la gravedad del cortocircuito. Cuando este cortocircuito existe, las

medidas del dióxido de carbono espirado sólo pueden emplearse

para monitorizar tendencias. Para terminar, los monitores más

importantes son los ojos, los oídos y las manos del anestesiólogo,

quien debe recopilar toda la información proporcionada por el

paciente y por los monitores aplicados a él e integrar la informa-

ción en una imagen precisa y una respuesta en consonancia.

En estudios prospectivos se ha demostrado que los niños

menores de 6 meses tienen una mayor incidencia de episodios

crítico

s 20,126-129 .

La incidencia de episodios críticos fue varias veces

superior en pacientes con un estado físico 3 y 4 de la clasificación

de la ASA que en los niños con estado físico ASA 1 y 2. Estos

resultados se pueden deber a un gran número de factores: la elevada

tasa metabólica de los niños pequeños, las dificultades técnicas del

cuidado de los niños, la dificultad de estimar la ventilación que se

está realizando con la gran variedad de circuitos disponibles y el

no estar familiarizado con el tratamiento de niños pequeños. El

estudio POCA, un sistema de registro voluntario, estima que la

incidencia de la parada cardíaca pediátrica es de 1,4±0,45 por cada

10.000 casos. De los 289 casos registrados, 83 se produjeron en

niños menores de 12 meses. Las intervenciones de urgencia y el

estado físico ASA 3 o mayor fueron factores predictivos de morta-

lidad. De las paradas cardíacas relacionadas con la anestesia, se

concluyó que 55 estaban relacionadas con la medicación. El halo-

tano, solo o combinado con otros fármacos, se asoció con 37 de

estos incidentes. Es interesante reseñar que dos casos se asociaron

con el uso de sevoflurano y que en el momento de la recogida de

datos, este fármaco no se utilizaba mucho en Estados Unidos. El

uso de altas concentraciones inspiradas de halotano (

3%) se ha

asociado con 14 paradas, y otros factores relacionados fueron la

ventilación controlada (

n

=18) y los accesos venosos difíciles

(

n

=4). Los episodios previos más frecuentes fueron bradicardia e

hipotensión (

n

=25). Tres de los niños padecían una miocardiopa-

tía no diagnosticada y uno tenía una cardiopatía congénita. Los

incidentes relacionados con la vía respiratoria suponen sólo el 20%

de los casos, y la mayoría de ellos están relacionados con la obs-

trucción de las vías respiratorias y el laringoespasmo. A partir de

estos datos se pueden aprender varias lecciones: 1) los niños

menores de 1 año son particularmente vulnerables a los incidentes

críticos durante el período perioperatorio, 2) la combinación de las

altas concentraciones inspiradas de un agente inhalatorio y la ven-

tilación controlada contribuyen al episodio crítico, 3) debe evitarse

el uso de altas concentraciones inspiradas de los fármacos inhala-

torios hasta que se establezca un acceso intravenoso, 4) el factor

que más contribuye a estas paradas no es el fármaco inhalatorio

sino la forma en que se administra, 5) se debe prestar una atención

especial a la monitorización frecuente de la presión arterial y la

frecuencia cardíaca durante la inducción, 6) al comparar con estu-

dios anteriores, la monitorización con pulsioximetría y capnografía

han podido reducir los incidentes relacionados con las vías respi-

ratorias que eran evitables y 7) los niños con cardiopatías congé-

nitas son particularmente vulnerables a los efectos depresores

miocárdicos de los fármacos inhalatorios potentes. Un estudio que

apoya estas conclusiones fue un ensayo farmacológico multicén-

trico controlado en el que se comparó la anestesia basada en remi-

fentanilo con la anestesia con halotano en pilorotomía

s 80,81

. En este

estudio se incluyeron 60 niños (38 recibieron remifentanilo y 22

halotano). No se registraron casos de bradicardia significativa, no

se observaron diferencias en las variables hemodinámicas ni

tampoco en los tiempos de extubación, en la estancia en la URPA

o en la aparición de incidentes críticos. Básicamente, no se hallaron

diferencias entre el halotano (un anestésico potente con un

comienzo de acción y un despertar lentos) y el remifentanilo (un

opioide muy potente con un comienzo de acción y un despertar

rápidos). Este estudio demuestra principalmente, que cuando el

anestesiólogo es cuidadoso y presta atención a los detalles, los

resultados desfavorables y los incidentes críticos graves pueden

evitarse. Es probable que la presencia de una vía intravenosa antes

de la inducción proporcione una medida adicional de seguridad.

Monitorización invasiva

Los catéteres arteriales y venosos centrales deberán utilizarse en los

pacientes pediátricos cuando dicha monitorización contribuya al

control de una anestesia más segura. El anestesiólogo no debe

cambiar la decisión de realizar dicha monitorización sólo porque el

paciente sea pequeño o porque le sea desagradable realizar esa

técnica en un paciente pediátrico. Existe una gran variedad de

equipos disponibles, la mayoría de ellos tienen agujas de paredes

finas y fiadores para los accesos venosos. Si esta monitorización está

indicada, el anestesiólogo, el cirujano, el cardiólogo o el neonatólogo

deberían realizar su canalización. Los catéteres centrales insertados

periféricamente representan un procedimiento menos invasivo que

puede ofrecer medidas precisas de la presión venosa central.

Los catéteres de varias luces son muy útiles en el tratamiento

de los niños en estado crítico. Estos sistemas facilitan la adminis-

tración intravenosa simultánea de todo tipo de fluidoterapia, vaso-

presores y antibióticos. Sin embargo, estos catéteres pueden llevar

a una falsa sensación de seguridad creada por la disponibilidad de

tres accesos intravenosos. Específicamente, si es necesaria la infu-

sión rápida de coloides o incluso de cristaloides, la larga y estrecha

luz limitará de forma considerable la velocidad de infusión y podría

dificultar una rápida y adecuada reposición de volumen Si se pre-

senta la necesidad de una expansión rápida de volumen, se debe

canalizar un catéter intravenoso grueso. La canalización breve de

la vena femoral o braquiocefálica es razonable y puede salvar la

vida del paciente.

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Anestesia pediátrica

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