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dedor del orificio, en vez de a la extensión más suave de la dura-

madre en el lugar de la punción, a la que a menudo se ha aludido.

No se ha demostrado que un período de reposo arbitrario en

decúbito después de la anestesia raquídea reduzca la incidencia de

cefalea pospunción dura

l 127 ,

y algunos datos señalan que la deam-

bulación precoz puede disminuir en realidad la incidencia de este

tipo de cefale

a 128,129 .

Posiblemente importe más saber cómo y cuándo instaurar

el tratamiento definitivo para dicha complicación, es decir, el

parche hemático epidural, que el hecho de conocer todas las varia-

bles que incrementan la incidencia de cefalea pospunción dura

l 130 .

Para que la anestesia raquídea resulte eficaz es preciso instaurar de

modo precoz el parche hemático epidural cuando esté indicado.

Este tratamiento lo describió Gormle

y 131 ,

aunque su seguridad y

eficacia (más de un 90% de eficacia de alivio de la cefalea por cada

parche hemático) están bien documentadas, y la práctica contem-

poránea ha comprobado que el parche hemático epidural sigue

teniendo índices de mejoría superiores al 90

% 132 .

Una cuestión que se ha debatido desde su introducción se

refiere al volumen de sangre más eficiente para equilibrar los bene-

ficios y los riesgos del parche hemático. Szeinfeld y cols

. 133

han

probado mediante eritrocitos marcados con radioisótopos inyecta-

dos por vía epidural que se necesitan aproximadamente 15ml de

sangre para que el parche sea eficaz y permita una distribución

sobre una distancia promedio de nueve segmentos raquídeos, al

tiempo que proporcionan cierta latitud para la colocación del

parche. Asimismo, demostraron que la sangre se distribuía a lo

largo de más segmentos en dirección cefálica que en dirección

caudal. Como resultado de ello, recomendaban insertar la aguja en

una posición más caudal, si no fuese posible insertarla a la misma

altura que la punción dural previa. Sus datos sobre la distribución

del parche hemático epidural, sobre todo cefálica, se han validado

mediante R

M 134 .

Los datos de Brown y Elma

n 135

demuestran que alrededor

del 25% de todos los pacientes quirúrgicos sometidos a anestesia,

con independencia de la técnica empleada, experimenta dolor de

espalda. Este dolor después de un bloqueo neuroaxial no debe

atribuirse inmediatamente a la «punción» de la espalda ni al uso

de lidocaína al 5%.

Cuando se realiza de la forma correcta se ha comprobado

que la anestesia raquídea es muy segura. Caplan y cols

. 114

identifi-

caron 14 casos de parada cardíaca súbita en pacientes sanos que

recibieron una anestesia raquídea. Como parece que estos casos se

produjeron de modo brusco en una situación de estabilidad hemo-

dinámica, llegaron a la conclusión de que existe la posibilidad de

parada cardíaca súbita en pacientes sanos de causa desconocida.

Puede debatirse si estos casos se produjeron por fallos de vigilancia

o de tratamiento o bien tratar de encontrar explicaciones fisioló-

gicas misteriosa

s 136 .

Está claro que no se precisan una hipoxemia

y una sedación excesivas para que se produzcan bradicardia

intensa y asistolia durante una anestesia raquídea efectuada

correctament

e 55,137

. Del mismo modo, está claro que la aparición

de una bradicardia intensa tras una anestesia raquídea no es un

fenómeno nuevo, ya que se lleva observando durante muchos

año

s 138,139 .

En cualquier caso, hay que recalcar que los cambios

cardiovasculares pueden aparecer de forma súbita después de una

anestesia raquídea, y, como destacaron Auroy y cols

. 119

, estos

hechos siguen ocurriendo.

Apuntes clínicos

No suelen mencionarse los detalles más pequeños que se necesitan

para realizar una anestesia raquídea eficaz, pues parece que son

menos relevantes que los aspectos más amplios, como la incidencia

de complicaciones neurológicas posteriores a dicha técnica. No

obstante, estos pequeños detalles marcan la diferencia entre el éxito

o el fracaso del procedimiento.

La integración satisfactoria de los bloqueos neuroaxiales en

la práctica anestésica exige que los anestesiólogos estén dispuestos

a complementar sus bloqueos con depresores del SN

C 113 .

Se ha

desarrollado la idea de que la anestesia regional no debería nece-

sitar complementos y que, en caso de necesitarlos, tendría que

considerarse un fracaso del bloqueo. Este razonamiento ha de

replantearse. Así, por ejemplo, no se considera un fracaso que un

anestesiólogo elija una concentración arbitraria de un anestésico

inhalatorio antes de una anestesia general y descubrir que debe

modificar la concentración durante la intervención. Del mismo

modo, los complementos de la anestesia raquídea o epidural con-

tribuyen a su utilización integral, y no deben ser marcadores de

fracaso de la técnica. Una vez aceptado este concepto, los bloqueos

neuroaxiales pueden adaptarse a muchas más situaciones, permi-

tiendo ampliar la experiencia y la confianza del anestesiólogo con

dichas técnicas.

Para prevenir la prolongación de la estancia del paciente

en la sala de recuperación postanestésica y, por tanto, para intro-

ducir innecesariamente la ineficiencia institucional, los enfermos

ingresados sólo deben ser dados de alta de la Unidad de Reani-

mación Postanestésica (URPA) cuando se pueda demostrar que

el bloqueo está retrocediendo del modo correcto (una regresión

de al menos cuatro dermatomas o un bloqueo de una altura

inferior a T10), que presentan una situación de estabilidad hemo-

dinámica y que se sienten cómodos. Después de la anestesia

raquídea, los pacientes ambulatorios deberían ser capaces de

deambular sin cambios ortostáticos y orinar antes de ser dados

de alta si están englobados dentro del grupo de alto riesgo para

retención urinari

a 62

(v. cap. 68).

Durante una anestesia raquídea alta, los enfermos pueden

quejarse en el período intraoperatorio de una sensación de disnea

excesiva. Esta sensación no se debe a una disminución significativa

de la capacidad inspiratoria, sino que a menudo está relacionada

con la pérdida de sensibilidad de la pared torácica, que no les

permite experimentar la tranquilidad de una inspiración profunda.

Dicho impedimento para la aceptación del paciente puede vencerse

acercándole la mano a la boca y solicitándole que espiren con

fuerza. La apreciación táctil de una respiración profunda les

tranquiliza.

Si se observa una complicación neurológica tras una inter-

vención realizada bajo anestesia raquídea, resulta útil solicitar una

consulta neurológica precoz, de modo que un especialista sin

sesgos pueda examinar al enfermo y determinar si el hallazgo neu-

rológico «nuevo» existía con anterioridad, si está relacionado con

una neuropatía periférica o, más raramente, si pudiera estar rela-

cionado con la técnica subaracnoidea. Las alteraciones electromio-

gráficas asociadas a la denervación secundaria a una lesión

neurológica tardan en aparecer (14-21 días) en las extremidades

inferiores. Después de una lesión relacionada potencialmente con

una anestesia raquídea, el anestesiólogo debería solicitar estudios

electromiográficos precoces y de forma seriada. Así, es posible

documentar si la lesión ya existía o aportar datos de que se trata

de una lesión periférica en lugar de una central.

Probablemente, el elemento más importante para que la

anestesia raquídea tenga éxito en la práctica habitual, es que la

técnica sea rápida. No debe aumentar el tiempo quirúrgico si se

quiere que sea una técnica bien aceptada por enfermeras y ciruja-

nos copartícipes. El anestesiólogo debe planificar por adelantado

que la técnica anestésica sea lo más eficiente posible. A menudo se

pasa por alto que la preparación del enfermo para la cirugía puede

comenzar casi al mismo tiempo que se realiza el bloqueo si se

encuentra sedado del modo correcto.

Anestesias raquídea, epidural y caudal

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Sección III

Control de la anestesia

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