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local, evitando la anestesia general en algunos pacientes. La irra-

diación del tumor antes de obtener una muestra de tejido puede

reducir el tamaño tumoral y ayudar a que la biopsia sea más segura

y sencilla bajo anestesia.

Una tráquea intratorácica obstruida supone un riesgo anesté-

sico importante para el paciente; a menudo es imposible mantener

una vía respiratoria permeable con el paciente en decúbito supino,

profundamente anestesiado o recibiendo relajantes musculare

s 236,237

.

El cuidado de estos enfermos requiere sin duda estrategias indivi-

dualizadas y creativas. Las pruebas de función pulmonar con volú-

menes bajos ayudan a identificar a los pacientes con mayor riesgo y

guían la respuesta al tratamiento antes de la anestesia. Sin embargo,

el paciente debe colaborar lo suficiente para efectuar la prueba, lo

que a menudo es difícil debido a la dificultad respiratoria. La induc-

ción de la anestesia y la intubación traqueal suelen realizarse con el

paciente sentado y respirando espontáneamente. Si el compromiso

de la vía respiratoria es grave, se debe proceder a la irradiación

tumoral y la administración de esteroides antes de realizar el diag-

nóstico tisular. A veces, es posible obtener biopsias de adenopatías o

masas periféricas bajo anestesia local o, si la masa tumoral es muy

grande, parte del tumor puede quedar fuera del campo de radiación.

En resumen, aunque el diagnóstico es la clave en el tratamiento de

las enfermedades neoplásicas, el riesgo asociado con la biopsia puede

sobrepasar con mucho a los beneficios del diagnóstico tisular.

Fiebre y neutropenia

Los diagnósticos de ingreso más frecuentes en los niños con neo-

plasias son la fiebre y la neutropenia. La neutropenia aumenta el

riesgo frente a infecciones potencialmente mortales.

Enfermedades infecciosas:

infecciones potencialmente

mortales en lactantes y niños

Infecciones en el recién nacido

Los neonatos tienen una mayor susceptibilidad a las infecciones

como resultado de una serie de deficiencias del desarrollo inmu-

nológico. La depresión de la inmunidad mediada por células hace

que el feto y el lactante sean más susceptibles a las infecciones

virales y fúngicas. Además, los lactantes tienen una función de las

células B deprimida, con producción disminuida de inmunoglobu-

linas. La transferencia activa transplacentaria de inmunoglobuli­

na G (IgG) materna constituye un mecanismo protector compensa­

dor. A los 2 o 3 meses de edad, el nivel de anticuerpos maternos

alcanza su punto más bajo, antes de que el lactante asuma de forma

adecuada la producción de anticuerpo

s 238 .

Durante este período en

el que el nivel de anticuerpos circulantes es relativamente bajo el

riesgo de sufrir infecciones es mayor.

Las infecciones perinatales pueden dividirse en las adquiri-

das de forma congénita y las adquiridas en el período posnatal. Las

infecciones congénitas son el resultado de la exposición prenatal a

patógenos virales, protozoarios o, raras veces, bacterianos. Son fre-

cuentes las infecciones del grupo TORCH:

Toxoplasma gondii

(T);

«otras» (O), como el virus de la inmunodeficiencia humana (VIH),

la sífilis y la tuberculosis; rubéola (R); citomegalovirus (C), y virus

del herpes simple de tipo 2 (H). Sólo en escasas ocasiones estas

infecciones dan lugar a un cuadro de sepsis galopante, pero a veces

pueden confundirse con infecciones bacterianas, cuando los signos

iniciales son depresión profunda del SNC, colapso circulatorio o

trombocitopenia. Cuando una infección TORCH se produce en el

primer trimestre, puede dar lugar a la pérdida del feto o a malfor-

maciones de los principales órgano

s 239 .

La incidencia de las infecciones agudas en los neonatos es

mayor en los lactantes prematuros. Sin embargo, con independencia

de la edad gestacional, los signos y síntomas de infección son amenudo

sutiles. Por ello, se debe tener una actitud de gran alerta y umbral bajo

en el diagnóstico y tratamiento de las infeccione

s 240 .

El

cuadro 74-6

enumera los signos y síntomas frecuentes de la sepsis neonatal.

Los patógenos adquiridos más frecuentes son los microorganis-

mos que colonizan el tracto genital de la madre: estreptococos del

grupo B,

E. coli, Listeria monocytogenes

y virus del herpes. La infección

herpética es especialmente fulminante en los neonatos, por lo que la

presencia de lesiones activas en el canal del parto es una indicación

para el parto por cesárea, aunque aun así puede que no se evite la

infección herpética en todos los casos. El patógeno bacteriano más

frecuente en la sepsis en los neonatos es el estreptococo del grupo B.

Las infecciones por estreptococos del grupo B se manifiestan en forma

de inestabilidad cardiorrespiratoria grave y meningitis en el 30% de los

casos. A las 2 o 3 semanas de edad este patógeno se asocia a una mayor

incidencia de meningitis y a una menor de enfermedad pulmonar.

Siempre que se sospeche la presencia de sepsis, hay que

obtener cultivos de sangre, orina y LCR. A menudo se deben llevar

a cabo investigaciones completas repetidas de la sepsis, ya que para

el médico resulta difícil localizar una infección en un lactante.

Después de obtener los cultivos apropiados, se suele comenzar a

administrar un tratamiento con ampicilina y un aminoglucósido

como la gentamicina, hasta disponer de información bacteriológica

específica. Sólo alrededor del 50% de los neonatos en los que se

sospecha una sepsis poseen cultivos positivos.

Niños mayores: sepsis y shock séptico

Entre las enfermedades infecciosas que precisan cuidados intensivos

se incluyen la sepsis con disfunción de órganos y el shock séptico.

En niños previamente sanos, la sepsis se suele acompañar de una

zona local primaria evidente, que es la fuente de la infección. Aunque

los niños mayores pueden localizar en general una infección del

mismo modo que los adultos, los más pequeños no son capaces de

hacerlo bien. Las infecciones del SNC pueden ser difíciles de diag-

nosticar en niños menores de 2 años, ya que éstos son incapaces de

aportar una adecuada historia de cefalea y también porque el

meningismo y otros signos de irritación no son hallazgos fiables.

Las manifestaciones clínicas más frecuentes de la sepsis en

el período neonatal son la fiebre o la hipotermia, la taquipnea y la

taquicardia, la mala perfusión cutánea, la alteración de las funcio-

nes neurológicas (agitación e irritabilidad seguidas de apnea o

coma), las petequias, la púrpura y otros exantemas, la CID y alte-

raciones metabólicas como la acidosis metabólica, la hipoglucemia

y la hipocalcemia. La sepsis puede producir también shock séptico.

En este último, las endotoxinas, las exotoxinas u otras sustancias

vasoactivas de liberación endógena producen una lesión endotelial

que da lugar a un cuadro de aumento de la permeabilidad vascular,

SDRA, incremento de la utilización de sustratos metabólicos,

depresión de la función miocárdica y una profunda CI

D 241 .

Cuidados intensivos pediátricos y neonatales

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74

Sección V

Anestesia pediátrica

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Cuadro 74-6

 Signos y síntomas frecuentes en la sepsis neonatal

Inestabilidad de la temperatura (hipotermia e hipertermia)

Letargo y mala alimentación

Dificultad respiratoria y apnea

Hipoglucemia y acidosis metabólica

Mala perfusión cutánea, hipotensión

Exantemas o petequias

Convulsiones