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ratoria menor y una recuperación más corta de la primera actividad

electroencefalográfica. En los pacientes con transposición de los

grandes vasos, la intubación y la estancia en la unidad de cuidados

intensivos fueron más corta

s 118 .

Sin embargo, no se relacionó el uso

de la estrategia con

a

-stat o pH-stat de forma constante con una

mejora o una alteración del desarrollo neurológico a los 2 y 4 años

del seguimient

o 117 .

Inicio de la circulación extracorpórea

Las cánulas arterial y venosa, colocadas en el corazón antes de

comenzar la CEC, pueden provocar importantes problemas en el

período previo y posterior a la derivación. Una cánula venosa mal

colocada puede obstruir la vena cava. Los problemas derivados de

la obstrucción venosa se magnifican durante la CEC en los recién

nacidos porque las presiones arteriales suelen ser bajas (20-40 mmHg) y las cánulas grandes y relativamente rígidas pueden

distorsionar con facilidad estos vasos venosos tan plegable

s 109,110 .

Una cánula en la vena cava inferior puede obstruir el retorno

venoso del lecho esplácnico y provocar ascitis por el aumento de

la presión hidrostática o por la reducción directa de la presión de

perfusión en los lechos vasculares mesentéricos, renales y hepáti-

cos. Se puede observar una alteración significativa de las funciones

renal, hepática y digestiva, algo que ha de tenerse en cuenta en los

lactantes pequeños con ascitis de causa desconocida. Los proble-

mas de canulación parecidos pueden dar lugar a una obstrucción

de la vena cava superior. Este cuadro puede resultar más ominoso

durante la derivación, porque puede asociarse a tres problemas:

1) edema cerebral, 2) disminución del FSC regional o global, y

3) disminución del porcentaje del flujo de la bomba que alcanza la

circulación cerebral, lo que provoca un enfriamiento cerebral

ineficiente.

En el quirófano deberían monitorizarse las presiones de la

vena cava superior a través de un catéter colocado por la yugular

interna explorando la cabeza del paciente para descartar la apari-

ción de sufusión tras comenzar la CEC. Las discusiones con el

perfusionista sobre la idoneidad del retorno venoso y acerca de

gradientes de enfriamiento amplios entre la parte superior e infe-

rior del cuerpo debería alertar al anestesista y al cirujano sobre

posibles problemas con las cánulas venosas. Los pacientes con

anomalías de las venas sistémicas de gran calibre (vena cava supe-

rior izquierda persistente o continuación a través de la ácigos de

una vena cava inferior interrumpida) tienen un riesgo especial

de sufrir problemas durante la canulación y el drenaje venoso.

También pueden producirse problemas al colocar la cánula

aórtica. Ésta puede deslizarse más allá del origen de la arteria

innominada y esto produciría un flujo selectivo hacia la mitad

derecha de la circulación cerebral. Además, la posición de la punta

de la cánula podría inducir de forma preferencial un flujo por la

aorta o inducir un efecto Venturi con robo de flujo de la circulación

cerebral. Este problema se ha confirmado durante la monitoriza-

ción del FSC por la aparición de discrepancias amplias del flujo

entre los hemisferios derecho e izquierdo tras iniciar la CEC. La

presencia de colaterales aortopulmonares grandes, como un CAP

de gran calibre, también puede derivar sangre desde la circulación

sistémica a la pulmonar, lo que reduciría el FSC y la eficiencia del

enfriamiento cerebral durante la CEC. El cirujano debería contro-

lar el conducto antes o inmediatamente después de iniciar la CEC

para eliminar este problema y, si es posible, debería embolizar las

colaterales aortopulmonares grandes en el laboratorio de catete-

rismo cardíaco antes de la cirugía. Los recién nacidos con altera-

ciones significativas del cayado aórtico (p. ej., atresia aórtica, cayado

aórtico interrumpido) pueden necesitar modificaciones radicales

en las técnicas de canulación, como colocar la cánula arterial en la

arteria pulmonar principal y ocluir de forma temporal las ramas

de la arteria pulmonar para perfundir el cuerpo a través del CAP,

o incluso una canulación arterial doble de la aorta ascendente y la

arteria pulmonar principal. Estas adaptaciones exigen una vigilan-

cia cuidadosa para garantizar una perfusión y un enfriamiento

eficaces y completos de los órganos vitales.

La CEC se inicia una vez colocadas las cánulas aórtica y

venosa y conectadas con las ramas arterial y venosa del circuito

extracorpóreo. La bomba arterial se inicia lentamente y, una vez

asegurado el flujo anterógrado, se drena la sangre venosa hacia el

oxigenador. A continuación se aumenta de forma gradual el ritmo

de flujo de la bomba hasta conseguir un soporte circulatorio com-

pleto. Las velocidades de flujo de la bomba deberían reducirse si

disminuye el retorno venoso, la presión de la vía arterial está

elevada o la presión arterial media resulta excesiva. La presión alta

en la vía y un retorno venoso inadecuado se suelen deber a una

mala posición o un acodamiento de las cánulas arteriales y venosas,

respectivamente. La velocidad de drenaje de la sangre venosa desde

el paciente viene determinada por la diferencia de altura entre el

paciente y la entrada del oxigenador y por el diámetro de la cánula

venosa y el sistema de tubos. Es posible mejorar el drenaje venoso

usando un sistema de vacío en determinadas circunstancias.

En los neonatos y los lactantes se suele emplear hipotermia

profunda. Por este motivo, el cebador de la bomba se mantiene frío

(18-22 °C). Cuando el líquido de perfusión frío contacta con el

miocardio durante el inicio de la CEC, la frecuencia cardíaca se

enlentece de forma inmediata y se altera la contracción. La contri-

bución del flujo de sangre total bombeado por el corazón del lac-

tante disminuye con rapidez. Por tanto, para mantener una

perfusión sistémica adecuada a temperaturas normotérmicas o

próximas a la normotermia, la bomba arterial debe alcanzar flujos

completos con rapidez.

La CEC se inicia en los neonatos y los lactantes empezando

con el flujo de la bomba arterial. Una vez asegurado el flujo aórtico,

se libera la pinza de la vía venosa y se saca mediante un efecto de

sifón la sangre de la aurícula derecha hacia la entrada del oxigena-

dor. El flujo previo a la liberación de la vía venosa impide el posible

riesgo de que el paciente se desangre en caso de disección aórtica

o de una colocación incorrecta de la cánula aórtica. Los recién

nacidos y los lactantes tienen un cociente entre volemia y volumen

de cebado bajo y el volumen intravascular disminuye de forma

precipitada si se produce el drenaje venoso antes del flujo de

entrada aórtico. Una vez comprobada la posición de la cánula

aórtica, se podrá incrementar con rapidez la velocidad de flujo de

la bomba para mantener una perfusión sistémica eficaz. Dado que

las coronariopatías no suelen ser un problema, el miocardio se

debería enfriar de forma uniforme, a menos que la distorsión

secundaria a las cánulas afecte a las coronarias. Cuando se emplea

un cebador frío, se debe tener cuidado al emplear la bomba para

infundir volumen antes de comenzar la CEC. La infusión de un

líquido de perfusión frío puede causar bradicardia y alteraciones

de la contractilidad cardíaca antes de que el cirujano esté listo para

comenzar la CEC.

Tras el comienzo de la CEC, la atención debe centrarse en el

mantenimiento de unas conexiones adecuadas del circuito, a la per-

fusión del miocardio y a una descompresión cardíaca óptima. Un

drenaje venoso ineficaz puede ocasionar una distensión ventricular

rápida, sobre todo en los lactantes y los recién nacidos que muestran

una distensibilidad ventricular baja y en los que el corazón no tolera

un aumento excesivo de la precarga. Si se produce la distensión

ventricular, será preciso reducir el volumen de la bomba y recolocar

la cánula venosa. Otra alternativa será descomprimir el corazón con

un catéter aspirador de cardiotomía o una pequeña válvula en la

cámara apropiada.

Anestesia para la cirugía cardíaca pediátrica

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Sección V

Anestesia pediátrica

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