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Fleisher y cols. analizaron datos de operaciones realizadas en

CMA hospitalarios y libres en Nueva York durante 1997, que obtu-

vieron de la Agency for Healthcare Research and Quality Health-

care Cost & Utilization Projec

t 69

. De los 783.558 pacientes

adecuados para su inclusión en este estudio, 4.351 fueron dados de

alta directamente para una hospitalización corta (1 de 180) y 19

fallecieron (1 de 41.240).

Chukmaitov y cols. compararon los resultados de la calidad

entre CMA y departamentos ambulatorios con base hospitalaria en

el estado de Florida entre los años 1997 y 200

4 70

. Usaron la morta-

lidad a los 7 y 30 días y la hospitalización inesperada como resul-

tados de interés en 12 intervenciones quirúrgicas. La importancia

de la localización de la asistencia varió según la intervención qui-

rúrgica y el número de trastornos comórbidos incluidos en el aná-

lisis. Propusieron que la diferencia en los resultados entre las dos

localizaciones puede relacionarse con variaciones en la estructura

organizativa, los procesos y las estrategias. Sin embargo, el estudio

tiene un fallo debido al extremado sesgo de selección y las diferen-

cias enormes en los datos disponibles entre los CMA y el departa-

mento ambulatorio con base hospitalaria. Las diferencias en los

grupos de datos se evaluaron con un conjunto limitado de datos y

con todos los datos disponibles (que difirió entre los marcos). No

es sorprendente que los resultados entre los marcos cambiaran con

los dos tipos de datos.

El interés en realizar la intervención quirúrgica y proporcio-

nar anestesia en las consultas está aumentando. No disponemos de

datos de buena calidad que determinen la seguridad de tal práctica,

aunque se han producido varios casos en que han fallecido pacien-

tes durante intervenciones de cirugía plástica y procedimientos

dentales. La anestesia y la sedación las proporcionan con frecuencia

sujetos diferentes a anestesiólogos o profesionales de enfermería

especializados en estos marcos, con informes de profesionales de

enfermería o incluso administrativos ayudando a administrar los

anestésicos.

Se ha intentado cuantificar la incidencia de complicaciones

en las consultas. La American Association for Ambulatory Plastic

Surgery Facilities envió por correo una encuesta a sus miembros

para determinar la incidencia de complicaciones en sus consultas

71 .

La frecuencia global de respuesta fue del 57%. Las observaciones

mostraron que el 0,47% de los pacientes sufrió al menos una com-

plicación, como la hemorragia, la hipertensión, la infección y la

hipotensión, y 1 de cada 57.000 pacientes murió. Suponiendo que

se trataba de intervenciones quirúrgicas menores realizadas sólo

sobre sujetos sanos, una mortalidad que es tres veces la estimación

actual de complicaciones relacionadas con la anestesia es un motivo

de preocupación. Debemos poner en marcha más estudios y meca-

nismos de garantía de calidad antes de generalizar esta práctica.

Uno de los problemas inherentes al marco de las consultas es la

incapacidad de realizar revisiones de la garantía de calidad. Por

ejemplo, pocos cirujanos o anestesiólogos permitirían ver a sus

«competidores» sus frecuencias de complicaciones a no ser que

estuvieran obligados a someterse a tal revisión.

Vila y cols. revisaron todos los informes de incidentes adver-

sos del Florida Board of Medicine en procedimientos desde el 1 de

abril de 2000 al 1 de abril de 200

2 72 .

Se usaron las cifras de inter-

venciones realizadas en consultas durante un período de 4 meses

para estimar el número total de intervenciones. Se produjeron inci-

dentes adversos con una frecuencia de 66 y 5,3 por 100.000 inter-

venciones en consultas y CMA, respectivamente. La mortalidad

por 100.000 intervenciones realizadas fue de 9,2 en consultas y 0,78

en CMA. El riesgo relativo de lesión y muerte en intervenciones

realizadas en consultas respecto a CMA fue de 12,4 (IC 95%, 9,5 a

16,2) y de 11,8 (IC 95%, 5,8 a 24,1), respectivamente. Los autores

concluyeron que si las intervenciones realizadas en consultas se

hubieran realizado en CMA, se hubieran evitado unas 43 lesiones

y unas 6 muertes al año. Por el contrario, Coldiron y cols. estudia-

ron intervenciones quirúrgicas realizadas en consultas en Florida

y mostraron que el principal peligro para los pacientes no residía

en las intervenciones quirúrgicas realizadas en la consulta, sino en

las intervenciones estéticas que se realizaban en las consultas, en

particular cuando se realizaban con anestesia genera

l 73

. Otros

grupos han analizado los datos de Florida y han sido incapaces de

demostrar el mayor riesgo en las consulta

s 74,75

.

Los problemas a la hora de evaluar el riesgo asociado a la

cirugía ambulatoria son la falta de una base de datos extensa con-

seguida a partir de un grupo diverso de centros y la falta de están-

dares uniformes de índices de calidad. Aunque la Joint Comisión

acredita a los CMA, como hacen otras dos organizaciones, la acre-

ditación todavía no es general y sigue siendo opcional. Aunque los

CMA han liderado la forma en que se sigue a los pacientes en su

casa, tales seguimientos no son siempre completos. En 1998 sólo

tres estados habían establecido normativas para las consultas, y

éstas variaban ampliamente. Las implicaciones de la falta de nor-

mativa no están claras, pero aspectos como los planes de urgencia

y el equipo de reanimación pueden dejarse a la discreción del

personal local, lo que puede situar al paciente en riesgo.

La decisión de realizar una intervención en un marco ambu-

latorio se basa en la preferencia del cirujano y las normas de la

compañía aseguradora. En ocasiones, una serie de casos de un

cirujano o una revisión de una compañía aseguradora demuestra

que sujetos por lo demás sanos pueden someterse a una interven-

ción de forma segura en el marco ambulatorio. La necesidad de

recibir atención médica posterior o el uso de recursos en casa no

se tiene necesariamente en cuenta. Esto puede llevar a que la com-

pañía de seguros obligue a realizar la intervención en todos los

pacientes en el marco ambulatorio. La generalización realizada a

partir de sujetos sanos a pacientes con otras enfermedades puede

no estar justificada sin datos que demuestren su seguridad. Como

defensor del paciente, el anestesiólogo debe continuar evaluando

la seguridad de tales prácticas y determinar cuándo los riesgos de

la cirugía ambulatoria superan cualquier posible beneficio.También

es importante determinar si las compañías aseguradoras están

transfiriendo en realidad el riesgo de la cirugía del sistema médico

al paciente.

Uso de sistemas de información

anestésicos

El uso de bases de datos informáticas ha potenciado la capacidad

de los investigadores de identificar complicaciones perioperatorias.

En uno de los primeros análisis informáticos de muertes tras la

anestesia, Marx y cols

. 21

identificaron 645 sujetos fallecidos en los

7 días siguientes a la intervención en una cohorte total de 31.145 pa­

cientes quirúrgicos consecutivos. De forma más reciente, se han

instalado sistemas de información anestésicos en muchos quirófa-

nos. La ventaja de estos sistemas es la capacidad de interrogar a

grupos muy grandes de datos; sin embargo, su limitación es que

muchos de estos sistemas no se conectan con los datos de fuera del

quirófano ni la URPA. Por tanto, el riesgo relacionado con la anes-

tesia de la mayoría de estos estudios se limita a acontecimientos

intraoperatorios. En la actualidad hay varias iniciativas para inten-

tar ligar estos datos, incluidos enlaces con múltiples instituciones,

con datos postoperatorios validados del NSQIP o de la base de

datos de la Society of Thoracic Surgeons.

Uno de los primeros de tales análisis lo realizaron Sanborn

y cols

. 76

, que usaron un registro anestésico informatizado para

identificar incidentes intraoperatorios con una sensibilidad y

especificidad altas. Fueron capaces de demostrar que las muertes

Riesgo de la anestesia

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Sección III

Control de la anestesia

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